Nacido
en Angers en 1754, Joseph Louis Proust
fue francés de nacimiento y español de adopción. Adquirió los
primeros conocimientos de botánica y farmacología en la farmacia de
su padre y en el jardín botánico de su localidad natal. A los
veintiún años obtuvo la plaza de farmacéutico jefe en el hospital
de la Salpétrière de París. Allí tuvo oportunidad de frecuentar
al gran químico Lavoisier, que lo tomó bajo su protección. A los
treinta años realizó junto a su colega Rozier una de las primeras
ascensiones en globo aerostático, en presencia del rey francés Luis
XVI y de Gustavo III de Suecia.
Cuando
en España la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, instaló
unos laboratorios de química y metalurgia considerados los más
modernos y mejor dotados de su tiempo, Proust fue contratado para
impartir clases de química en esas instalaciones del Real Seminario
de Vergara. Poco más tarde, recomendado por Lavoisier, Carlos III le
encargó la enseñanza de química en el Real Colegio de Artillería
del Alcázar de Segovia, donde permanecería hasta 1806.
Fue
en este escenario segoviano donde Proust maduró y enunció la Ley
de las proporciones definidas, destinada a convertirse
en uno de los imprescindibles fundamentos de la química moderna.
Este principio básico establece que todas las sustancias se combinan
en proporciones determinadas y constantes. Sirvió de base nada menos
que a la Teoría Atómica de Dalton, e inspiraría los trabajos de
Amedeo Avogadro o de Dimitri Mendeleyev, entre otros, así que Proust
y su ley constituyen uno de los pilares fundamentales de la ciencia.
También
en España y en 1792, puso en juego Proust su experiencia en la
construcción y manejo de globos aerostáticos, para realizar los
primeros vuelos con fines militares de que se tiene noticia en la
Historia. En Segovia, y en presencia de Carlos IV y del muy ilustrado
conde de Aranda, tuvo lugar el reconocimiento aéreo de las defensas
de unas baterías artilleras situadas en El Escorial. Esto sucedió
un siglo antes de la creación del Servicio de Aerostación del
Ejercito, y junto a Louis Proust que dirigió las operaciones, es de
justicia citar a los oficiales Pedro Fuertes, Manuel Gutiérrez,
César González, y los cadetes Gesualdo Sahajosa y Pascual Gayangos,
todos ellos pioneros de la aeronáutica española y mundial.
En
1799 colaboró Proust en la fundación de los Anales de Ciencias
Naturales, considerada la primera revista científica española.
Cabe también destacar sus trabajos sobre el refinado del azúcar, y
la demostración de la presencia de glucosa, tanto en la caña
azucarera como en las uvas o la miel. En su academia de Segovia creó
y enriqueció una importante biblioteca científica que
desgraciadamente resultó destruida durante la invasión francesa, lo
mismo que el magnífico laboratorio de la institución. Viajó a
Francia por motivos familiares en 1806, de donde ya no pudo regresar
tras declararse la guerra. Falleció en su ciudad natal de Angers en
1826.
Nos
complace recordar desde nuestra atalaya divulgadora la figura y el
talento de Louis Proust, uno de los gigantes de la ciencia a quien
acaso no se ha hecho suficiente justicia.
Hace
años llegué a este país sin cinco centavos. Hoy puedo decir
orgulloso que tengo cinco centavos. Groucho Marx.
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