Nacido
en Oak Park, Illinois, en 1899, Ernest Hemingway,
era hijo de un médico rural y una profesora de música. Recibió al nacer el
nombre de su abuelo, Ernest, algo que siempre le desagradó, porque le recordaba
al protagonista, un poco ridículo, de la comedia de Oscar Wilde, La importancia de llamarse Ernesto.
Aprendió a regañadientes, algo de música de su madre. De su padre heredó la
afición a la caza, la pesca, y la vida al aire libre. Su interés de adolescente
osciló entre la música y los deportes, hasta que a los diecisiete años
descubrió el periodismo, que terminó siendo su vocación definitiva. Siempre se
sintió periodista, e incluso cuando siendo ya un novelista consagrado, le
preguntaban sobre ello, afirmó, ciertamente exagerando, que todo lo que
necesitó saber sobre literatura lo aprendió en sus primeros seis meses de
periodismo en el Kansas City Star, cuyo libro de estilo (frases cortas, sin
adornos, estilo directo, lenguaje sencillo) siguió a pies juntillas durante
toda su carrera. Su principal referente literario fue Mark Twain, otro
periodista reconvertido en escritor.
Durante
la Gran Guerra, con sólo dieciocho años, sirvió en la Cruz Roja como conductor
de ambulancia en el norte de Italia. Allí resultó herido, y se enamoró de su
enfermera, Agnes von Kurowsky, siete años mayor que él. Le abandonó por otro
hombre cuando estaban a punto de casarse, episodio que, según algún biógrafo,
marcó en lo sucesivo su forma de relacionarse con las mujeres, de quienes se
separó de forma sistemática, antes de que lo hicieran ellas. Fruto de su
aventura italiana fue su novela Adiós a las armas, publicada en 1929,
que pasa por ser un alegato antibelicista, y se llevó al cine en diferentes
versiones. De regreso a América, en 1919, residió en Toronto y en Chicago,
trabajando como corresponsal para el Toronto Star, y comenzando a escribir
profesionalmente a partir de 1920. Se casó en 1921 con Hadley Richardson, una
joven de Missouri ocho años mayor que él, acaso porque le recordaba a Agnes.
Marchó con ella a París como corresponsal de su diario canadiense. Vivieron en
un piso alquilado del barrio Latino, y fue probablemente la etapa más feliz del
joven Ernest. En París conoció y frecuentó a figuras importantes del arte y la
literatura como Ezra Pound, James Joice, Gertrude Stein, Pablo Picasso, Juan
Gris o Joan Miró. Alternó la vida bohemia parisina con frecuentes escapadas a
Italia y a España. Se aficionó a beber en exceso, y acuñó la expresión generación perdida, que apareció escrita
por vez primera en su novela Fiesta, publicada en 1926, y
ambientada en los sanfermines pamploneses.
Durante
la década de los veinte, Hemingway viajó sin parar. Estuvo en Grecia cubriendo
la Guerra Greco-Turca, en Alemania y en España documentándose sobre la pesca de
la trucha y del atún. Tanto ajetreo tuvo como consecuencia la pérdida en
Ginebra de una gran maleta que contenía un montón de relatos y poemas inéditos.
En España quedó fascinado por las corridas de toros, los toreros y el ambiente
taurino. A partir de entonces, volvió a España en numerosas ocasiones. Tuvo con
Hadley a su hijo primogénito, Bumby, y la abandonó poco después por Pauline
Pfeiffer, su nueva editora. En el acuerdo de divorcio, Hemingway cedió a Hadley
los derechos de Fiesta, que resultó un gran éxito de ventas. Se casó con
Pauline en 1927.
Con
Pauline tuvo a su hijo Patrick, y a partir de 1928, dividieron su residencia
entre Cayo Hueso y Cuba, alternando con algún verano en Wyoming. En las
montañas de Wyoming se dedicó a la caza, En Cuba y en Florida, a la pesca, y en
todas partes a empinar el codo, un alcoholismo que minó su salud de forma
considerable. Se produjo en ese tiempo una especie de metamorfosis física del
escritor. Hay una enorme diferencia entre sus retratos fotográficos de los
veinte, de su etapa parisina, donde Ernest es un joven alto y apuesto, y su
imagen de apenas diez o quince años más tarde, donde un Hemingway todavía ni
siquiera maduro, de menos de cuarenta años, aparece encorvado, obeso y un poco
estrábico. Ya durante la guerra de España, padecía diabetes e hipertensión, un
síndrome metabólico, agravado al final de su vida por un accidente de tráfico
en América y otros dos accidentes de aviación en África.
En
1937, Hemingway regresó a España como corresponsal de guerra. Estuvo en Madrid,
en Valencia, en Barcelona y en el frente de Teruel durante la Batalla del Ebro.
Entabló amistad con muchos combatientes republicanos y con voluntarios de las
Brigadas Internacionales. De su experiencia bélica fue fruto la novela Por
quién doblan las campanas, que resultó ser su mayor éxito editorial. En
1939, perdida ya la guerra, se trasladó a La Habana donde residió en el hotel
Ambos Mundos. Se divorció de Pauline, con quién había tenido a su tercer hijo,
Gregory, para casarse poco después con Martha Gellhorn, corresponsal de guerra
con quien apenas hizo lo que podría llamarse una vida conyugal convencional.
Viajaron juntos unas veces, y otras lo hicieron cada uno por su lado. Su
relación fue más de amigos y compañeros de trabajo, que de marido y mujer. En
esos años, los cuarenta, un Hemingway ya con la salud muy deteriorada, cubrió
la Guerra en Europa. Estuvo en el desembarco de Normandía y en la liberación de
París. Recibió el premio Pulitzer por Por
quién doblan las campanas. Conoció en Londres a Mary Welsh, corresponsal de
la revista Time, con la que se casó al poco tiempo tras divorciarse de Martha.
Mary fue su cuarta y última esposa. Con ella sufrió en África los accidentes de aviación que le provocaron dolorosas lesiones. Con ella inició la escritura de su relato El viejo y el mar, publicado en 1952, que le valió el premio Pulitzer ese mismo año y el Nobel de literatura dos años más tarde. En esa última etapa volvió a España sin tener el menor problema con las autoridades franquistas. Combatía sus intensos dolores y su depresión a base de cocteles en Chicote, bromas con Ava Gardner y juergas con su amigo Antonio Ordóñez y otros toreros. También se aficionó a visitar la Cuba castrista hasta que la Revolución nacionalizó sus posesiones en la isla. Su último gran éxito literario fue París era una fiesta, especie de autobiografía de sus años jóvenes que publicó en 1958. Falleció en 1961 suicidándose con su rifle favorito.
El Hemingway escritor, es sin duda uno de los autores más notables de la literatura en lengua inglesa y de la literatura universal del siglo XX. Su estilo huye de cualquier forma de barroquismo, reniega del Modernismo imperante en el cambio del XIX al XX, para adquirir una sencillez rayana en el minimalismo. Frases breves, podando al máximo el lenguaje, estilo directo y sobrio, son sus principales señas de identidad. Novelas como Fiesta o como El viejo y el mar, merecen figurar en cualquier relación de las mejores de cualquier época. La popularidad de su obra se sustenta sobre todo en los temas. Argumentos y datos que obtiene el escritor de sus vivencias y experiencias personales. Hemingway es seguramente el prototipo algo tópico, del escritor viajero y aventurero que vive al límite y escribe con pasión. De nuestra Biblioteca Bigotini, os brindamos la versión digital de Las nieves del Kilimanjaro, una novela breve y en gran medida autobiográfica como tantas otras del autor. Clic en el enlace y adelante:
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No hay amigo tan leal como un libro. Ernest Hemingway.
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