Siguiendo
a Maxime Rodinson, diremos que tanto el
Corán como la tradición islámica ven con buenos ojos la búsqueda de la ganancia,
así que el comercio, la actividad mercantil y en general, la economía, fueron
actividades florecientes en el al-Andalus peninsular. La actividad comercial
andalusí estaba principalmente enfocada hacia el resto de países islámicos,
norteafricanos y orientales. El comercio marítimo se dirigió mayoritariamente
al Mediterráneo, ignorando casi por completo el Atlántico. Con los núcleos
cantábricos de resistencia y los incipientes reinos cristianos del norte,
apenas hubo más relación que las ocasionales incursiones armadas. Y a
diferencia de lo que sucedía en esos territorios agrestes y poco poblados, la
economía del Islam peninsular gozó de gran dinamismo.
La
principal actividad económica fue con diferencia la agricultura. Adquirieron
singular importancia los regadíos que se establecieron en los valles fluviales
más fértiles, como los del Ebro y el Guadalquivir. Sólo en este último, se
estima que en el siglo X llegó a haber unas 5000 norias. Los cereales
resultaron también una importante fuente de riqueza, recogiéndose de algunos
varias cosechas al año. Tuvieron asimismo importancia los cultivos del olivo,
los naranjos, los almendros, la caña de azúcar, el algodón, el lino, el
azafrán, la berenjena o la palmera datilera, entre otros. Los musulmanes
andalusíes cultivaron también la vid, y el vino, a pesar de la prohibición
coránica, se consumió extensamente con la excusa de su empleo medicinal. Se
calcula que alrededor del 70% de la población se dedicaba a labores agrícolas.
En ganadería destacaron la ovina y la caprina, sin olvidar la importancia de
los caballos, imprescindibles para la guerra, y de los asnos y mulas necesarios
en tareas de acarreo y de labranza. Los cerdos, por motivos obvios, sufrieron
un gran retroceso con relación al periodo anterior.
La
mayoría de la población era musulmana. Sobresalían en ella por su número los
muladíes (75%), descendientes de hispanovisigodos que abrazaron el Islam. Los
árabes, aunque minoritarios, constituían la clase dirigente, detentando los
principales cargos políticos, militares y religiosos. Los beréberes que en
sucesivas oleadas, se habían incorporado como fuerza de combate, se arabizaron
notablemente, aunque en general ocuparon posiciones inferiores con relación a
la elitista casta de los árabes. Beréberes y muladíes estaban invitados más que
obligados, a pagar el zacat, un
diezmo que se entregaba en calidad de limosna. Sin embargo, la población no
musulmana, mozárabes (cristianos) y judíos, sufrían una presión fiscal mucho
más dura, debiendo abonar un tributo personal o yizya, y otro territorial, el jarach,
que podía representar en algún caso más de la mitad de los ingresos.
Ambos
grupos, mozárabes y judíos, formaban la amma,
o clase tributaria, en contraposición a la jassa
integrada por los linajes árabes dominantes. Esa presión fiscal, unida a otros
agravios y discriminaciones, empujó a muchos mozárabes y no pocos judíos a
emigrar hacia el norte, estableciéndose muchos en las dos márgenes del Duero, cuyo
valle se consideraba tierra de nadie.
En las décadas que siguieron a la decadencia del poder andalusí, constituyeron
una quinta columna que contribuyó a repoblar las tierras que los cristianos del
norte fueron ganando.
El
último sector de la población andalusí lo formaban los esclavos, gentes de
origen muy diverso, desde prisioneros procedentes de los ejércitos cristianos o
de las acciones piráticas del Mediterráneo, hasta negros africanos o esclavos
de la Europa oriental, eslavos, de
donde deriva el vocablo esclavo.
Probablemente sólo hay dos cosas que no tienen final: el universo y el impuesto sobre la renta. Albert Einstein.
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