El
primer fósil de Australopithecus africanus
se desenterró en el Transvaal sudafricano en 1924. Se trataba del cráneo casi
completo de un ejemplar infantil. Desgraciadamente el foco de atención de los
especialistas se desplazó rápidamente hacia otro hallazgo efectuado en
Inglaterra, el llamado cráneo del hombre de Piltdown, que luego resultó ser un
fraude. Después, y siempre en tierras africanas que, como parece ya
archidemostrado, son la cuna de nuestra estirpe, se fueron desenterrando muchos
más restos fósiles pertenecientes a la especie que nos interesa.
Las
zonas de habitación de Australopithecus
africanus fueron las actuales Etiopía, Kenia, Tanzania y Sudáfrica, y su
época de máxima expansión puede datarse a finales del Plioceno, si bien existe
alguna controversia en cuanto a si la aparición de A. africanus fue anterior o posterior a A. afarensis. En cualquier caso parece seguro que debieron convivir
durante algún tiempo, y que se trataba de especies íntimamente emparentadas.
Australopithecus africanus era un homínido de 1,3 m de altura que vivió
hace entre tres y un millón de años antes que nosotros. Su cerebro era
relativamente pequeño, con una capacidad de unos 400 cc., que lo aproximaba a
los actuales chimpancés. El rostro conservaba aun las pesadas mandíbulas
propias de los simios. Su dentadura puede calificarse de bastante humana,
excepto por el mayor tamaño de los caninos.
Como
A. afarensis, Australopithecus africanus
poseía una estructura ligera, con un peso aproximado de unos 30 Kg ., y por supuesto
caminaba perfectamente erguido. La hipótesis más extendida entre los
especialistas es que había abandonado las regiones boscosas para habitar en la
sabana y en espacios abiertos. Es indudable que se socializaba en grupos
familiares similares a los que pueden observarse actualmente entre los grandes
simios. También parece probado que estos individuos cazaban en grupos, o que al
menos eran capaces de disputar las presas a grandes carnívoros, alimentándose de
la carroña. Mucho más dudoso es el hecho de que manejaran herramientas, como
algunos les han atribuido. Los supuestos utensilios de hueso que se han hallado
en sus yacimientos están fabricados de manera tan tosca que acaso sólo son
restos de la comida de alguna hiena. Con todo, los vegetales, tallos, raíces y
semillas, constituían lo principal de su dieta.
Tal
como ocurre con A. afarensis, a la
vista de los datos de que disponemos resulta imposible afirmar con seguridad
que Australopithecus africanus fuera
uno de nuestros antecesores directos. De lo que no cabe la menor duda es de que
se trata de una criatura con la que compartimos un antepasado común no
demasiado lejano en el tiempo geológico. Por las características que conocemos
de las diferentes especies fósiles, en Bigotini optamos por considerar nuestro
antepasado a Australopithecus afarensis,
de quien hablamos en un reciente artículo. No obstante, ya sabéis que estas
opiniones están sujetas a continua revisión, en virtud de los hallazgos fósiles
que vayan surgiendo. El profe aun espera ansioso que desentierren un cráneo con
una gran nariz de berenjena.
El mejor maestro es el tiempo. Desgraciadamente acaba matando a todos sus discípulos.
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