De
familia noble venida a menos, nació en Málaga Serafín
Estébanez Calderón el año de 1799. Quedó huérfano siendo niño, y
gracias a sus tíos pudo estudiar, primero en Málaga con Antonio Recalde, y después
en Granada, donde se graduó en leyes y humanidades. En 1819, con apenas veinte
años, ganó la cátedra de griego en la universidad granadina, y en 1822 comenzó
a ejercer como abogado y ganó también la cátedra de retórica en el seminario.
En 1824, con la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis y el consiguiente
giro político reaccionario, Serafín se refugió en Gibraltar para evitar ser
represaliado por sus ideas liberales. En 1830 marchó a Madrid, donde comenzó
sus colaboraciones periodísticas y su carrera literaria. Adoptó el seudónimo de
El Solitario, firmando artículos en el Correo
Literario y Mercantil y en la revista Cartas
Españolas.
En 1834 Estébanez fue nombrado auditor general del Ejército del Norte, y primero a las órdenes del general Zarco del Valle, a quien le unió gran amistad, y después, con los hombres de Rodil y de Fernández de Córdova, participó en varias batallas de la Primera Guerra Carlista. Se hizo entonces acreedor a la Laureada de San Fernando y a la Cruz de Mendigorría, y en 1835 fue nombrado jefe político de Logroño, cargo similar al de gobernador. Allí se centró en el estudio de la lengua árabe, afición que no abandonó durante el resto de su vida, convirtiéndose en uno de los principales arabistas de su tiempo. En 1838 fue ascendido a jefe político de Cádiz y de Sevilla sucesivamente.
Aficionado
a la tauromaquia, fue quizá el primer crítico taurino con altura literaria. Publicó
algunas colecciones de poesía al gusto romántico, pero muy pronto sus
preferencias literarias le llevaron al costumbrismo,
movimiento en el que destacó con brillantez. Estébanez Calderón es junto a
Ramón de Mesonero Romanos, el más importante representante del costumbrismo
literario en español.
Se
casó en 1839 con la malagueña Matilde Livermore, una dama influyente
emparentada con el financiero José de Salamanca, con lo que cobró impulso la
carrera política de Serafín. Fue diputado en varias legislaturas, académico de
la Historia, ministro, senador, consejero de Estado y consejero real. Destacó
también como coleccionista de arte y bibliófilo. Tras su fallecimiento en 1867,
su extensa biblioteca pasó primero al Ministerio de Fomento, y más tarde fue
trasladada a la Biblioteca Nacional.
Lo
más importante de su obra literaria se encuadra en la corriente costumbrista,
tan propia de la España de su época. Hombre de gran erudición, Estébanez
conoció los clásicos y se apoyó en ellos en gran parte de su trabajo. Sus
artículos costumbristas para publicaciones como España Artística y Monumental o Los
españoles pintados por sí mismos, destacan por su frescura y por el empleo
de giros populares y casticismos que hoy resultan imprescindibles para entender
el habla y el pensamiento de los españoles del XIX. Fue también pionero en el
estudio del cante y el baile flamencos. El político Antonio Cánovas del
Castillo, sobrino de Estébanez Calderón, escribió una magnífica biografía de su
tío: El Solitario y su tiempo,
publicada en 1883.
Pero sin duda la obra que mejor resume el quehacer literario de Estébanez son sus Escenas Andaluzas, un mosaico del folklore, las costumbres y la idiosincrasia de los andaluces cuya lectura resulta obligada para conocer la vida cotidiana de sus paisanos y la naturaleza del espíritu que les anima. Es la obra que hoy os ponemos al alcance de un clic (hacedlo sobre el enlace). Se trata acaso del mejor ejemplo del género costumbrista.
https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=Escenas+andaluzas.pdf
El traje que llevaba este varón insigne era una casaca que había sido negra, pero que el tiempo, único tinte que tiene imperio sobre tal color, la había transformado en mezclilla de mala especie. Serafín Estébanez Calderón. Escenas Andaluzas.
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