Feo,
fuerte y formal es la inscripción en castellano del epitafio que figura en la
tumba de John Wayne.
En
su edad madura ya no era lo que se dice un galán, pero en sus años jóvenes había
sido bastante guapo. Así lo atestiguan fotogramas y secuencias de sus primeras
películas. En cuanto a lo de fuerte y formal, no cabe duda de que se ajusta por
completo a la verdad. Esa al menos fue la imagen que dio Wayne a lo largo de
toda su carrera en el cine. Además de él mismo, contribuyeron a ello
directores, guionistas y productores que se encargaron de presentarlo siempre
ante el espectador como el tipo recto que impartía justicia allá donde se
necesitaba. El duque, como le apodaron en Hollywood, venía a ser el nuncio
del tío Sam en la Tierra, una especie de ídolo nacional desde aquel inolvidable
plano de La diligencia en el que John
Ford lo hizo aparecer de la nada, resplandeciente entre el polvo del desierto
con el rifle en la mano derecha y la silla de montar en la izquierda. Aquel
Ringo redentor de muchachas de turbio pasado y vengador de agravios, tenía el
respeto hasta del mismo comisario encargado de detenerle.
A
John Wayne le habían descubierto unos años atrás mientras trabajaba como
tramoyista, carpintero de rodaje y otros mil oficios semejantes en los estudios
californianos. Tom Mix, una estrella de los western dirigidos al público
infantil, lo introdujo como extra en algunas de sus películas. Poco después, John
Ford, que estaba destinado a ser su compadre durante décadas, se fijó en él y
lo puso delante de la cámara. Desde entonces apareció en un buen número de
producciones como el vaquero bueno que al final se quedaba con la chica no sin
antes arrearle un buen puñetazo en la mandíbula al rival o meterle un tiro en
la barriga al criminal. Muy bien, pero un poco sin pena ni gloria hasta aquella
sobrenatural aparición suya en La
diligencia. A partir de entonces se sucedieron sus papeles de protagonista
con su compadre Ford y también a las órdenes de otros grandes directores, pero
siempre fiel a su imagen de ángel justiciero, recto, generoso con el humilde e
inflexible con el malvado. Amante fiel y protector de las mujeres, pero sin la
menor concesión sentimental. Cultivó a la vez el rol de macho irlandés que
nunca despreciaba un buen trago y que sabía poner a las chicas en su sitio, a
veces dándoles unos azotes. Un machirulismo bastante gratuito que hoy en día
resulta del todo anacrónico y fuera de lugar, pero que en su momento no admitía
réplica.
Para no extenderme más, os remito a las páginas que dedicamos a John Wayne en nuestra Historia del Cine, y que insertamos arriba. Os animamos también a visionar la versión castellana de El gran McLintock, filme de 1963 que muestra un Wayne ya maduro al que acompaña Maureen O’Hara, la actriz que apareció junto a él con mayor frecuencia en las carteleras. Clic en el enlace y a disfrutar.
https://www.youtube.com/watch?v=CItBCpikMEg
Próxima entrega: John Ford
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