El
llamado proyecto Manhattan que llevó a cabo el gobierno de los Estados Unidos
durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió para desarrollar la primera bomba
atómica. Se inició tras la carta que en 1939 Albert Einstein dirigió al
presidente Roosevelt, haciéndole partícipe de la preocupación que le había
inspirado su colega el físico Leó Szilárd, quien estaba convencido de que los
nazis trabajaban en un proyecto similar.
En
1942, el físico italiano Enrico Fermi
con varios de sus colaboradores, trabajaba en unas canchas deportivas de la
Universidad de Chicago. Utilizando uranio, consiguieron producir una reacción
en cadena.
Fermi se basó en los trabajos de Lise Meitner y Otto Frisch que habían demostrado en 1939 cómo un núcleo de uranio podía fraccionarse en dos pedazos, liberando neutrones y una extraordinaria cantidad de energía. En su experimento de 1942, Fermi tuvo la gran idea de utilizar unas barras de metal que absorbieran los neutrones, permitiendo así que pudiera controlarse la velocidad de reacción.
La
fisión nuclear, como se conoce al proceso,
consiste en la división controlada del núcleo de un átomo, generalmente de
uranio. Al dividirse el núcleo en trozos más pequeños, se producen neutrones
libres, núcleos más ligeros y mucha energía. Los neutrones rompen otros átomos
de uranio, generándose así una reacción en cadena,
de esta manera el proceso continua y se retroalimenta, produciendo enormes
cantidades de energía con un aporte de materia –en este caso, uranio–
relativamente pequeña. Es decir, mucha energía a muy bajo coste. En el interior
de un reactor nuclear el proceso se modera para que la reacción se produzca de
forma controlada y la energía se libere a una velocidad también controlada.
Sin
embargo, en las armas nucleares la reacción en cadena se produce a una
velocidad muy elevada, sin ningún tipo de control. Fermi y su equipo
experimentaron este segundo tipo de reacción en el desierto de Nuevo México dos
años después de la experiencia de Chicago. En esta ocasión, en la que
utilizaron plutonio, la intención era que la reacción nuclear quedara
absolutamente fuera de control. El objetivo era ver hasta dónde podía llegar
semejante liberación de energía. El resultado fue tan impresionante que dejó
pasmados a los propios experimentadores.
Tal
como es sabido, las dos siguientes experiencias se llevaron a cabo sobre dos
ciudades japonesas que pasaron a la historia de una forma trágica, produciendo
unas explosiones nucleares terroríficas y mortales. El hecho abrió una caja de
Pandora que todavía continúa abierta. Sólo el tiempo dirá si los demonios
liberados entonces acabarán conduciéndonos a todos al infierno.
No suelo rezar, pero si estás ahí, ¡sálvame Supermán! Homer Simpson.
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