¿Sería
posible construir un túnel que, pasando por el centro de la Tierra, uniera dos
puntos opuestos de nuestro planeta? Esta pregunta de apariencia tan
descabellada fue formulada por un lector de la revista Scientific
American. Se encargó de responderla el profesor Mark Shegelski, de la universidad
canadiense de la Columbia Británica.
La
respuesta inmediata es que con la tecnología actual, la obra sería absolutamente
imposible. Estamos hablando de un túnel de 12.756 kilómetros
de longitud que cruzara el núcleo externo de magma fundido, y el interno de
hierro sólido, con temperaturas que podrían superar los 6.000º C. Por lo tanto,
podemos descartarlo por completo. Ahora bien, imaginemos el túnel ya construido…
En
este caso, ignorando la fricción, la rotación planetaria y otras
complicaciones, y asumiendo que la distribución de la masa terrestre fuera
uniforme (algo también imposible), un objeto o una persona que se dejara caer
por un extremo del túnel, regresaría a la superficie por el otro extremo con un
movimiento muy similar al de un péndulo que se balanceara arriba y abajo. La
velocidad de la caída iría aumentando hasta alcanzar su valor máximo en el
centro de la Tierra y a continuación, iría descendiendo hasta alcanzar la
superficie por el otro extremo, donde volveríamos a tener una velocidad cero.
Shegelski calculó que la duración del viaje sería de unos 42 minutos, siempre
que no hubiera fricción con la consiguiente pérdida de energía.
Lo
más curioso es que el viaje a través de otro túnel que conectara dos puntos de
la superficie terrestre sin pasar por el centro del planeta, duraría
exactamente lo mismo, alrededor de 42 minutos. ¿Por qué? Muy simple: aunque el
túnel sea más corto, la fuerza gravitatoria a través de él también sería
inferior a la de un túnel que pasara por el centro de la Tierra, lo cual
significa que en el túnel corto el viaje se realizaría a menor velocidad, y
duraría el mismo tiempo. Como la distancia y la componente gravitatoria decrecen
en el mismo factor, la duración del trayecto termina igualándose en ambos
casos. ¿Qué os parece? Al profe Bigotini se le erizan los pelos del bigote sólo
de pensar en un viaje semejante. De Zaragoza, España, a Wellington, Nueva
Zelanda, en 42 minutos, pasando de largo por el infierno, sin detenernos (como
hizo el inmortal Dante Alighieri) a considerar las miserias de la humana
condición. ¡Menudo viaje!
He
dado orden de que en caso de emergencia nacional, me despierten inmediatamente.
Incluso si estoy en una reunión del gabinete. Ronald Reagan.
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