Carlos
Arniches, un
alicantino nacido en 1866, que acabó siendo madrileño de adopción
y de vocación, fue el inventor de un género que se popularizó de
forma extraordinaria en la España de las primeras décadas del siglo
XX. El sainete teatral, la pieza cómica breve, antecedente del
género chico zarzuelero, inspiró a Arniches un ambiente y unos
personajes entrañables. Nuestro autor se fijó en ciertos tics y en
el peculiar vocabulario de determinados tipos populares madrileños,
y a partir de ellos reinventó un lenguaje que desde los escenarios
se extendió al pueblo. Contra lo que pudiera creerse, no es que
Arniches imitara la forma de hablar del pueblo, sino al contrario,
fue el pueblo el que acabó imitando el habla de los personajes de
Arniches.
Entre
1888 y 1944, dio a la imprenta y vio como se representaban en los
escenarios, títulos tan emblemáticos como El
cabo primero, El santo de la Isidra, El puñao de rosas, Alma de
Dios, El pobre Valbuena, Es mi hombre, Genio y figura, Serafín el
pinturero, La casa de Quirós, La chica del gato, El amigo
Melquiades, La venganza de la Petra, El señor Badanas o
El padre Pitillo.
La mayor parte de ellas fueron musicadas y llevadas al teatro con
gran éxito como zarzuelas del género chico. Arniches dominó el
recurso humorístico con idéntica maestría que empleó para dotar a
sus personajes y situaciones de ese punto trágico o tragicómico que
llegó al corazón del público con tanta facilidad. Con toda razón
puede calificarse su peculiar estilo como tragedia
grotesca, un
género que más allá de la simple comedia, toca la fibra sensible
de sus espectadores.
La
obra ha sido adaptada al cine en varias ocasiones. Una de las
adaptaciones más célebres y sin duda la de mayor nivel
cinematográfico, fue la que dirigió Juan Antonio Bardem con el
título de Calle Mayor.
En La
señorita de Trevélez,
y al margen de la trama, Arniches perfila un alegato contra los
vicios de una juventud ociosa en una España decadente. En la
crueldad de esta España
de los casinos provincianos
el lector o el espectador tienen ocasión de entrever el reflejo de
los males endémicos de una sociedad enferma que sólo unas pocas
décadas más tarde iba a desembocar en la contienda civil que pesa
como una losa en nuestra Historia reciente. Quién sabe si estos
comportamientos aborrecibles no están todavía impresos en el ADN
nacional. Haced
clic en la ilustración
y paladead la prosa de Arniches. Tenéis al alcance de un clic una
comedia que acaso no os haga reír, sino meditar.
Algunos
hacen vida social porque les es más fácil soportar a los demás que
soportarse a sí mismos. Arthur Schopenhauer.


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