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miércoles, 11 de agosto de 2021

NECESIDADES HÍDRICAS. CLARO COMO EL AGUA

 


El agua es el principal componente de cualquier ser vivo, y los humanos no somos una excepción. Constituye entre el 55 y el 65% del peso corporal total, de forma que en una persona de unos 70 Kg. de peso, al menos 40 de ellos corresponderán a otros tantos litros de agua.

El agua es el medio en que fluyen los distintos componentes de los fluidos orgánicos (sangre, orina, linfa, secreciones digestivas, líquido cefalorraquídeo…). El agua es el medio en que se diluyen los nutrientes y el resto de las sustancias orgánicas tanto intra como extracelulares. El agua contribuye a regular la temperatura corporal mediante su evaporación a través de la piel. En suma, es el agua el vehículo de la vida. Participa en las funciones de nutrición, excreción, y actúa como soporte vital.

Existe controversia sobre la cantidad de agua que diariamente se precisa para realizar con eficacia todas esas funciones. Las pérdidas fisiológicas han sido estimadas en unos 2,6 litros diarios, que corresponden principalmente a la emisión de orina (1.500 ml), respiración (400 ml), sudoración (350 ml) y heces (150 ml). Los 200 ml restantes habría que atribuirlos a otras funciones como la secreción lagrimal, lubricación de mucosas, flujos genitales, etc. Determinados cuadros patológicos bien de carácter agudo, como las gastroenteritis víricas o bacterianas; o de curso crónico, como los procesos tiroideos o la llamada diabetes insípida, por carencia de hormona antidiurética (ADH), son capaces de incrementar las pérdidas hídricas, haciendo más perentoria la necesidad de rehidratación.


Mientras unos sostienen que lo más fisiológico es beber agua cuando se sienta sed, otros se inclinan por aconsejar un consumo regular sin esperar a la sed que consideran ya un síntoma de incipiente deshidratación. En condiciones normales parece razonable que un adulto sano debería ingresar un mínimo de 2 litros diarios de agua, bien entendido que en la ingesta se incluye además de agua, otras bebidas, zumos, frutas y vegetales frescos o, por ejemplo, un plato de sopa. No conviene abusar de bebidas carbónicas, azucaradas ni, por supuesto, alcohólicas.

Permitidme también en esta materia derribar un par de tópicos. El primero es que el consumo exagerado de agua no puede causar nunca daño. Nada más incierto. Como bien saben los toxicólogos, el que cualquier sustancia sea tóxica depende de la dosis. Una sustancia tan inocua como el agua, suministrada en grandes cantidades puede llegar a serlo. Si los fluidos corporales se diluyen demasiado, las concentraciones de sodio, un mineral esencial para la transmisión de los impulsos nerviosos en el cerebro y los músculos, caerán en picado, lo que puede causar la muerte. De hecho se han dado casos de intoxicación por agua en actos criminales, torturas, etc.


Otro tópico muy generalizado es que consumir agua destilada puede ser peligroso. Se trata de agua químicamente pura en la que, por destilación, se han eliminado todos los minerales tan necesarios para nuestro organismo. Pues bien, digamos que el consumo de agua desmineralizada no es dañino, pues al llegar al tubo digestivo se mezcla con alimentos y con otros líquidos que contienen sal y otros minerales. Lo arriesgado sería consumir sólo agua destilada y sobre todo hacerlo en elevadas cantidades. En ese caso sería necesario suministrar otras sustancias como calcio, magnesio y demás oligoelementos. Dejando a un lado estos casos extremos, lo cierto es que cualquiera puede beber varios vasos de agua destilada o utilizarla en guisos e infusiones sin el menor temor.

Las camas de agua ofrecen la única posibilidad de beber algo por la noche sin pisar al gato. Groucho Marx.


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