Mateo Alemán
nació en Sevilla en 1547, precisamente el mismo año en que Miguel de Cervantes fue
bautizado en Alcalá. Era hijo de un judeo-converso del que se sabe que ejerció
como cirujano en la Cárcel Real sevillana. Su madre era medio andaluza y medio
florentina, así que el joven Mateo heredó una mezcla interesante de sangres y
de culturas. Comenzó sus estudios de la mano de Juan de Mal Lara, un erasmista
ilustre y genial. Con semejante comienzo no puede sorprender que nuestro
protagonista eligiera el camino de las letras. En efecto, la pluma le atraía
más que el bisturí, pues al parecer inició estudios de medicina en Salamanca y
Alcalá, pero nunca llegó a licenciarse.
En
aquella España de finales del XVI la vida no resultaba nada fácil,
especialmente para el hijo de un converso. Desde luego, la de Mateo no fue
precisamente plácida. En su tortuosa biografía encontramos un matrimonio
forzado con una tal doña Catalina, consecuencia de un préstamo que no pudo
devolver. Siguió dando tumbos. Se dedicó algún tiempo al negocio ignominioso de
la trata de esclavos. Se granjeó varios enemigos importantes a causa de un
informe “secreto” sobre el trabajo forzoso en las minas de Almadén. Fue
encarcelado dos veces por deudas en Sevilla… Finalmente, ya viejo, obtuvo en
1608 licencia para pasar a México, algo que generalmente sólo se permitía a
quienes podían demostrar “limpieza de sangre”. En la capital azteca pasó
plácidamente sus últimos años, sirviendo como secretario al arzobispo fray
García Guerra. No se tienen noticias suyas a partir de 1615, así que debió
fallecer por entonces.
Aparte
de la traducción del latín de las Odas de
Horacio, de una Vida de san Antonio
de Padua, y de un prólogo para la obra Proverbios
morales de Alonso
de Barros, Alemán invirtió todo su ingenio y su talento literario en
una sola obra, el Guzmán de Alfarache,
publicada en dos partes en 1599 (Madrid) y 1604 (Lisboa). El Guzmán es una obra
maestra de la novela picaresca, comparable al Lazarillo y al Buscón, y
hasta superior a ellas en muchos aspectos. Desde su misma primera edición, el
Guzmán se convirtió en el primer best
seller de la Historia. Se tradujo al francés, al italiano, al inglés, al
alemán y al latín, y su influencia en la literatura europea del XVII fue
extraordinaria. Influyó de forma muy especial en Cervantes, Quevedo, Sterne, Von
Grimmelshausen, Villaroel…
En
su Guzmán, Mateo Alemán despliega un dominio absoluto del mundo del hampa, los
usos y la jerga de los maleantes, acaso por sus propias experiencias
personales. A diferencia de otros pícaros más inocentes como Estebanillo González o el propio Lázaro de Tormes, Guzmán es un delincuente
incorregible que una y otra vez recae en sus vicios. El devenir biográfico de
su autor, le convierte en un pesimista con una nula confianza en la bondad de
los hombres. El mensaje de la obra es misantrópico y fatalista. A pesar de esa
negra perspectiva, salvan al Guzmán la maestría literaria de Alemán y ese humor
sarcástico que rezuma, no exento en ocasiones de su pequeña dosis de ternura.
En el fondo, todos los cínicos son unos sentimentales.
Biblioteca
Bigotini os invita a la lectura de la edición digital de la segunda parte del Guzmán de Alfarache. Haced clic en la
portada y sumergíos en el turbio ambiente del hampa de la España
imperial que fletaba galeones repletos de oro mientras la mayor parte del
pueblo se consumía en la más negra de las miserias.
En
la Italia de los Borgia tuvieron durante treinta años guerra, terror, torturas
y asesinatos, pero produjeron las mejores obras de arte de la Historia. En Suiza
han tenido quinientos años de paz, democracia y amor fraternal, y ¿qué han
producido?: el reloj de cuco. Oscar Wilde.
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