Su
nombre completo, José Cadalso y Vázquez
de Andrade, deja claro que su origen no era
precisamente humilde. Nacido en Cádiz en 1741, era hijo de una
familia noble procedente de Vizcaya. Su padre fue lo que entonces se
llamaba un indiano que se había enriquecido con diferentes negocios.
De niño estudió en París y Londres, y viajó por Italia, Alemania
y Flandes. A los dieciséis años su padre le ingresó en el
Seminario de Nobles de Madrid, y allí el joven Cadalso tuvo su
primer y traumático encuentro con la España atrasada que a partes
iguales iba a ser su pasión y su vergüenza durante el resto de su
vida. Para escapar del ambiente asfixiante de aquella institución,
José fingió primero vocación religiosa, y más tarde militar. Eran
ardides para eludir el destino que su padre le deparaba como
covachuelista, adjetivo de moda en su tiempo que podríamos traducir
por el más moderno de chupatintas. Falleció el padre de forma
inesperada, José no quiso o no supo hacer valer sus derechos
sucesorios, y perdido en la maraña jurídica, acabó siendo un joven
pobre, y tuvo que abrazar la milicia. Se alistó en el regimiento de
caballería de Borbón, luchó en Portugal, y en Madrid se halló en
las revueltas del motín de Esquilache.
Durante
esta etapa llevó una vida desordenada, dándose a la bebida y
participando en duelos y pendencias. Fue amante y protegido de la
marquesa de Escalona, una dama madura, y por entonces se le adjudicó
la autoría, nunca probada, de un libelo titulado Calendario
manual y guía de forasteros en Chipre, que satirizaba cruelmente
los usos y costumbres de la corte. Como consecuencia, fue desterrado
a Zaragoza, donde permaneció hasta 1770, dedicando sus esfuerzos a
la poesía. De vuelta en Madrid se hizo amante de la actriz María
Ignacia Ibáñez, con la que vivió un idilio apasionado que terminó
en tragedia con la muerte de Ignacia, víctima de fiebres tifoideas
cuando sólo tenía veintidós años. Cadalso frecuentó a los más
brillantes intelectuales de su generación, como Juan Pablo Forner,
fray Diego González, Iriarte, Meléndez Valdés o Nicolás Fernández
de Moratín. Ascendido a comandante, participó en el asedio a
Gibraltar. Murió a los cuarenta años tras recibir un cascote de
metralla en la sien, poco después de estrenar empleo de coronel.
En
cuanto a la obra literaria de Cadalso, sus dos obras principales,
Cartas Marruecas y Noches Lúgubres, no fueron
publicadas hasta después de su muerte. Ambas aparecieron por
entregas en el diario Correo de Madrid. Las Cartas
Marruecas constituyen una crítica despiadada de la España de su
tiempo. Fueron escritas a imitación de las Cartas Persas de
Montesquieu. En cuanto a Noches Lúgubres, se trata de una
obra intimista cargada de ingeniosos monólogos y profundas
reflexiones. Comienza con el acto sacrílego de la exhumación de los
restos de su amada por el protagonista. Es lícito considerar Noches
Lúgubres como la más clara precursora del Romanticismo
literario en lengua española.
En
Biblioteca Bigotini os ofrecemos el enlace (clic
en la portadilla) para acceder a una magnífica versión
digital de Los eruditos a la violeta,
escrita por José Cadalso entre 1771 y 1774. Se trata de una aguda
sátira de la educación imperante en la España de su tiempo. En el
subtítulo se dice que el libro está publicado en obsequio de los
que pretenden saber mucho estudiando poco. El título procede de
la costumbre que tenían muchos jóvenes petimetres de la época de
perfumarse con aroma de violetas. Con el tiempo se ha convertido en
nuestro idioma en una expresión proverbial. Dedicadle un rato a esta
amena y deliciosa obra, os aseguro que merece la pena.
El
lujo cultiva los vicios y hace despreciable la virtud. José Cadalso.
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