La
división artificial que suele hacerse de la Prehistoria, conduce a menudo a
pensar que las poblaciones preneolíticas, antes de la adopción de técnicas
agrícolas y de cultivos vegetales, se alimentaban de carne prácticamente en
exclusiva. Nada más lejos de la realidad. Tal como se ha podido constatar por
el estudio de las escasas muestras vegetales halladas en los yacimientos
paleolíticos y preneolíticos, y tal como lo evidencian las actuales poblaciones
de cazadores recolectores que todavía subsisten en nuestro planeta, los grupos
humanos no agrícolas explotan también de forma eficaz los recursos vegetales
que se encuentran a su alcance. Hasta las dietas mayoritariamente carnívoras
necesitan el aporte adicional de proteínas de origen vegetal, carbohidratos,
azúcares, almidones, oligoelementos y otros nutrientes que se encuentran de manera exclusiva en los vegetales. Por otra
parte, la actividad cinegética está demasiado sujeta al azar. Pueden
transcurrir días y hasta semanas sin que las expediciones de caza tengan éxito,
por lo que se hacen necesarias fuentes de abastecimiento no cárnicas.
Que
la recolección de vegetales y frutos silvestres haya sido tarea ejercida por
las mujeres de forma mayoritaria, es un hecho que parecen corroborar las
observaciones llevadas a cabo sobre grupos humanos modernos de cazadores
recolectores. Partiendo de esta suposición fundamentada, algunos
prehistoriadores han adjudicado también a las mujeres las primeras experiencias
de primitivos cultivos, que quizá habrían comenzado de manera accidental,
mediante el enterramiento fortuito de algunas semillas, por ejemplo.
Qué
vegetales y qué frutos silvestres consumían los grupos humanos preneolíticos es
una pregunta interesante y de no fácil respuesta. Su resolución se ha
complicado considerablemente por el hecho de que hasta tiempos muy recientes,
las excavaciones llevadas a cabo en este tipo de yacimientos, despreciaban de
forma sistemática los posibles restos vegetales. Cabe añadir además, la gran
dificultad que representa su hallazgo y posterior procesamiento.
A partir de las últimas décadas del siglo pasado, la arqueobotánica y sus técnicas asociadas han evolucionado lo suficiente como para en algunos casos proporcionarnos una idea siquiera sea aproximada de cuáles eran los recursos vegetales que consumían aquellas poblaciones. Tal como muestran los estudios arqueobotánicos, y tal como dicta el elemental sentido común, dichos recursos varían en función de las plantas silvestres disponibles en los diferentes lugares y zonas de habitación humana. Ya a partir del Paleolítico medio y superior, conviene también establecer la distinción entre aquellas plantas utilizadas para su consumo alimenticio, y aquellas otras que se dedicaban a otras utilidades tales como la construcción de chozas, de cestas y otros útiles o herramientas, de fibras para la confección de vestidos, etc.
En
el caso concreto de la península Ibérica, para el Paleolítico medio, y a pesar
de la escasez de los estudios, se ha constatado la presencia de tubérculos,
rizomas y alimentos vegetales ricos en vitaminas y minerales. Restos
carbonizados de aceitunas silvestres y de piñones asociados a morteros, se han
hallado en yacimientos donde se asocian a industrias líticas típicamente
neandertales.
También
son igualmente escasos los datos para el Paleolítico superior. Los hallazgos en
este periodo incluyen numerosas leguminosas y gramíneas, junto con algún
tubérculo comestible.
En
lo relativo al Epipaleolítico y el Mesolítico, según las diferentes zonas, se
documentan frutos típicos de bosques caducifolios como avellanas, endrinas o
manzanas silvestres, pero además frutos característicos del bosque mediterráneo
como el acebuche o el madroño, así como leguminosas silvestres parecidas a las
guijas. Se han documentado también restos de bellotas, aceitunas silvestres,
serbas, piñones, gramíneas, uvas silvestres, lentisco, palmito, sauco, mora, cereza silvestre o pistachos. Además se
han identificado restos de rizomas de esparto que se habrían empleado en la
confección de vestidos y otros elementos no alimenticios.
En
general nuestros conocimientos sobre la dieta vegetal de los cazadores
recolectores preneolíticos, son aún muy incompletos y adolecen de grandes
lagunas. No obstante, parece evidente que las plantas tuvieron que jugar un
papel importante en la alimentación de aquellas poblaciones preagrarias.
Tengo
que terminar porque no veo a nuestro profe Bigotini. Temo que haya bajado al
parque a hacer su recolección de hierbas justo al lado del aviso que prohíbe
pisar el césped. Últimamente no ganamos para multas.
Hacerse viejo es comprender que la guerra ha terminado y conocer la situación de todos los refugios ya inservibles.
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