La
avidez de nuestros seguidores por descubrir nuevas facetas de nuestro
polifacético profesor Bigotini, no conoce límites. Por ello, contraviniendo sus
instrucciones expresas, nos atrevemos hoy a desvelar algunos aspectos de su
biografía que han permanecido hasta ahora ocultos para el gran público.
Es
proverbial que nuestro profe es un decidido amante de la paz, por eso muchos
ignoran su brillante pasado en la milicia. La aportación más sobresaliente de
Bigotini en el terreno bélico fue sin duda la invención del agujero en los cañones. Efectivamente,
tanto los ingenieros militares como los más descollantes estrategas, cegados
por su desmedido afán de aniquilar enemigos a destajo, olvidaron el pequeño
pero trascendental detalle de incorporar agujero a los ingenios de balística.
Esta lamentable omisión se traducía en tremendas explosiones internas de los
cañones, que reventaban con gran estrépito, lesionando a los artilleros que
servían la pieza e impidiendo dormir la siesta a los vecinos de trincheras y
puestos bélicos en general (las denuncias por alteración del orden fueron
numerosas). Tras la instalación de agujeros en todas las piezas de artillería,
se evitó este molesto contratiempo. Desde entonces, cada día de la onomástica
del profe, el ministerio de la guerra organiza unas salvas de fusilería en el
dormitorio, el gabinete y el cuarto de baño del benefactor de la milicia.
Después el mismo ministerio corre con los gastos de restauración de techos y
paredes.
A
nadie se le oculta la enorme dedicación del profesor a la música culta. Es bien
célebre su acusada melomanía, y sus admiradores probablemente recuerden con
emoción el estreno de su concierto nº 1
para cuchara y botella de anís, op. 342, más conocido por su popular
título de Juerga en la tasca del Paco,
que se ha ejecutado por las más prestigiosas orquestas del mundo. Mucho menos
conocido es el interés de Bigotini por introducir nuevos instrumentos musicales
en las celebraciones religiosas de la semana santa. El hecho de que las
procesiones se acompañen tradicionalmente sólo con tambores, bombos, cornetas y
ocasionalmente, carracas, fue objeto del estudio y la profunda reflexión de
nuestro sabio. Finalmente tuvo la genialidad de incluir en los oficios
religiosos dos nuevos instrumentos: el banjo y la armónica, que aportan a los
desfiles procesionales un delicioso toque country.
La primera cofradía que se atrevió a introducir esta destacada innovación fue
la de Nuestro Divino Redentor llamado a declarar
como imputado, cuyo hermano mayor, don José Torrefacto, acompañó
el paso interpretando Dixie con el
banjo y la armónica.
No
es posible terminar esta semblanza sin hacer referencia a la carrera policial
del profesor. Profundamente interesado en la ciencia criminalística, Bigotini
formó parte de la policía en los felices años veinte. En esta etapa, huyendo de
la tradicional severidad que suele acompañar a las acciones policiales, nuestro
entrañable profe inauguró una nueva era rodeando las detenciones de alegría y
jolgorio. En la ilustración puede vérsele bailando con uno
de los delincuentes aprehendidos. Observe el lector el semblante
jubiloso del detenido que, lejos de lamentar su suerte, acompaña el sincopado
paso de su captor con el contagioso ritmo de un airoso charlestón.
Esperando
que estos tres ejemplos incrementen, si cabe, la profunda admiración de sus
seguidores, nos despedimos en nombre del profe y en el nuestro, con la promesa
de ofrecer en entregas posteriores más noticias y más completa información
sobre la vida, la obra y la intachable trayectoria de este gran hombre a quien
nunca se reconocerán suficientemente sus generosas aportaciones al progreso y a
la felicidad de las sencillas gentes del pueblo.
El
arte de vivir consiste en conseguir que hasta los sepultureros lamenten tu
muerte. Mark Twain.
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