Nacido
hacia el año 254 a.C. probablemente en la localidad umbra de Sarsina, el
célebre comediógrafo romano al que conocemos como Plauto,
seguramente utilizó un seudónimo o nombre artístico: Tito Maccio Plauto, que
podría traducirse como Tito, el payaso (maccus)
de los pies planos (ploto), que se
correspondería con el arquetipo del planipedes,
el pies planos, una de las máscaras o personajes del teatro cómico tradicional
de Roma. Entre los romanos, sólo los nobles y patricios tenían derecho a
ostentar la tria nomina, los tres
nombres, y al parecer, Plauto, que pertenecía a la plebe, adoptó ese seudónimo
triple con intención paródica. Algún biógrafo aventura que pudo comenzar como
actor sobre los escenarios. Falleció en 184 a.C., así que su vida transcurrió
en uno de los periodos más agitados de la Roma republicana, con el telón de
fondo de la Segunda Guerra Púnica, la derrota de Cannas de 216, la definitiva
victoria de Zama de 202, y las incursiones de Roma triunfadora en Grecia y
Oriente.
En
sus años juveniles debió ser soldado, uno de los veinte mil umbros aliados de
Roma que repelieron la invasión gala de 225 a.C. Viajó luego por el
Mediterráneo, pasó grandes penalidades y hasta tuvo que trabajar moviendo una
piedra de molino durante unos meses. Conocía el griego tan bien como el latín,
lo que le dio oportunidad de inspirarse en muchas comedias de la Grecia clásica
para escribir las suyas. Algunos le atribuyeron la autoría de ciento treinta
obras, aunque ya en el siglo I, Varrón redujo su número a las veintiuna que se
tienen por auténticas. Plauto no se limitó a traducir las comedias griegas,
sino que las adaptó al gusto romano, mezclando a veces argumentos de varias de
las que tomó como modelos, y añadiendo muchos hallazgos originales. Introdujo
en la escena a cantantes y bailarines, y empleó una enorme variedad métrica:
anapestos, créticos, baquios…, versos todos de gran inspiración y gracia. Sus
comedias siguieron representándose muchos años después de su muerte. Autores
latinos de época imperial le situaban por encima de Aristófanes, y fue tanta su
estimación, que se decía que si las Musas hablaran latín, recitarían los versos
de Plauto.
El
lenguaje teatral de Plauto es rico y brillante. Hablan sus personajes el idioma
de las calles de Roma, un habla coloquial que no elude el chiste a veces
obsceno y grosero. Plauto se desenvuelve admirablemente en el terreno del
enredo (imbroglio), llegando en
ocasiones a estar la trama tan embrollada, que introduce un personaje que
apartado de los demás, se dirige al público explicando las situaciones
demasiado complejas para que la gente pueda seguirlas. Se recrea Plauto en
arquetipos teatrales como el soldado fanfarrón, el avaro, el joven alocado y
calavera, la ramera, el viejo verde y ridículo, la joven ingenuamente lasciva, o
el esclavo desvergonzado y liante, lúcido antecedente de los graciosos y los
pícaros de las comedias barrocas. Grandes autores como Boccaccio, Lope,
Shakespeare o Molière deben mucho más a Plauto de lo que éste debe a
Aristófanes, por ejemplo.
En recuerdo del talento de Plauto nuestra biblioteca Bigotini os brinda la versión digital de seis de sus comedias escogidas: Anfitrión, La comedia de los asnos, La comedia de la olla, Las dos báquides, Los cautivos y Cásina. Están traducidas y anotadas por Mercedes González-Haba, y siguen la edición de Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1992. Hágase clic en este enlace:
https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=comedias.pdf
Homo homini lupus. Plauto. Asinaria.
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