Hasta
el infinito y más allá.
Esta era la frase que repetía como un mantra Buzz Lightyear, el
simpático protagonista de Toy Story. Pero, ¿sabemos realmente dónde
está el infinito? Los antiguos astrónomos y los modernos cosmólogos
se han preguntado siempre dónde termina el universo. No parece
verdaderamente una cuestión fácil de resolver. ¿Dónde está la
estrella o el objeto más lejano? Para intentar responder a este
enigma de forma experimental, recientemente el telescopio espacial
Hubble fue programado para llevar a término lo que podría
calificarse como una misión histórica: fotografiar el punto más
lejano del universo. La tarea no era sencilla. El telescopio tuvo que
enfocar un punto preciso del cielo, cerca de la constelación de
Orión, durante varios centenares de horas. Este trabajo titánico
requirió que el telescopio estuviera perfectamente alineado durante
nada menos que cuatrocientas órbitas terrestres. El proceso se
prolongó durante cuatro largos meses.
Y
el resultado no pudo ser más asombroso. La fotografía, hecha
pública en 2004, fue portada en los principales diarios del mundo.
Mostraba nada menos que diez mil galaxias recién nacidas que se
estaban condensando a partir del caótico estallido del big Bang.
Este revoltijo de galaxias se encontraba a más de 13.000 millones de
años luz de la Tierra. Considerando que la edad atribuida al
universo con bastante precisión se cifra alrededor de los 13.700
millones de años, puede afirmarse que esas galaxias se formaron sólo
unos cientos de millones de años después de la creación. Es como
contemplar el principio. Hubble nos proporciona la imagen más
cercana al big Bang que la tecnología actual nos permite obtener.
La
pregunta inmediata es ¿qué hay más allá de la galaxia más
lejana? En la fotografía del Hubble sólo se aprecia una profunda
oscuridad. El límite final de la luz de las estrellas más lejanas.
Precisamente esa oscuridad es la que hace que el cielo nocturno sea
negro. ¿Es que no hay nada en esa profunda negrura? Naturalmente hay
algo: la oscuridad es en realidad la radiación de fondo de
microondas. Aquí está la luminosa respuesta. Contra lo que perciben
nuestros limitados sentidos, el cielo nocturno no es negro en
absoluto. Está inundado de la radiación de microondas que originó
el propio big Bang. Ocurre que nuestros ojos sólo son capaces de
percibir la radiación visible. Si pudiéramos apreciar la radiación
de microondas, veríamos cómo la radiación del big Bang inunda
literalmente el cielo nocturno. Una luz más allá de la luz.
Veríamos que más allá de la estrella más lejana, está la
creación, el origen de toda la materia que nos rodea y de la que
nosotros mismos estamos hechos. El viejo profe Bigotini se ha puesto
gafas de sol, cegado por la infinita luminosidad del universo.
Uno
no sabe física si no es capaz de explicársela a su abuela. Albert
Einstein.
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