Mientras el cachalote
herido iba frenando su marcha, llegamos al centro del rebaño. Ya no podíamos
escapar. Por suerte, los animales nadaban en torno nuestro en lugar de
atacarnos de frente. Creo que en realidad lo que estaban haciendo era tratar de
proteger a sus hembras y sus crías, formando un círculo de machos, aunque no
estoy seguro de ello…
Herman Melville, Moby
Dick.
El
cachalote
común (Physeter macrocephalus),
también llamado ballena de esperma, es el mayor de los odontocetos o cetáceos dentados. Desgraciadamente ya no quedan
ejemplares de casi treinta metros como Moby Dick. Hoy en día es difícil
encontrar machos de más de quince, aunque todavía pueden hallarse algunos
cachalotes albinos. En esta especie la cabeza representa un tercio de la
longitud del cuerpo. Su orificio nasal o respiradero está situado en el extremo
de la cabeza. Su surtidor es inconfundible, pues no brota verticalmente como el
de otros cetáceos, sino formando un ángulo característico de 45º.
Su
mandíbula inferior, mucho más pequeña que la superior, está dotada de dientes,
que no aparecen en el nacimiento, sino a partir de la madurez sexual. El cuerpo
es compacto y robusto, y se ahúsa abruptamente en la región caudal. Las aletas
laterales tienen forma de pala. El cerebro del cachalote común es casi
esférico, y pesa entre 5,5 y 9,5
Kg ., con independencia del sexo y del tamaño corporal. Las
hembras más pequeñas pueden alcanzar un índice de encefalización comparable al
de algunos simios. Como ocurre también en ciertas ballenas, a veces los
cachalotes presentan restos vestigiales de los miembros posteriores.
El
registro fósil indica que la familia de los cachalotes (Physeteridae) se diferenció del resto de los odontocetos en fechas relativamente recientes, concretamente en el
periodo Mioceno, hace entre 7 y 26
millones de años. Estos gigantes están dotados de músculos poderosos, pero
también de una considerable cantidad de grasa, que constituye más de un tercio
de su peso total, y resulta imprescindible para sobrevivir a grandes
profundidades en mares extremadamente fríos. Esta grasa también ha sido su
perdición, pues por ella los balleneros han perseguido al cachalote común de forma
implacable hasta casi exterminar la especie.
Otro
de los tesoros que encierra el cachalote está en su tubo digestivo. Es el
codiciado ámbar gris, compuesto por los restos indigeribles de su dieta
(generalmente picos de pulpos y calamares gigantes). El ámbar gris es ingrediente
habitual de los perfumes más caros y selectos. Así que, querida amiga, cuando
te acuestes entre sábanas de seda con tu gotita de Chanel nº 5 detrás de cada
oreja, recuerda de dónde procede tanto glamour.
El
cachalote
común sigue una dieta muy selectiva que prácticamente se limita a los
cefalópodos. Pulpos, grandes sepias y calamares gigantes (de hasta 20 metros y 200 Kg .) son los hallazgos
más comunes en el interior de alguno de sus tres estómagos. Muchos de esos
calamares gigantes deben resistirse a ser cazados, a juzgar por las cicatrices,
marcas y lesiones diversas que a menudo se aprecian en los cachalotes. Para
capturar a sus presas son capaces de descender a profundidades que superan los 1.200 metros . En esas
regiones abisales la oscuridad es casi completa y los ojos sirven de muy poco.
Todo indica que la visión de los cachalotes es muy limitada. Los globos
oculares son pequeños y carecen de musculatura motora, por lo que permanecen
inmóviles. Si a esto añadimos que se sitúan en los laterales de la enorme
cabeza, queda una amplia zona ciega correspondiente al hocico.
Acaso
como compensación a esta carencia, el cachalote común posee unos
asombrosos receptores del gusto. Son quimiorreceptores situados en la boca, con
los que detectan pequeños cambios en la salinidad y en los componentes químicos
del agua. Los cachalotes reconocen los océanos y los diferentes lugares de la
geografía marítima por su sabor. Pero además el cachalote común está
dotado con un órgano fantástico sin parangón entre los seres vivientes: el órgano
del espermaceti. Se localiza en la parte superior de la enorme cabeza,
y funciona a la vez como lente acústica para enfocar el sonido, y como
regulador de la flotación a grandes profundidades. Se trata de un auténtico sonar
que actúa por refracción a través de unas capas concéntricas de una sustancia
muy similar a la cera, que funcionan como un ecolocalizador.
En
el interior de uno de los estómagos de un ejemplar de cachalote se encontró un scymodon, pequeño tiburón ciego que
habita profundidades de 3.200
metros . Es común que el sonar de los submarinos detecte
cachalotes moviéndose por debajo de los 1.500 metros de
profundidad. Los conductos nasales y los senos que complementan al órgano
del espermaceti pueden controlar, calentando o enfriando, el grado de
temperatura de la cera, que tiene un punto de fusión constante de 29º C. Al
sumergirse desde las aguas cálidas de la superficie hasta profundidades más
frías, el flujo de agua en los conductos sirve para refrigerar rápidamente la
cera de la cabeza respecto a la temperatura del cuerpo, que es de 33,5º C. En
consecuencia, la cera se solidifica, encogiéndose y aumentando enormemente la
densidad de la cabeza con relación al medio acuático. Con ello se facilita el
descenso, que puede producirse a velocidades vertiginosas. Al ascender, el
flujo de sangre hacia los capilares de la cabeza, aumenta la temperatura,
calienta la cera, e incrementa la flotabilidad, lo que proporciona un impulso
ascensional asombroso.
¿No
os parece fantástico? La misma Naturaleza es fantástica. En la inmortal obra de Herman
Melville, el viejo y atormentado capitán Ajab emprende una lucha
desigual contra el gigantesco cachalote blanco. Contra Moby Dick, encarnación
monstruosa y sublime de las fuerzas desatadas de la propia Naturaleza. La
empresa del capitán Ajab está por supuesto condenada al fracaso, porque la
ridícula soberbia de los hombres nada puede contra la grandiosa obra natural.
Sirva ello de reflexión a los sabios, y de advertencia a quienes irreflexivamente
pretendan comer los frutos del árbol prohibido, y elevarse (¡pobres ilusos!) a
ser algo más que simples monos sin pelo.
Ruego
al digno representante de la oposición que no me interrumpa mientras le estoy
interrumpiendo. Winston Churchill.
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