Nacido
en la localidad riojana de Quel en 1796, Manuel
Bretón de los Herreros, estudió en Madrid con los
escolapios. En 1812 participó en algunos episodios decisivos de la
Guerra de la Independencia. Según algún biógrafo fue un militar
indisciplinado. Otros atribuyen el hecho de que no consiguiera
ascender en la milicia, a sus ideas liberales. En cualquier caso,
Manuel tuvo una juventud un tanto turbulenta. En 1818 perdió un ojo
en un duelo, lo que cambió su fisonomía hasta el punto de que sus
retratos de antes y después del lance, parecen de personas
distintas. En 1823 volvió a defender el liberalismo y la
Constitución de Cádiz, luchando contra el ejército invasor de los
Cien mil hijos de San Luis.
Ya
definitivamente asentado en Madrid, Bretón ingresó en los círculos
literarios de la capital, frecuentando el célebre Parnasillo donde
se reunían artistas y poetas del momento. Comenzó a escribir y a
estrenar comedias con mucho éxito, como A la vejez, viruelas
(1824) o Marcela o ¿cuál de los tres? (1831), que obtuvieron
una gran acogida por parte del público. Por entonces a punto estuvo
de volver a batirse en duelo. Su rival, nada menos que Mariano José
de Larra, con el que tuvo algún antagonismo provocado por mutuas
críticas nada caritativas que se cruzaron entre ambos. Larra le
tildó de tramposo, mujeriego y mendaz. Afortunadamente, varios
amigos comunes consiguieron que se reconciliaran. Su labor como
traductor del francés y del latín le procuró un empleo estable en
la Biblioteca Nacional. Se casó con una joven burguesa muy alejada
de la vida bohemia, y por entonces él mismo se aburguesó. Ingresó
en la Real Academia, y frecuentó el Ateneo y el Liceo. Pero cuando
su vida parecía más alejada de los sobresaltos, sufrió uno muy
importante tras el estreno de su comedia Ponchada (1840), que
desató la ira de los militares, hasta el punto de que nuestro hombre
se vio precisado a huir de Madrid para refugiarse en Burgos y San
Sebastián sucesivamente. Y es que por entonces las afrentas se
lavaban con sangre. Pasado el susto, regresó a la capital donde fue
nombrado director de la Imprenta Nacional, redactor jefe de la Gaceta
de Madrid (antecedente del B.O.E.), director de la Biblioteca
Nacional y secretario perpetuo de la Academia Española.
Como
dramaturgo, Bretón renegó del Romanticismo, lo que no le impidió
seguir cultivando la amistad de figuras egregias de ese movimiento
como el mencionado Larra, Espronceda o Juan Nicasio Gallego. Apostó
por el costumbrismo, tanto en sus comedias como en sus dramas
históricos. Puede afirmarse sin exageración que Bretón de los
Herreros constituye el nexo de unión entre el teatro moratiniano del
XVIII y lo que podríamos llamar el teatro español contemporáneo,
siendo en buena medida, el precursor en el XIX de los sainetes y las
piezas dramáticas del siglo XX. Junto a Ramón de Mesonero Romanos y
Serafín Estébanez Calderón, a quienes profesó también gran
amistad, Bretón completa el triunvirato del costumbrismo español en
las décadas centrales del diecinueve. Como autor dramático, Bretón
es sobre todo un extraordinario dialoguista, introduciendo en los
parlamentos de sus personajes los vulgarismos y expresiones castizas
que tanto iban a triunfar en el teatro español de las siguientes
décadas. A decir de algunos críticos no muy proclives al autor, el
de Bretón es un teatro de brasero, taberna y verbena. Por sus
escenarios desfilan lechuguinos, jovencitas coquetas, paletos de
provincias, hidalgos arruinados, galanes enamoradizos y suegras
implacables. Los actuales lectores de sus comedias podemos
sumergirnos en la sociedad de su época e impregnarnos de las
costumbres, los modos y las modas de sus gentes. Los espectadores que
asistieron a ellas no tenían esa necesidad, puesto que formaban
parte de aquella España (afortunadamente) irrepetible.
Cuando
se lo proponía, Bretón sabía ser mordaz hasta la crueldad, como lo
prueba este epigrama que dedicó a un médico y escritor, vecino
suyo, que se apellidaba Mata:
Vive
en esta vecindad
cierto
médico poeta
que
al pie de cada receta
pone
Mata, y es verdad.
O
como ese otro que se dedicó a sí mismo y a su condición de tuerto:
Dejome
el sumo poder
por
gracia particular,
lo
que había menester:
dos
ojos para llorar
y
uno solo para ver.
Así
que ya veis de qué pie cojeaba este riojano socarrón y trabajador
infatigable. Además del mencionado pluriempleo, Bretón publicó un
buen número de ensayos y una prolija obra poética. Pero donde más
sobresalió y se prodigó fue en los escenarios, estrenando a lo
largo de su vida literaria casi un centenar de obras dramáticas. Hoy
en Biblioteca Bigotini os ofrecemos el enlace para acceder a la
versión digital de El pelo de la dehesa,
que es probablemente su comedia más famosa y representada, y sin
duda la más representativa de la obra de Bretón. La versión que os
presentamos está tomada de la Biblioteca virtual Miguel de
Cervantes, y está editada con los proverbiales cuidado y
rigor que caracterizan esta magnífica web. Haced
clic en la portadilla y recrearos con los excelentes
diálogos y la eficaz dramaturgia de este gran comediógrafo.
No
hay nada que ayude tanto a conocerse a sí mismo como observar a los
demás.
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