La
de los Borromeo, una noble familia italiana del siglo XV en la que figuran
generales, magistrados, cardenales y hasta un santo, San Carlos Borromeo, lucía
en su escudo de armas tres anillos entrelazados de una forma muy peculiar. No se
encuentran unidos dos a dos. Si cortamos cualquiera de ellos, los tres anillos
se separan. Según muchos historiadores y especialistas en heráldica, esta antigua
configuración de los anillos representaba a tres familias, los Visconti, los
Sforza y los Borromeo, que por medio de matrimonios pactados, crearon una firme
alianza política que afectó al devenir histórico del norte de Italia durante
prácticamente un siglo. Con fecha de 1467 puede encontrarse idéntico símbolo en
la iglesia florentina de San Pancracio. Incluso la antigüedad del símbolo
podría llevarse más lejos si consideramos una configuración idéntica pero
triangular, encontrada en uno de los pilares de la cama de una dama nórdica
muerta en 834, y en muchos objetos votivos de los vikingos.
Se
trata de un conjunto sencillo, pero muy intrigante, que no solo interesa a la
semiología, sino muy especialmente a la ciencia. Tanto matemáticos como
químicos se han visto atraídos por esta estructura. Los anillos aparecen por
primera vez en un contexto matemático en 1876, en un artículo sobre nudos con
la firma del físico y matemático escocés Peter Tait. Como cada uno de los tres
anillos puede adoptar dos posiciones distintas en cada cruce, arriba o abajo,
existen un total de sesenta y cuatro posibilidades de formación (26).
Si se tienen en cuenta las simetrías, el número de formaciones geométricas
diferentes queda reducido a diez.
No
es posible construir un nudo de Borromeo auténtico a partir de anillos planos.
Si intenta hacerse con alambres planos, es necesario retorcer o deformar el
alambre. Los matemáticos Michael Freedman y Richard Skora demostraron en 1987
el teorema que establece que los anillos de Borromeo no pueden construirse con
circunferencias planas.
Un
grupo de químicos de UCLA creó en 2004 un compuesto con un nudo de Borromeo
molecular de 2,5 nanómetros de diámetro que incluye seis iones metálicos.
Actualmente los investigadores trabajan en fórmulas para utilizar estos nudos
de Borromeo moleculares en campos tan diversos como los spintronics, una tecnología basada en el spin y la carga del electrón, o la farmacología médica, para unir
firmemente moléculas terapéuticas que de otro modo sería imposible integrar. También
los anillos de Borromeo parecen muy esperanzadores en el campo de la física de
materiales. Del mismo modo que la especial disposición de las moléculas de agua
es capaz de adoptar la forma sólida del hielo, la disposición molecular de
anillos enlazados podría variar las propiedades de otras sustancias,
consiguiendo nuevos materiales.
Vemos
pues que paradójicamente, como ocurre en otras materias, algo muy antiguo puede
contribuir al progreso y convertirse en un avance del futuro.
Los cómicos me caen bien. Me he pasado la vida haciéndome pasar por uno de ellos. Groucho Marx.
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