De
nuestra redacción. Gran revuelo causó en todos los medios
internacionales la noticia del hallazgo con vida en los Andes
chilenos del único superviviente de la delegación del Congreso de
los Diputados español, cuyo avión se estrelló en la cordillera
cuando viajaba a Santiago para asistir a los actos del bicentenario
de la Independencia del país andino. El blog de Bigotini ha tenido
acceso en exclusiva a la grabación de las primeras declaraciones del
citado superviviente, el diputado de la mayoría, señor
Muñoz-Bonprofit. Pasamos a reproducirlas íntegramente:
<<Cuando
el comandante informó de la grave avería en los motores, la
tripulación nos ubicó a los pasajeros en los asientos de la parte
posterior, por ser la cola el lugar donde existe menor riesgo en caso
de accidente. Eso nos salvó la vida, pues al intentar el aterrizaje
forzoso, el aparato se partió en dos, muriendo en el acto los
pilotos y las azafatas que ocuparon la cabina y la parte delantera,
mientras que todos nosotros resultamos milagrosamente ilesos, salvo
algún rasguño y golpes de poca importancia. Al salir al exterior
vimos arder durante varias horas la mitad delantera del avión que
fue a parar a una agreste ladera distante un par de kilómetros de
nuestra posición. Por unanimidad decidimos no arriesgar nuestras
vidas intentando acercarnos allá.
>>Evaluamos
la situación. Éramos veinte y todos estábamos bien. Por suerte
febrero es el verano austral y de día no hacía frío. Las noches
eran más frescas, pero teníamos ropa suficiente y hasta algunas
mantas. Un riachuelo cercano nos aseguraba el suministro de agua.
Sólo nos faltaba comida..., y claro, ahí estaba el problema. Los
dos primeros días transcurrieron sin novedad, pero el tercero el
hambre hizo su aparición, y se notó en que todos andábamos de mal
humor. Aunque nadie dijo nada, en el ambiente se palpaba que todos
pensábamos en el tema tabú que puede suponerse. El quinto día
Álvarez, el portavoz de la oposición, ya no pudo más y planteó
abiertamente el canibalismo que todos sabíamos fatalmente
inevitable. Les recuerdo la composición del grupo. Éramos seis
representantes de la mayoría, cinco de la oposición, cuatro del
grupo afecto a la mayoría, tres de la izquierda radical y dos del
grupo mixto.
>>Álvarez
propuso a López Esquivel, de nuestro grupo, como primer desayuno por
ser el diputado de más edad. Naturalmente, nosotros nos opusimos.
Seis de la mayoría más cuatro del grupo afecto sumábamos diez,
contra los diez de la oposición, los radicales y el grupo mixto.
Aquel empate parecía un embrollo de difícil solución, y ya
pensábamos que íbamos a morir de hambre, cuando el ingenioso Riera,
del grupo afecto, tuvo la genial idea de proponer al estrafalario
Pepe Girón, de los independientes alcarreños, que formaba parte del
grupo mixto. Como nadie tenía la menor simpatía al pobre Girón, se
aprobó el desayuno por unanimidad. Estaba flaco y fibroso, así que
repartido entre los diecinueve, resultó un desayuno más bien
frugal, pero debo admitir que no tenía tan mal sabor como su aspecto
amenazaba.
>>Aquella
primera baza fue la perdición de las minorías. A partir de ahí
éramos diez contra nueve, y luego lo fuimos contra ocho, contra
siete..., en fin, aunque me avergüence un poco reconocerlo, pasamos
el rodillo a placer. El siguiente en caer (estaba cantado) fue el
propio Álvarez, uno de los bocados más indigestos que recuerdo.
Siguieron luego los tres representantes de la izquierda radical, pues
el resto de la oposición y la señorita Ortí, catalana del grupo
mixto, votaron con nosotros. Fue cayendo más tarde la oposición en
bloque. Recuerdo como especialmente sabrosos a Regueira y a la señora
Marín Medrano. Hubo un breve periodo de tensión cuando quedamos
once, los diez del rodillo y la señorita Ortí. Lo natural es que
ella hubiese sido la siguiente, pero el caso es que aquella mujer
tenía no sé qué que nos seducía a todos, así que se incorporó
al rodillo de la mayoría, y acabamos uno por uno con los cuatro
diputados del grupo afecto. Me dio especial pena comerme a Riera, que
en todas las maniobras anteriores había sido nuestro principal
apoyo, pero bueno, la lealtad es lo primero, así que Riera hizo una
cena bastante opípara.
>>Quedábamos
sólo siete, nosotros seis y la Ortí. Intentó librarse de mil
maneras, incluidas algunas no aptas para menores (disfrazada de
azafata estaba irresistible), pero en definitiva, el partido es el
partido, y la sacrificamos en aras de la armonía partidaria. ¡Hay
que ver qué buena estaba! Y no sólo de viva, claro está. No
exagero si aseguro que es el bocado más exquisito que he probado en
toda mi vida. Y además abundante. Cómo ya éramos nada más que
seis comensales, me tocó un muslo y media nalga. A mí nunca me han
gustado las delgaduchas. La Ortí era una de esas hembras rotundas,
como las bellezas del cine italiano de los cincuenta. Sencillamente
deliciosa.
>>Consumida
la totalidad de la oposición, quedamos los seis miembros de la
mayoría. Podría pensarse que entre compañeros hay más
consideración. Bien al contrario. Debo confesar que a Barrenechea le
teníamos todos unas ganas tremendas, y la verdad, resultó un bocado
digno de príncipes, sin llegar a la exquisitez de la Ortí, claro.
Martínez Montañés estaba un poco insípido y López Esquivel
demasiado duro. Al querido González y a Luisito Salamanca los devoré
con auténtico placer, porque siempre fueron mis más leales aliados.
Y llegó el día en que quedé yo solo. Me he pasado así casi una
semana, proponiéndome sucesivamente como desayuno, almuerzo y cena,
y rechazando yo mismo la moción una y otra vez. A punto he estado de
volverme loco. Menos mal que los servicios de emergencia chilenos
terminaron de llegar hasta allí. Ahora estoy tan gordo que han
necesitado llamar a un segundo helicóptero más potente para poder
trasladarme. En el hospital me tratan a cuerpo de rey, y hay una
enfermera preciosa que me tiene suspirando por sus huesos. >>
Una
buena novela nos hace conocer a fondo a su protagonista. Una mala nos
hace conocer a su autor. G.K. Chesterton.
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