Jules Henri Poincaré nació en Nancy en 1854. Era hijo de una familia
ilustre de la localidad. Su padre fue profesor de medicina en la universidad, y
su primo Raymond Poincaré, presidente de la República entre 1913 y
1920. Pero su verdadera mentora fue su madre, Eugénie Launois, una mujer de
talento excepcional que le educó en casa durante la mayor parte de su infancia,
debido a las continuas enfermedades que le impidieron asistir regularmente al
Liceo. Obtuvo, no obstante, magníficas calificaciones, sobre todo en
matemáticas, disciplina en la que destacó desde su más tierna edad. Ingresó ya
jovencito en la prestigiosa Escuela Politécnica, donde tuvo como maestro a
Charles Hermite. Continuó luego su formación en la École des Mines, donde se
graduó como ingeniero.
Aun
sin concluir sus estudios, desarrolló un método revolucionario para estudiar
las propiedades de las ecuaciones
diferenciales. Fue además el primer matemático en descubrir las propiedades geométricas de las ecuaciones,
lo que permite utilizarlas para predecir el comportamiento de diversos objetos
en movimiento en el sistema solar, una contribución decisiva a la mecánica
celeste y a la astronomía.
Se
doctoró en La Sorbona
parisina en 1879. Ejerció como profesor en la Universidad de Caen, y
más tarde en La Sorbona ,
enseñando análisis, mecánica, física matemática, probabilidad y otras materias.
No abandonó, sin embargo, su carrera de ingeniero de minas, llegando a ser
nombrado inspector general en 1910.
Se
casó con Poulain d’Andecy en 1881, y tuvieron cuatro hijos. En lo personal,
Poincaré no fue en absoluto el típico sabio retraído y despistado. Al
contrario, dotado también de una notable inteligencia social, se implicó de
forma activa en la vida pública. Dio innumerables conferencias y participó en
diversos debates. Amaba la notoriedad. Se presentó al concurso matemático
patrocinado por el rey de Suecia en 1889, obteniendo el triunfo al resolver con
éxito el célebre problema de n cuerpos,
que hasta entonces parecía irresoluble. Su trabajo fue precursor de la moderna teoría del caos.
Henri
Poincaré se convirtió siendo todavía un hombre joven, en uno de los sabios más
populares tanto de su Francia natal, como del resto de Europa, acaso sólo
superado a partir de 1915, por el prestigio internacional que alcanzó Albert
Einstein. Por cierto que Poincaré contribuyó también al desarrollo de la teoría de la relatividad,
reinterpretando primero los trabajos de Lorentz y más tarde los del mismo
Einstein y las ecuaciones de Maxwell.
En
el campo de la topología se hizo famosa la conjetura de Poincaré. Sostiene que la esfera cuatridimensional, llamada también
3-esfera o hiperesfera, es la única variedad compacta cuatridimensional en la
que todo lazo o círculo cerrado (1-esfera) se puede transformar en un punto.
La conjetura dejó de serlo, para convertirse en teorema, cuando en 2006 resultó
finalmente demostrada por el matemático ruso Grigori Perelman.
Pero
Poincaré fue ante todo un filósofo. Probablemente el último científico que, como
los grandes sabios del Renacimiento, fue capaz de abarcar gran parte de las
ramas del conocimiento. Falleció en 1912 a causa de una enfermedad prostática.
Desde Bigotini dedicamos este modesto recuerdo a quien fue poseedor de una de
las mentes más brillantes de la Historia Contemporánea.
El
pensamiento no es más que un relámpago en medio de la noche. Pero ese relámpago
lo es todo. Henri Poincaré.
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