lunes, 16 de agosto de 2021

LAS COSECHAS DE ANTES DE LA AGRICULTURA

 


La división artificial que suele hacerse de la Prehistoria, conduce a menudo a pensar que las poblaciones preneolíticas, antes de la adopción de técnicas agrícolas y de cultivos vegetales, se alimentaban de carne prácticamente en exclusiva. Nada más lejos de la realidad. Tal como se ha podido constatar por el estudio de las escasas muestras vegetales halladas en los yacimientos paleolíticos y preneolíticos, y tal como lo evidencian las actuales poblaciones de cazadores recolectores que todavía subsisten en nuestro planeta, los grupos humanos no agrícolas explotan también de forma eficaz los recursos vegetales que se encuentran a su alcance. Hasta las dietas mayoritariamente carnívoras necesitan el aporte adicional de proteínas de origen vegetal, carbohidratos, azúcares, almidones, oligoelementos y otros nutrientes que se encuentran  de manera exclusiva en los vegetales. Por otra parte, la actividad cinegética está demasiado sujeta al azar. Pueden transcurrir días y hasta semanas sin que las expediciones de caza tengan éxito, por lo que se hacen necesarias fuentes de abastecimiento no cárnicas.


Que la recolección de vegetales y frutos silvestres haya sido tarea ejercida por las mujeres de forma mayoritaria, es un hecho que parecen corroborar las observaciones llevadas a cabo sobre grupos humanos modernos de cazadores recolectores. Partiendo de esta suposición fundamentada, algunos prehistoriadores han adjudicado también a las mujeres las primeras experiencias de primitivos cultivos, que quizá habrían comenzado de manera accidental, mediante el enterramiento fortuito de algunas semillas, por ejemplo.

Qué vegetales y qué frutos silvestres consumían los grupos humanos preneolíticos es una pregunta interesante y de no fácil respuesta. Su resolución se ha complicado considerablemente por el hecho de que hasta tiempos muy recientes, las excavaciones llevadas a cabo en este tipo de yacimientos, despreciaban de forma sistemática los posibles restos vegetales. Cabe añadir además, la gran dificultad que representa su hallazgo y posterior procesamiento.

A partir de las últimas décadas del siglo pasado, la arqueobotánica y sus técnicas asociadas han evolucionado lo suficiente como para en algunos casos proporcionarnos una idea siquiera sea aproximada de cuáles eran los recursos vegetales que consumían aquellas poblaciones. Tal como muestran los estudios arqueobotánicos, y tal como dicta el elemental sentido común, dichos recursos varían en función de las plantas silvestres disponibles en los diferentes lugares y zonas de habitación humana. Ya a partir del Paleolítico medio y superior, conviene también establecer la distinción entre aquellas plantas utilizadas para su consumo alimenticio, y aquellas otras que se dedicaban a otras utilidades tales como la construcción de chozas, de cestas y otros útiles o herramientas, de fibras para la confección de vestidos, etc.


En el caso concreto de la península Ibérica, para el Paleolítico medio, y a pesar de la escasez de los estudios, se ha constatado la presencia de tubérculos, rizomas y alimentos vegetales ricos en vitaminas y minerales. Restos carbonizados de aceitunas silvestres y de piñones asociados a morteros, se han hallado en yacimientos donde se asocian a industrias líticas típicamente neandertales.

También son igualmente escasos los datos para el Paleolítico superior. Los hallazgos en este periodo incluyen numerosas leguminosas y gramíneas, junto con algún tubérculo comestible.

En lo relativo al Epipaleolítico y el Mesolítico, según las diferentes zonas, se documentan frutos típicos de bosques caducifolios como avellanas, endrinas o manzanas silvestres, pero además frutos característicos del bosque mediterráneo como el acebuche o el madroño, así como leguminosas silvestres parecidas a las guijas. Se han documentado también restos de bellotas, aceitunas silvestres, serbas, piñones, gramíneas, uvas silvestres, lentisco, palmito, sauco,  mora, cereza silvestre o pistachos. Además se han identificado restos de rizomas de esparto que se habrían empleado en la confección de vestidos y otros elementos no alimenticios.



En general nuestros conocimientos sobre la dieta vegetal de los cazadores recolectores preneolíticos, son aún muy incompletos y adolecen de grandes lagunas. No obstante, parece evidente que las plantas tuvieron que jugar un papel importante en la alimentación de aquellas poblaciones preagrarias.

Tengo que terminar porque no veo a nuestro profe Bigotini. Temo que haya bajado al parque a hacer su recolección de hierbas justo al lado del aviso que prohíbe pisar el césped. Últimamente no ganamos para multas.

Hacerse viejo es comprender que la guerra ha terminado y conocer la situación de todos los refugios ya inservibles.


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