Luisa
Santiaga Márquez Iguarán era una joven criolla de Aracataca, en el departamento
colombiano de Magdalena, una jungla tropical de lluvias torrenciales. Como era
una mocita muy hermosa, se fijó en ella el topógrafo Gabriel Eligio García, y
la cortejó sin desanimarse a pesar de la oposición frontal de los padres de la
joven. Le hizo regalos, le escribió poemas, y hasta dio bajo su balcón
serenatas de violín. Esto puede parecer el comienzo de El amor en los tiempos del cólera, pero no: es la historia
romántica completamente real que protagonizaron los padres de Gabriel García Márquez, Gabriel José de la
Concordia, para ser precisos, que fueron los nombres que le impusieron en el
bautismo. Finalmente la insistencia del galán Gabriel Eligio obtuvo su premio,
y los severos padres de Luisa Santiaga acabaron cediendo a las pretensiones de
la pareja y consintiendo en el enlace. De aquella unión fue fruto el pequeño
Gabriel. Corría el mes de marzo de 1927.
Su
padre, que debía ser muy estudioso, se graduó como farmacéutico y marchó con su
joven esposa a Barranquilla donde regentó una botica. El pequeño Gabriel quedó
entonces a cargo de sus abuelos, el coronel Nicolás Márquez, un veterano de la
Guerra de los Mil Días empeñado en disputas de honor (se cargó en un duelo a un
rival político), y en la defensa de los desheredados. Quienes conozcáis Cien años de soledad no habréis tenido
dificultad en identificar al mítico coronel Aureliano Buendía como un trasunto
del mismo abuelo del autor.
En
cuanto a la abuela, Tranquilina Iguarán, era una mujer con una portentosa
imaginación, que llenó la infancia de su nieto con historias de fantasmas y
aparecidos, espíritus con los que ella convivía con la mayor naturalidad. En
ella se inspiró sin duda la fabulosa Úrsula Iguarán, personaje clave de sus “Cien años”. Muerto el abuelo y aquejada
de ceguera la abuela, puede decirse que a los ocho años terminó abruptamente la
infancia de Gabriel. El resto de su edad escolar y juventud, podría parecer
hasta convencional si añadimos que cursó estudios primero en un internado de
Barranquilla, después en el colegio de los jesuitas, y finalmente en Bogotá,
donde estudió leyes, destacó en el fútbol y el atletismo, y se prendó de Kafka
y de Borges, entre otros, a través de la lectura de sus obras.
Bien, pues como ya tenemos a García Márquez sumergido en sus lecturas, a nadie extrañará que también le diera por escribir y publicara su primer cuento, La tercera resignación, en el diario El Espectador. Corría el año de 1947. Por la escritura abandonó sus estudios, lo que naturalmente, no impidió años más tarde que fuera nombrado doctor honoris causa por varias universidades de todo el mundo. Ejerció con aplicación el periodismo en Cartagena y en Barranquilla. Se casó con Mercedes Barcha que como él, era también hija de un boticario. Su hijo Rodrigo nació en 1959, y en 1961 los tres se trasladaron a Nueva York, donde Gabriel ejerció como corresponsal. Su decidido apoyo a Castro y la Revolución cubana terminó por hacer imposible su estancia en USA, y la familia se trasladó a México D.F., donde nació Gonzalo, el segundo hijo.
En
1967, cuando tenía cuarenta años, se publicó Cien años de soledad, un
éxito casi inmediato que catapultó a la fama a su autor. No hay para menos. A
juicio de quien escribe estas líneas, es obra que introducida en un hipotético
selecto grupo de las mejores obras literarias en castellano de todos los
tiempos, acaso sólo cederá el puesto al Quijote
cervantino. García Márquez es el máximo representante de lo que se ha dado en
llamar Realismo Mágico, y además de las ya citadas, destacamos en su
producción La hojarasca, El coronel no
tiene quien le escriba, La mala hora,
El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada, El general en su
laberinto, Del amor y otros demonios o Memoria
de mis putas tristes. Cualquiera de ellas sería suficiente motivo para hacerle
ocupar un lugar de honor en las letras españolas.
Está también la faceta política de Gabriel, Gabo, como le apodaron amigos y hasta enemigos, que de todo hubo. Nunca ocultó su afinidad con Fidel, lo que le convirtió en un personaje incómodo en muchos países. Y eso a pesar del enorme prestigio que adquirió tras obtener el Nobel de Literatura en 1982. Hoy traemos a nuestro Bigotini literario uno de sus relatos breves: El rastro de tu sangre en la nieve. Clic en el enlace y disfrutad su mágica prosa.
https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=El+rastro+de+tu+sangre+en+la+nieve.pdf
Al anochecer, cuando llegaron a la frontera, Nena Daconte se dio cuenta de que el dedo con el anillo de bodas le seguía sangrando.
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