Billy
Wilder, que como todo el mundo sabe, es el dios de Trueba, dijo que Charles Laughton era el más grande de todos los actores. Y dicho por un dios, la cosa cobra
mayor importancia. Parece que Alfred Hitchcock no era de la misma opinión, pues
una vez declaró: no volveré a trabajar
con animales, con niños, ni con Charles Laughton. Se ve que el viejo
Laughton era una personalidad controvertida. Sin duda debió ser un poco
engreído cuando, burlándose del célebre método del Actors Studio, dijo: un actor
del método te ofrece una fotografía; yo prefiero hacer una pintura al óleo.
Pero en definitiva, ¿qué actor no posee un ego hipertrofiado? Eso forma parte
del bagaje profesional.
Sea
como fuere, Charles Laughton fue un gigante de la escena. A partir de su
portentoso Enrique VIII, papel en el que consiguió llenar la pantalla con su
prodigiosa interpretación, dándose a conocer en el mundo entero, el
reconocimiento a su singular talento fue unánime. Desde nuestro blog os
proponemos la revisión de la magnífica creación que hizo Laughton del personaje
de Quasimodo, el jorobado de Notre Dame. Una completa demostración de talento y
sensibilidad en uno de los más difíciles retos a que puede enfrentarse un
actor. Como siempre os decimos, haced clic en la imagen, y recrearos con el
recuerdo de este auténtico coloso de la interpretación.
Próxima entrega: Ann Sheridan
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