martes, 2 de octubre de 2018

JOSÉ CADALSO, UN ILUSTRADO EN PLENA ILUSTRACIÓN



Su nombre completo, José Cadalso y Vázquez de Andrade, deja claro que su origen no era precisamente humilde. Nacido en Cádiz en 1741, era hijo de una familia noble procedente de Vizcaya. Su padre fue lo que entonces se llamaba un indiano que se había enriquecido con diferentes negocios. De niño estudió en París y Londres, y viajó por Italia, Alemania y Flandes. A los dieciséis años su padre le ingresó en el Seminario de Nobles de Madrid, y allí el joven Cadalso tuvo su primer y traumático encuentro con la España atrasada que a partes iguales iba a ser su pasión y su vergüenza durante el resto de su vida. Para escapar del ambiente asfixiante de aquella institución, José fingió primero vocación religiosa, y más tarde militar. Eran ardides para eludir el destino que su padre le deparaba como covachuelista, adjetivo de moda en su tiempo que podríamos traducir por el más moderno de chupatintas. Falleció el padre de forma inesperada, José no quiso o no supo hacer valer sus derechos sucesorios, y perdido en la maraña jurídica, acabó siendo un joven pobre, y tuvo que abrazar la milicia. Se alistó en el regimiento de caballería de Borbón, luchó en Portugal, y en Madrid se halló en las revueltas del motín de Esquilache.


Durante esta etapa llevó una vida desordenada, dándose a la bebida y participando en duelos y pendencias. Fue amante y protegido de la marquesa de Escalona, una dama madura, y por entonces se le adjudicó la autoría, nunca probada, de un libelo titulado Calendario manual y guía de forasteros en Chipre, que satirizaba cruelmente los usos y costumbres de la corte. Como consecuencia, fue desterrado a Zaragoza, donde permaneció hasta 1770, dedicando sus esfuerzos a la poesía. De vuelta en Madrid se hizo amante de la actriz María Ignacia Ibáñez, con la que vivió un idilio apasionado que terminó en tragedia con la muerte de Ignacia, víctima de fiebres tifoideas cuando sólo tenía veintidós años. Cadalso frecuentó a los más brillantes intelectuales de su generación, como Juan Pablo Forner, fray Diego González, Iriarte, Meléndez Valdés o Nicolás Fernández de Moratín. Ascendido a comandante, participó en el asedio a Gibraltar. Murió a los cuarenta años tras recibir un cascote de metralla en la sien, poco después de estrenar empleo de coronel.

En cuanto a la obra literaria de Cadalso, sus dos obras principales, Cartas Marruecas y Noches Lúgubres, no fueron publicadas hasta después de su muerte. Ambas aparecieron por entregas en el diario Correo de Madrid. Las Cartas Marruecas constituyen una crítica despiadada de la España de su tiempo. Fueron escritas a imitación de las Cartas Persas de Montesquieu. En cuanto a Noches Lúgubres, se trata de una obra intimista cargada de ingeniosos monólogos y profundas reflexiones. Comienza con el acto sacrílego de la exhumación de los restos de su amada por el protagonista. Es lícito considerar Noches Lúgubres como la más clara precursora del Romanticismo literario en lengua española.
En Biblioteca Bigotini os ofrecemos el enlace (clic en la portadilla) para acceder a una magnífica versión digital de Los eruditos a la violeta, escrita por José Cadalso entre 1771 y 1774. Se trata de una aguda sátira de la educación imperante en la España de su tiempo. En el subtítulo se dice que el libro está publicado en obsequio de los que pretenden saber mucho estudiando poco. El título procede de la costumbre que tenían muchos jóvenes petimetres de la época de perfumarse con aroma de violetas. Con el tiempo se ha convertido en nuestro idioma en una expresión proverbial. Dedicadle un rato a esta amena y deliciosa obra, os aseguro que merece la pena.

El lujo cultiva los vicios y hace despreciable la virtud. José Cadalso.



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