Bartolomé de las Casas fue un sevillano cuyos biógrafos no se ponen de
acuerdo en su fecha de nacimiento (1474 o 1484). Su familia, establecida en
Sevilla desde la reconquista de Fernando III, era de origen francés (de
Casaux), y probablemente judeoconverso. Entre sus antepasados hubo varios
regidores, tesoreros, capitanes de guerra y clérigos ilustres, un deán de la
catedral de Sevilla y un maestre de los Predicadores. Estudió primero en
Sevilla y después en Salamanca, donde coincidió con Cristóbal Colón y
probablemente lo conoció, porque un tío suyo era sacerdote en el convento de
San Esteban, donde se hospedaba el navegante genovés. Otro tío de Bartolomé,
Juan de la Peña ,
participó en el primer viaje colombino de 1492, y su propio padre junto a otro
tío, se embarcó a su vez con Colón rumbo a las Indias en el segundo viaje que
partió de Cádiz en septiembre de 1493. También lo hicieron sus primos Diego y
Gabriel Peñaloza, que a su vuelta regalaron a Bartolomé un indio de los
seiscientos que apresaron, para que le sirviera. Aquella fue la primera
experiencia del joven con los indígenas americanos. No lo empleó como
sirviente, sino como objeto de estudio, interesándose por su religión y por su
lengua.
De
manera que ya desde joven, con diez o más probablemente con veinte años,
Bartolomé inició su contacto con las gentes a las que dedicaría su vida y su
obra. Completó sus estudios salmantinos en 1500, y dos años más tarde se
embarcó rumbo al Nuevo Mundo en Sanlúcar de Barrameda, consiguiendo en la
expedición de Antonio Torres y Nicolás de Ovando, una plaza de doctrinero, nombre que se daba a los
frailes legos destinados a cristianizar infieles en aquellas tierras.
Desembarcó en La Española
el 15 de abril de 1502.
Allí
en Santo Domingo le sorprendió el terrible huracán que causó tantas muertes,
entre ellas la de Francisco de Bobadilla, el primer gobernador, y casi estuvo a
punto de acabar con el mismo Colón, que se salvó de milagro. No menos mortífera
fue la epidemia, probablemente de cólera, que siguió al huracán. Bartolomé
participó después en la guerra de La Española , la primera desarrollada en tierras
americanas de que se tiene noticia. Se inició tras el ataque de unos perros de
presa que habían llevado los colonos a un cacique indígena. Tras muchos muertos
por ambas partes, finalizó la contienda con la victoria de Ovando. Las Casas
combatió en el cacicazgo de Higüey, a las órdenes del capitán Diego Velázquez
de Cuéllar. Obtuvo como premio una encomienda con numerosos indios en la villa
de la Concepción
de la Vega , que
administró hasta 1506.
Volvió
a Sevilla para recibir las órdenes menores, fue ordenado presbítero en Roma en
1507, regresó a La Española
en 1508, compaginando sus tareas de doctrinero y encomendero, y cantó su
primera misa en Concepción en 1510. Ese mismo año se instalaron los dominicos
en la isla, primero cuatro y más tarde ocho frailes. Uno de ellos, fray Antonio
de Montesinos, fue el autor del célebre Sermón
de Adviento que, en términos tan valientes como elocuentes, amonestaba a
los encomenderos españoles por su crueldad con los nativos. Los frailes negaron
la absolución a Las Casas lo mismo que a los demás encomenderos. En esa época
de firmes convicciones religiosas la condena de la Iglesia significaba la
condena al infierno.
El
conflicto llegó hasta la corte fernandina, donde el rey aragonés y regente
castellano encargó a la Junta
de Burgos (1512-1513) la redacción de las Leyes de Indias que, junto al Testamento
de la reina Isabel (1505) constituyen el primer cuerpo doctrinal sobre
los derechos de los indios, y por extensión, la primera legislación de la
historia que puede ser calificada como defensora de los derechos humanos.
Bartolomé
de las Casas acompañó a la expedición a Cuba de Pánfilo de Narváez. Allí su
perfil dialogante y propagandista del cristianismo le valió entre los indios el
título de behique bueno. Tras la
batalla de Camagüey, y sobre todo, tras la matanza de Caonao, tuvo lugar según
la mayoría de sus biógrafos, la verdadera conversión de Las Casas, que se
enfrentó a Narváez en términos muy duros y renunció a sus encomiendas y
repartimientos.
A
partir de aquel momento, y de manera incansable, Las Casas se convirtió en el apóstol
de los indios, el defensor de sus derechos. Viajó a España en varias
ocasiones. No pudo entrevistarse con el rey Fernando, porque lo encontró ya
moribundo, pero sí con el cardenal Cisneros y años más tarde con el emperador
Carlos, que promulgó las llamadas Leyes Nuevas en 1542, estando ya muy
avanzada la conquista del continente americano.
Fray
Bartolomé viajó por Cuba, Nicaragua, Guatemala y Méjico, fue obispo de Chiapas.
En todas partes procuró que se cumplieran las leyes que protegían a los
indígenas, y hasta liberó en alguna ocasión a los indios de sus encomenderos,
lo que le granjeó enemistades y disgustos, estando a punto de ser encarcelado.
En toda América se fue agrandando la figura y la leyenda de aquel padre Las
Casas, el defensor de los indios.
Mucho
más desconocidas son sus facetas de historiador, cronista y escritor. Su obra
se ha hecho imprescindible para cualquier historiador que pretenda profundizar
en el periodo de la conquista americana. Entre sus escritos destacan el Memorial de remedios para las Indias (1518),
Historia de Indias (1517), Apologética Historia Sumaria (1536), Del único modo de atraer a los pueblos a la
verdadera religión (1537), Memorial
de los remedios (1542), Treinta
proposiciones muy jurídicas (1548) o Tratado
sobre los indios que se han hecho esclavos (1552).
Hoy
en Bigotini traemos la versión digital (clic en la portada) de su Brevísima
relación de la destruición de las Indias, obra de 1552, que es
probablemente la que mejor refleja las ideas y los afanes de Las Casas. Merece
la pena detenerse un rato en su lectura.
…que
os ofrezco a vos y a ellos al diablo. Bartolomé de las Casas.
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