El aumento de depósitos
grasos en las arterias es uno de los principales factores de riesgo
cardiovascular. Pasados estos días de Navidad y Fin de Año en los que la
trasgresión y el exceso han sido la norma, conviene incluir entre los buenos
propósitos que siempre hacemos para el año nuevo, la vuelta a una dieta
equilibrada y saludable.
La alimentación es, en
este caso como en otros tantos, la clave de una salud adecuada. Los habitantes
de los países del área mediterránea gozamos el privilegio de poseer una cultura
gastronómica tan antigua como rica, si bien parece que en los últimos años
estas fórmulas alimenticias que podríamos llamar tradicionales, están siendo
sustituidas por perniciosas costumbres bárbaras nada recomendables. Volvamos pues
a las esencias de nuestras cocinas regionales, que son las que más y mejor se
adaptan a nuestra idiosincrasia y a nuestra herencia genética, y olvidémonos de
dietas más propias de latitudes septentrionales. Por muy tentadores que
resulten los lomos de salmón, las salchichas de dos palmos o los tarros de
manteca consumida a cucharadas, hay que recordar que estos son alimentos
apropiados para un pastor de renos de Laponia, pero convienen muy poco a un
señor bajito de Alicante, al que lo que le sienta de maravilla es un arroz a
banda o una ensaladita con buen aceite de oliva.
Desde luego, la
alimentación es importante, pero también interesa controlar el resto de
factores de riesgo cardiovascular: tabaco, hipertensión, obesidad,
sedentarismo… Para empezar el año con buen pie y propósito de la enmienda, aquí
tenéis unos consejos básicos siguiendo la guía semFYC.
Pierde peso.
Haz ejercicio.
Simplemente caminar una hora diaria, reduce el riesgo.
Sigue una dieta
equilibrada, y si necesitas perder peso, baja en calorías.
Consume diariamente
frutas, verduras, hortalizas, cereales y legumbres.
Toma leche, yogures y
quesos desnatados o semidesnatados. Evita mantequillas y margarinas. Consume
quesos curados con moderación.
Consume alimentos
proteicos con poca grasa. Conejo, pollo o pavo sin piel. Elimina la capa
superior de grasa de los caldos cuando se enfríen. Evita los embutidos y las
vísceras.
Limita los huevos (las
yemas) a dos o tres por semana.
Come pescado al menos
tres veces por semana, sobre todo pescados azules: sardinas, boquerones,
anchoas, atún…
Cocina con aceite de
oliva, evitando su reutilización si ha alcanzado temperaturas altas.
Son preferibles las
preparaciones asadas, cocidas o calentadas al microondas, a los rebozados o las
frituras.
Huye de la pastelería y
la repostería.
Limita al máximo las
grasas y las salsas. No mojes pan.
Rechaza los preparados y
las conservas en cuyo etiquetado se indique que contienen grasas animales o
bien grasas vegetales sin especificar (en estos casos suele tratarse de aceites
de coco o palma, más peligrosos que las mismas grasas animales).
Desconfía de las
etiquetas que anuncien el producto “sin colesterol”, sobre todo cuando la
aclaración esté de más. Un zumo etiquetado “sin colesterol” probablemente
contendrá grasas saturadas.
Evita los precocinados.
No tomes patatas fritas envasadas.
Prescinde del alcohol o
consúmelo con mucha moderación. Nunca más de dos vasos de vino o cerveza al
día.
Tira ese cigarrillo
inmediatamente y no vuelvas a fumar jamás.
Para completar estos consejos, he aquí una tabla orientativa con los alimentos más recomendables y aquellos que conviene evitar:
*tomado de la guía semFYC
A partir de los 40 años
es conveniente practicar un análisis periódico de los lípidos en sangre. Si el
resultado es normal bastaría con repetirlo cada cinco años aproximadamente. Si
existen alteraciones, y en dependencia de su alcance, el médico de atención
primaria determinará la periodicidad de los controles.
En definitiva, cuídate,
y que tus buenos propósitos no caigan en saco roto. Piensa que lo mejor de tu
vida aun está por llegar.
Los vicios nos visitan como huéspedes, y se adueñan de la casa como amos”. Confucio.
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