Montañés
nacido en Treceño hacia 1480, Antonio de
Guevara era el hijo segundón de Juan Beltrán de Guevara, señor
de Escalante, y de su esposa Inés de Ureña, una judeoconversa cuya sangre
enturbió no poco el rancio abolengo de la familia paterna. El matrimonio aportó
a cambio buenos dineros al señorío, que ya entonces, como ahora y como siempre,
suelen ser bien recibidos. En su infancia, Antonio fue paje del príncipe don
Juan, y muerto este, de la reina Isabel la Católica, que le quiso como a un
hijo. A la muerte de la soberana, Antonio profesó en la orden de los hermanos
mínimos de San Francisco, ejerciendo como mantenedor de los monasterios de
Arévalo y de Soria. El emperador Carlos le llamó a su lado, y con él Fray
Antonio de Guevara participó activamente en sofocar la revuelta de los
Comuneros en 1520. Salió del trance mal
tratado y peor servido, como él mismo escribió, pero se convirtió desde
entonces en compañero inseparable de Carlos I. El emperador lo tuvo por una
especie de representante de Dios en sus negocios políticos y de armas.
En
efecto, Fray Antonio acompañó al soberano en su viaje a Inglaterra, donde tanto
habrían de influir sus obras. También participó en la represión de los moriscos
valencianos de la sierra del Espadán, donde fue herido en 1526; y en la guerra
de los moriscos de Granada. En 1527 Carlos le nombró cronista oficial.
Participó en la junta de teólogos de Valladolid que dictaminó sobre las obras
de Erasmo de Róterdam, actuando allí como agente del emperador, y consiguiendo
un dictamen favorable a las doctrinas erasmistas a las que se inclinaban tanto
Carlos como él mismo. A Guevara se debe pues en gran medida, la difusión que
tuvo en España el sabio de Róterdam hasta la llegada de Felipe II, la
Contrarreforma y la pujanza inquisitorial que siguió. Aun acompañó en 1535 al
emperador en la empresa de Túnez, estuvo en su coronación de Roma y más tarde
en Nápoles.
Su carrera eclesiástica fue también brillante, al amparo de su peso en la corte. Fue nombrado obispo de Guadix en 1528, y de Mondoñedo en 1537, en cuya catedral reposan sus restos desde que falleció en 1545. Lo cierto es que sus cargos cortesanos paralelos a su labor literaria, apenas le permitieron aparecer por sus diócesis. En época reciente, biógrafos e historiadores consideran a Guevara autor de los principales escritos y discursos que se conservan de Carlos I.
En
cuanto a la obra de Fray Antonio de Guevara, cabe destacar El libro áureo de Marco Aurelio, impreso en Sevilla en 1528; Reloj de Príncipes (Valladolid, 1529); Epístolas familiares (Valladolid, 1539 y
41); Década de Césares (Valladolid,
1539); Arte de marear (Valladolid,
1539); Aviso de privados y doctrina de
cortesanos (Valladolid, 1539); Oratorio
de religiosos y ejercicio de virtuosos (Valladolid, 1542) y las dos partes
de su Monte Calvario, cuyas fechas de
primera edición se desconocen. Pero sobre toda su obra sobresale Menosprecio de corte y alabanza de aldea, que
se dio a la imprenta en Valladolid y en 1539, como muchos de sus libros, y
cosechó un gran éxito entre las gentes de letras de su generación y las
posteriores. Traducido al inglés, fue un auténtico best seller en aquel país, y se editó en diversas lenguas europeas.
Tanto el estilo literario de Guevara como el propósito de toda su obra, se encuadran en el Renacimiento más puro que se puede concebir. En la forma recoge influencias italianas y en el fondo sigue en gran medida al maestro Erasmo. La prosa de Guevara tuvo grandes admiradores entre los principales autores de nuestro Siglo de Oro. Cervantes le tuvo por autor de cabecera, y en el escrutinio de los libros que se hace en uno de los capítulos del Quijote, no se ahorran alabanzas a su obra. De nuestra biblioteca Bigotini traemos hoy la edición digital del Menosprecio de corte, una pieza fundamental de la literatura renacentista en castellano. Haced clic en el enlace y disfrutad la delicia literaria y la fineza intelectual de Fray Antonio de Guevara, sin duda uno de los grandes.
No poco sino mucho es bienaventurado el que bive en aldea, pues no ha menester escuderos que le acompañen, moços que le tengan la mula, ni rasos de Florencia para traer en verano. Fray Antonio de Guevara.
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