Wilson McCoy, uno de los más grandes
clásicos del cómic, nació en 1902 en Troy, Missouri. Era el sexto de siete
hermanos de una familia modesta. Su padre falleció cuando Wilson tenía once
años, lo que le obligó a trabajar ocho horas diarias en una droguería después de
la escuela, para ayudar a la economía familiar. Comenzó a dibujar en una
agencia publicitaria de St. Louis. Estudió más tarde arte en Chicago y
Washington, y en la academia de la capital federal conoció a Dorothy, también
artista, que se convirtió en su mujer.
En
1931 Wilson sobrevivió de milagro a un gravísimo accidente de tráfico, lo que
limitó su movilidad e hizo que a partir de entonces siguiera dibujando en su
casa de Barrington, Illinois, donde permaneció hasta su muerte acaecida en 1961.
Se convirtió así en una especie de pionero del teletrabajo.
Su labor se centró en la publicidad hasta que en 1942 su amigo Ray Moore fue llamado a filas, y Wilson le sucedió como dibujante de The Phantom, El Fantasma, que en España y otros países de habla hispana se llamó El hombre enmascarado.
La
serie, que antes de la llegada de McCoy no se encontraba entre las más seguidas
por los lectores, experimentó un cambio radical a partir de aquel momento. A
ella se incorporó como guionista Lee Falk, que ya había alcanzado gran éxito
con su serie Mandrake el mago, y lo
alcanzaría mucho mayor años después con Spiderman.
También Dorothy, la esposa de Wilson, se encargó del relleno de fondos, de
colorear las páginas dominicales y de rotular los bocadillos.
Wilson
McCoy desarrolló un estilo gráfico único y muy personal que algunos críticos
calificaron de arte ingenuo.
Preparaba las viñetas tomando fotografías de amigos y familiares para situar
los personajes y la acción de las historias. En su trabajo pueden apreciarse fuertes
influencias del cine negro, aportando Falk con sus guiones un toque surrealista
que convirtió a la serie del enmascarado en una de las más modernas y
vanguardistas del cómic del siglo XX. Muchos críticos han comparado el grafismo
de McCoy con el del pintor Edward Hopper, principal exponente del llamado realismo americano. En efecto, gran
parte del atractivo y el tirón de The Phanton deben atribuirse al
contraste entre el protagonista de la serie, un misterioso vengador enmascarado
vestido con mallas, y el resto de los personajes habituales o circunstanciales:
gentes absolutamente corrientes en las que el lector podía reconocer a sus
amigos, sus vecinos o a sí mismo.
Sobreponiéndose
a su discapacidad, Wilson McCoy realizó varios viajes a lugares exóticos en los
que, siempre con su cámara fotográfica en ristre, obtuvo abundante material
para ilustrar sus aventuras. Precisamente en un viaje al Congo contrajo la
enfermedad que le llevó a la tumba. La serie continuó con otros dibujantes,
algunos tan notables como Carmine Infantino o Sy Barry, pero con McCoy se
perdió gran parte de su esencia. La línea clara con contornos gruesos, el
sombreado y la particular atmósfera a medio camino entre el cine y la pintura,
no volverían a recuperarse.
Para
recordar como merece el talento de Wilson McCoy, os dejamos unas muestras de
sus páginas y viñetas. Disfrutadlas.
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