John Philip Falter nació en Nebraska en
1910. Se crió en el ambiente ultraconservador de la América profunda. Empezó a
dibujar de niño tiras cómicas y caricaturas que le valieron una beca para ir a
estudiar arte a Nueva York. Estuvo en la Gran
Manzana solamente un mes. Regresó a su pueblo aterrorizado por sus
compañeros de estudios, a quienes consideró peligrosos comunistas. Durante la
Depresión de los treinta el Partido Comunista de los Estados Unidos fue una
organización muy fuerte, sobre todo en las grandes ciudades del Este, así que
no es extraño que a un chico de pueblo educado en la religión y los valores más
conservadores, aquella Nueva York de los primeros treinta le pareciera Rusia.
A
falta de formación académica, Falter se formó a sí mismo mediante la imitación
de los ilustradores a los que admiraba: Leyendecker, y sobre todo Norman
Rockwell. Imitando el estilo de sus ídolos, consiguió trabajo en varias
publicaciones y finalmente abrió su propio estudio en Nueva York. En medio de
la general depresión económica, florecieron en América las revistas baratas, la
llamada literatura pulp, que se
vendía en los kioscos por unos céntimos, en la que se iniciaron autores como
Lovecraft, Asimov o Dasiell Hammet, y que necesitaba ilustraciones atractivas
para sus portadas.
Muy
pronto Falter se introdujo en el mundo de la publicidad, primero comercial, y
después de que los USA entraran en la Segunda Guerra Mundial, también en la
propaganda patriótica, realizando carteles que invitaban al reclutamiento o que
mostraban el orgullo de las familias de los combatientes. Esas son las obras
más reconocibles de John Philip Falter, y esa fue su época más prolífica con
más de 5.000 ilustraciones. Siempre permaneció fiel a su estilo costumbrista y
rockwelliano, plasmando una América idealizada. El propio Norman Rockwell
admitía con humor que la influencia era recíproca, reconociendo que él también
atravesó su periodo Falter.
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