En
el Génesis bíblico, Onán era el segundo hijo de Judá. Su hermano mayor había
fallecido sin dejar descendencia, así que siguiendo la tradición y las
costumbres del pueblo elegido, Judá ordenó a Onán que se acostara regularmente
con Tamal, la viuda de su hermano, para darle hijos que pudieran heredarle. El
caso es que a Onán no le agradaba la idea de engendrar sobrinos que le
despojaran de su herencia, así que cada noche visitaba a Tamal y yacía con
ella, pero llegado el momento arrojaba su
semilla en tierra. Yhavéh, el dios de Israel, que por aquel entonces no
pasaba ni una, mató a Onán para castigar su mezquindad. Así lo recogen las
escrituras.
El
episodio contado de esta manera sugiere más bien un coitus interruptus, pero por aquello de que Onán arrojaba su semilla en tierra, hubo
quienes vieron en ello una referencia a la masturbación, por eso en los
trabajos sobre sexología, a la masturbación suele llamarse onanismo.
Pues
bien, el onanismo o la masturbación no es un fenómeno ni mucho menos exclusivo
de los seres humanos. La conducta se ha documentado ampliamente en muchas
especies animales. Se da fundamentalmente entre los mamíferos, pero tampoco de
forma exclusiva, porque también la practican con asiduidad otros vertebrados.
Un
ejemplo muy curioso se da entre los machos jóvenes de iguana marina de las
Galápagos. Resulta fácil ver a un grupo de ellos secándose al sol, teñidos de
un delicado tono rojizo y exhibiendo su flamante cresta de espinas de casi
veinte centímetros de la cabeza a la cola. Están listos para actuar, deseosos
de utilizar alguno de sus penes, pues como muchos reptiles, tienen dos penes,
izquierdo y derecho. Pero como son jóvenes y por tanto pequeños, no tienen
muchas oportunidades. No es sólo que las hembras prefieran a los machos grandes
y maduros. Lo que ocurre es que cuando consiguen montar a una hembra, lo más
probable es que un macho de mayor tamaño acabe echándolos a un lado antes de
alcanzar el clímax. Por eso los machos jóvenes se
masturban al ver una hembra. Consiguen así reducir el tiempo necesario para
eyacular si por fin alcanzan un encuentro. Así de sencillo.
Perros
de ambos sexos suelen autoestimularse con la lengua, y entre diferentes
especies de herbívoros son comunes los frotamientos contra postes u otros
objetos. Pero quienes ostentan el record masturbatorio son (somos) con
diferencia los primates. Las hembras de mangabey de collar de África Occidental
se estimulan con la mano mientras son penetradas por un macho. Tanto machos
como hembras de orangután se autoerotizan con juguetes sexuales que fabrican
con hojas o ramas. Por cierto que los consoladores se conocen en nuestra
especie desde épocas prehistóricas. Entre otros grandes simios la masturbación
es habitual en libertad, adquiriendo un grado frenético en cautividad. No hay más
que visitar cualquier zoológico para apreciarlo. Se han querido encontrar
diferentes causas para este comportamiento, aunque acaso la mejor explicación
sea la más sencilla. Los simios, como cualquier otro animal, en libertad
emplean la mayor parte de su tiempo en la búsqueda de alimentos. Como en
cautividad el problema alimenticio está resuelto, sencillamente tienen más
tiempo para otras actividades, y la masturbación resulta una de las más
gratificantes.
Entre
zoólogos y primatólogos se hizo célebre el caso de una chimpancé hembra criada
entre humanos como otra niña de la familia, que solía masturbarse mirando las
páginas centrales de la revista Playgirl,
donde aparecían fotos de modelos masculinos desnudos. Otro caso curioso es el
de los machos de ciervo, que se masturban frotando las puntas de sus
cornamentas contra la hierba. Son órganos hipersensibles que podrían
considerarse zonas erógenas. Por este procedimiento consiguen eyacular en
apenas quince segundos. Algunos venados que no han tenido acceso a los harenes
de hembras realizan esta práctica autoerótica varias veces al día. En fin, ya
veis que el asunto es prácticamente universal.
Estoy
escribiendo la biografía de un tipo que pasó de ser militar a convertirse en
estrella del porno.
Se
titulará “De cabo a rabo”.
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