André
Breton nació en Trinchebray, Normandía, en 1896.
Inició los estudios de medicina que abandonó en 1916 al ser llamado
a filas durante la Primera Guerra Mundial. Destinado en un hospital
psiquiátrico, estudió la obra de Freud y se interesó por la
escritura automática, fenómeno que exploró de manera exhaustiva.
En esos años tomó contacto con Jacques Vaché y con el poeta Paul
Valéry. Conoció también el movimiento dadaísta, por
el que se sintió fascinado. Publicó su primera obra, Los
campos magnéticos, en 1920. En ella profundizó en las
posibilidades de la escritura automática, y a través de ese trabajo
sentó las bases de la expresión artística sin intervención
consciente del intelecto, una idea que está en la misma raíz del
surrealismo, movimiento
del que Breton puede considerarse fundador junto a Louis Aragon y
Philippe Soupault. Con ellos dirigió la revista Littérature,
y en 1924 redactó el Manifiesto del Surrealismo, un opúsculo
que hizo furor entre muchos intelectuales revolucionarios de su
tiempo. Con Aragon y Éluard se afilió al Partido Comunista.
En
1926, con ocasión de la publicación del Segundo Manifiesto
Surrealista, Bretón unió de forma indisoluble el movimiento
artístico al marxismo, lo que provocó una especie de cisma y
numerosas escisiones entre los intelectuales y artistas afines al
surrealismo. Para quienes le conocieron y trataron íntimamente,
André Breton fue una especie de paradoja viviente, pues si en el
terreno personal era amable y cálido, en lo relativo a la defensa de
las esencias del movimiento actuó de forma implacable, por lo que se
le consideró el “papa del surrealismo”. Entre los excomulgados o
expulsados destacan nombres como los de Robert Desnos y Salvador
Dalí, a quien Breton rebautizó como “Ávida Dollars”,
transcripción malintencionada y sin embargo muy acertada, de las
letras de su nombre.
Viajó
a España por vez primera en 1922, frecuentando nuestro país en los
años treinta, durante la época republicana. En el 34 viajó a
México y conoció a Trotski, cuya amistad le reafirmó en sus
principios revolucionarios. Redactó entonces su Manifiesto por un
arte revolucionario independiente.
Con
Francia invadida se embarcó hacia Martinica, donde fue internado en
un campo de prisioneros. Conoció allí al prestigioso antropólogo
Claude Lévi-Strauss, a quien le unió una gran amistad. Huyó a
Santo Domingo y más tarde a Nueva York, donde publicó el tercer
manifiesto surrealista con el curioso título de Prolegómenos a
un tercer manifiesto o no. En Nueva York fundó la revista VVV,
y conoció a Elisa Bindhoff Enet, su segunda y definitiva esposa.
Regresó
a París en 1946, donde residió ya hasta su muerte en 1966. A través
de publicaciones como Le Surrealisme Méme, continuó
defendiendo de forma incansable los valores del movimiento, si bien
al parecer en sus últimos años se mostró acaso un tanto
desengañado. Confesó a Luis Buñuel su desencanto porque ya nadie
se escandalizaba por nada, con lo que se estaba perdiendo el
potencial provocador que un día tuvo el surrealismo.
En
su obra intelectual, además de los manifiestos surrealistas citados,
cabe destacar su Antología del humor negro, Los pasos
perdidos o El surrealismo y la pintura. Mucho más extensa
es su obra poética. Hoy en Bigotini os sugerimos la lectura (clic
en la ilustración) de Hotel
de las centellas, un brevísimo poema de André
Breton, uno de los más importantes intelectuales del siglo XX, un
surrealista insobornable.
Toda
idea que triunfa marcha hacia su perdición. André Breton.
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