Cualquier
intento de análisis sociológico, sociopolítico o histórico, nos conduce a
menudo a referencias sobre el carácter de las diferentes naciones. Los
historiadores suelen hablar de carácter nacional. Aunque estaríamos de acuerdo
en que el carácter español y el japonés, por poner un ejemplo, son muy
diferentes, como lo son el carácter europeo y el asiático, contemplados de
manera más amplia, lo cierto es que cualquier intento por describir el carácter
nacional, se desliza fácilmente hacia la caricatura.
¿Podría
encontrarse alguna medida objetiva de cómo la naturaleza humana cambia y se
perfila a lo largo del tiempo? Por sorprendente que pueda parecer, tales
medidas existen. Así, especialistas en historia económica como Botticini y
Eckstein han documentado el papel de la educación en la historia judía, y
Gregory Clark, a quien seguimos en este comentario, ha reconstruido el comportamiento económico
inglés en los 600 años que precedieron a la Revolución industrial. Una buena
parte de sus conclusiones podrían trasponerse con facilidad a muchas naciones
occidentales.
Antes
de la Revolución industrial casi todo el mundo, con excepción de las élites
dirigentes, sobrevivía a duras penas bordeando el hambre. Este nivel de
subsistencia ha sido una constante de las sociedades humanas, probablemente
desde los inicios de la agricultura allá por el Neolítico. La razón de ese
estancamiento no ha sido la falta de inventiva. El ingenio humano ha sido una
constante a lo largo de la historia. No. La razón hay que buscarla en lo que se
ha llamado el bucle malthusiano, que
fue descrito en 1798 por Thomas Malthus en su Ensayo sobre la población, que tuvo una profunda influencia en las
ideas de Charles Darwin sobre la selección natural.
El
bucle malthusiano consistía en que
cada vez que la productividad mejoraba debido a algún adelanto tecnológico, y
la disponibilidad de alimentos era mayor con el consiguiente incremento de la
salud, sobrevivían más niños hasta la madurez, lo que significaba más bocas que
alimentar que consumían los excedentes. En la siguiente generación, todos
volvían a vivir justo por encima del nivel del hambre, que era el punto de
partida.
Clark,
un profesor californiano, eligió para su estudio el ejemplo inglés, por la
copiosa información documental de que disponía, y por ser Inglaterra un país no
afectado por invasiones hostiles desde 1066. El investigador documenta cuatro
comportamientos que evolucionaron en la población inglesa entre 1200 y 1800,
así como un plausible mecanismo de cambio. Los cuatro comportamientos son el
descenso de la violencia, el incremento de la alfabetización, la tendencia al
ahorro y la propensión al trabajo.
En
efecto, las tasas de homicidio entre hombres son muy elevadas en las sociedades
de cazadores recolectores primitivas. Valga el ejemplo de los aché de Paraguay
que registran tasas de 15 asesinatos por cada 1000 habitantes. Pues bien, la
tasa de homicidios que era de 0,3/1000 en la Inglaterra de 1200 (equiparable a
las sociedades agrícolas atrasadas), se redujo a 0,1/1000 en 1600, y a menos de
la décima parte de ese valor ya en 1800.
La
tasa de alfabetización de los hombres ingleses aumentó regularmente desde un
30% en 1580 hasta más del 60% en 1800. La de las mujeres, que partía de un
exiguo 10% en 1650, igualó la de los hombres en 1875.
Las
horas laborables aumentaron uniformemente a lo largo del periodo estudiado, así
como los niveles de ahorro. A esta tendencia los economistas denominan preferencia temporal, y los psicólogos
la llaman gratificación demorada. En
el célebre experimento del psicólogo Walter Mischel con niños pequeños, invitó
a una amplia muestra de infantes a que eligieran entre tomar una sola golosina
de forma inmediata o dos golosinas si aceptaban esperar quince minutos. Los que
fueron capaces de demorar la recompensa para obtener un premio doble,
obtuvieron también mejores calificaciones escolares y superaron a los otros en
competencia social.
Estos
cambios de comportamiento en la población inglesa de 1200 a 1800 tuvieron una
repercusión económica enorme, transformando gradualmente una población
campesina violenta e indisciplinada, en una fuerza laboral eficiente y
productiva. Madrugar cada día y soportar una jornada laboral completa dista
mucho de ser un comportamiento humano natural. Los cazadores-recolectores no
aceptan de buen grado este cambio. Los comportamientos disciplinados han
evolucionado de forma gradual, y una mejor tecnología desempeñó también un
papel crucial en el aumento de la eficiencia.
Clark
nos desvela el mecanismo genético a través del cual la economía malthusiana
operó tales cambios en la población inglesa. Los ricos tenían más hijos que
sobrevivían que los pobres. Un estudio testamentario entre 1585 y 1638 desvela
que los que dejan en testamento 9 libras o menos, tenían por término medio
menos de dos hijos, mientras los testamentos de más de 1000 libras, dejaban
algo más de cuatro hijos.
Como
la población se mantuvo bastante estable durante el periodo estudiado, el hecho
de que los ricos tuvieran más hijos que los pobres condujo a un descenso social
incesante. Muchos de los hijos de ricos descendían en la escala social, ya que
la clase acomodada nunca superaba el diez por ciento del total. Y el descenso
social tuvo la consecuencia genética de que llevaban con ellos la herencia de
los comportamientos que habían hecho ricos a sus padres, menor agresividad,
mayor formación y mayores capacidades de trabajo y de ahorro. Que cambios
evolutivos tan profundos en el comportamiento social puedan materializarse en
unos pocos siglos, puede parecer sorprendente, pero resulta perfectamente
posible a la luz de los experimentos llevados a cabo por los conductistas
soviéticos sobre domesticación de animales, que obtuvieron resultados
espectaculares sólo en unas pocas generaciones.
De
manera que aunque los historiadores tiendan a explicar la Revolución industrial
como un acontecimiento relativamente súbito, es muy probable que no fuera así.
Acaso las verdaderas causas haya que buscarlas en los cambios graduales del
comportamiento humano que con una base genética, evolucionaron en las
sociedades agrarias durante los 10.000 años previos. En otras palabras, desde
el comienzo del Neolítico los humanos nos hemos ido domesticando gradualmente
hasta convertirnos en una especie que dista de los primitivos cazadores del
cromagnon tanto como los perros de los lobos o las dóciles ovejas de las
montaraces cabras. Esto hace tiempo que lo saben y lo aprovechan los
propagandistas, los gobernantes sin escrúpulos y los poderosos criminales que
desgraciadamente rigen nuestros destinos. El
profe Bigotini y yo mismo, hace ya mucho tiempo que renunciamos a escuchar la
llamada de la selva. Es muy tentadora, sí, y hace que nuestro corazón palpite
con fuerza, pero ante el anuncio de que la cena está servida y al evocar el
suave confort que proporciona la blanda cama y la seguridad del hogar, hacemos
oídos sordos a nuestro lado más salvaje. Ahí afuera hace demasiado frío y está
oscuro.
-A
mí, el ser tan guapo me ha generado muchos enemigos.
-Pero
hombre, si tú eres muy feo.
-¿Lo
ves? Otro más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario