
La
fama de este y otros parecidos prodigios hizo que muchos hombres piadosos
llegaran hasta él, deseosos de imitar su ejemplo. Fundó Benito hasta doce
monasterios en Subiaco. La dureza de la regla que instauró, no contentó a
algunos monjes que incluso intentaron asesinarle, lo que le decidió a abandonar
aquellos parajes. En Montecassino, sobre las ruinas de un viejo templo pagano,
hizo edificar el que sería el más emblemático monasterio benedictino de Italia.
El edificio se levantó venciendo hasta la oposición del mismo demonio, y Benito
se instaló en él con sus monjes. Falleció en 543 a consecuencia de unas
fiebres. Fue enterrado junto a su hermana Escolástica, a la que siempre estuvo
muy unido. Su regla, contenida en setenta y tres capítulos, podría resumirse en
la máxima ora et labora, reza y
trabaja, que muy pronto se extendió por media Europa y se hizo mundialmente
célebre. En la regla benedictina no hay lujos, se pasa frío y hambre, se
trabaja incansablemente y se obedece, sobre todo se obedece. A quienes
desobedecen está destinado el látigo y otros castigos.

Los
oscuros años de dominación gótica desde el final del Imperio Romano, habían
convertido a Italia y otros territorios de Alemania, Francia y la Gran Bretaña,
allí precisamente donde iban a arraigar con mayor fuerza las fundaciones
benedictinas, en un auténtico desierto de barbarie. Las sombras de los siglos
oscuros se habían extendido, borrando las últimas huellas de una civilización
en descomposición. En semejante escenario, el monaquismo inaugurado por San
Benito desempeñó un papel decisivo en la vida económica y social de aquella
Alta Edad Media. La tierra estaba sumida en el caos. Los ejércitos bárbaros
habían arrasado pueblos y ciudades. Los campos quedaron despoblados y los
poderes centrales, príncipes y reyes, no estaban en condiciones de hacer valer
su autoridad en los diferentes territorios. Ciertos señores periféricos,
precursores groseros del feudalismo, se habían transformado en instrumentos de
opresión. Para escapar de las violencias y vejaciones, la población se agrupó
alrededor de los monasterios, ofreciéndoles su trabajo como siervos a cambio de
la protección que les brindaban sus muros.

-¿Ese
novio tuyo, ya te ha hablado de matrimonio?
-Pues
sí, ayer me confesó que tiene mujer y dos hijos.
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