La
dimensión temporal, la cuarta dimensión, el tiempo, a diferencia de las tres
dimensiones espaciales conocidas (largo, ancho y alto), sólo tiene un único
sentido: hacia delante, siempre hacia delante. Desde el mismo instante del big bang, el gran estallido que dio
origen al universo, la flecha del tiempo se disparó hacia delante y sigue desde
entonces inexorable su camino. Nada puede detenerla. El universo entero y cada
uno de nosotros estamos viajando continuamente hacia el futuro, allí donde nos
conduce la flecha del tiempo. De manera que a la pregunta ya tópica de si son
posibles los viajes en el tiempo, no corresponde sino una única respuesta:
claro que sí, por supuesto los viajes en el tiempo no solo son posibles sino
que son inevitables, viajamos siempre hacia el futuro.
Claro está que los diferentes objetos que forman parte del universo físico y nosotros mismos, viajamos a velocidades muy diferentes según cual sea el vehículo en el que nos desplazamos. Por ejemplo los fotones viajan a la velocidad de la luz, la máxima velocidad físicamente posible. Por eso para los fotones el tiempo no transcurre en absoluto. Nosotros viajamos a bordo de un vehículo llamado Tierra, una nave que a juzgar por lo que vamos sabiendo de otras que pueden verse desde la región espacial que ocupamos, no está nada mal. La Tierra es un planeta habitable, tan habitable que ha servido de asiento a la vida. Y tanto la Tierra como los demás objetos celestes que la rodean, nos ofrecen la medida del tiempo vista, claro está, desde la relatividad de nuestra posición (no olvidemos a Einstein).
Por
ejemplo, el tiempo que tarda nuestro planeta en girar sobre su propio eje, 24
horas casi exactas, nos da la medida de lo que llamamos día terrestre. Si nos
fijamos en la Luna, nuestro familiar satélite, tal como lo hicieron nuestros
primitivos antepasados, vemos que tarda en dar una vuelta completa alrededor de
la Tierra, 27 días “y pico”, casi 28. El movimiento lunar nos ofrece pues la
medida del llamado mes lunar, periodo que tiene una influencia decisiva sobre
las mareas y sobre un amplio abanico de fenómenos físicos y biológicos,
incluido el ciclo menstrual.
Ampliando
un poco más el objetivo, la misma Tierra tarda 365 días y 6 horas en efectuar
una vuelta completa alrededor del Sol. Es la medida de nuestro año, el año terrestre,
diferente del año marciano, el año joviano, el mercurial, etc., en función del
tamaño, la distancia al Sol de los diferentes planetas y otras características
de su órbita.
Pero
si queremos ir aun un poco más lejos, cabe considerar que el Sol también se
está moviendo. Y lo hace arrastrando consigo a todos los planetas y el resto de
objetos que lo circundan, es decir, a todo nuestro sistema solar. ¿En torno a
qué está girando el Sol y nosotros mismos? En torno al centro de nuestra
galaxia, la Vía Láctea, una galaxia de tamaño medio situada en una región del
Universo conocido, relativamente poco poblada de galaxias. Concretamente esta
galaxia nuestra podría compararse por su estructura a una especie de estrella
de mar dotada de cuatro brazos, dos cortos y dos largos, que al girar en torno
al centro adquieren el aspecto característico de una espiral.
Si
pudiéramos contemplar nuestra galaxia de perfil, veríamos que su forma recuerda
también a un huevo frito con la yema más abultada en el centro y los brazos de
la espiral, la clara, más plana. Ello se debe a que en el centro hay una gran
concentración de estrellas y sistemas solares. El centro de la galaxia atrae
hacia sí con fuerza a los objetos que lo circundan, probablemente porque en el
centro debe haber un potente agujero negro que absorbe como un desagüe todo lo
que pasa cerca de su borde u horizonte de sucesos. Nuestro sistema solar se
sitúa en las afueras de la galaxia, casi al final de uno de los dos brazos
cortos de la espiral. Se trata de una zona relativamente vacía de objetos, lo
que los astrónomos han dado en llamar una “burbuja”. Se maneja la teoría de que
en algún momento previo al nacimiento del Sol y su sistema, debió estallar una
supernova en esta región galáctica, lo que produjo esta especie de relativa
escasez de estrellas.
Pero no divaguemos y volvamos a la medida del tiempo. ¿Cuánto tarda nuestro sistema solar en completar una vuelta en torno al núcleo galáctico? La respuesta que han calculado los astrofísicos resulta abrumadora: unos 350 millones de años. ¡Nada menos! Eso quiere decir que la última vez que nuestro sistema solar, y por lo tanto la Tierra misma, se encontró en la región galáctica que ocupamos actualmente, estaban naciendo los remotos antepasados de los dinosaurios. Ya hemos quedado en que no es posible cambiar el sentido de la flecha del tiempo, y por lo tanto no es posible viajar al pasado, pero si lo hacemos con la imaginación, encontraríamos una Tierra ya habitable aunque seguramente con gran actividad volcánica, un solo gran continente (Pangea) y un aspecto del cielo nocturno muy diferente, porque el resto de estrellas y sistemas también se desplazan, y hace 350 millones de años ocuparían lugares algo distintos. Si retrocedemos todavía más hasta la vuelta anterior, es decir, a hace 700 millones de años, moriríamos de inmediato a no ser que fuéramos equipados con escafandras y botellas de oxígeno para vivir sumergidos, porque la vida en aquel tiempo se limitaba casi exclusivamente a los mares. En fin, cuanto más retrocediéramos, más inhabitable sería la Tierra. Se calcula que desde su nacimiento, nuestro Sol ha rodeado el centro de la galaxia en sólo 20 ocasiones, aunque estos cálculos entran ya en el terreno de la mera conjetura. ¿Qué, cómo se os queda el cuerpo? Al profe Bigotini se le erizan los pelos del bigote con solo imaginarlo.
Los mediocres que no saben qué hacer en la vida suelen desear tener una vida mucho más larga. Anatole France.
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