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martes, 23 de julio de 2024

LOTERÍA GENÉTICA Y PARECIDOS RAZONABLES

 


Es frecuente ver que dos hermanos se parecen entre sí o encontrar parecidos de los hijos a su padre, su madre o ambos progenitores. Pero tampoco son raros los casos en que esos parecidos no lo son tanto o incluso no lo son en absoluto. Tal fenómeno no debe achacarse exclusivamente a la intervención de algún vecino o de un repartidor de gas butano. Ya hemos dicho en anteriores artículos acerca del ADN y de los rasgos heredados, que la reproducción sexual trae consigo una gran variabilidad genética, que cada nuevo individuo concebido por ese procedimiento, es completamente diferente de cualquier otro de su especie. La clave de las grandes diferencias fenotípicas existentes entre los individuos, reside en las variantes alélicas de los genes. El reparto aleatorio de los genes se produce durante la gametogénesis, donde los cromosomas paternos o maternos tienen igual probabilidad de acabar en uno u otro gameto.

Para cada cromosoma que recibimos de nuestra madre, tenemos un 50% de probabilidad de que provenga del abuelo materno, y otro 50% de que derive de la abuela materna. Exactamente igual sucede con los cromosomas que aporta nuestro padre. En teoría pues, nuestros genes deberían ser idénticos a los heredados de nuestros abuelos a través de nuestros padres. Según este principio, los parecidos familiares deberían ser siempre la regla. La distribución aleatoria de los cromosomas maternos y paternos garantiza una reorganización de los mismos, pero no debería crear nuevos genes porque no debería alterarse la secuencia de ADN.

No debería, pero… Pero el caso es que sí lo hace. Los genes que heredamos de nuestros padres no son perfectamente iguales entre sí, ni iguales a los de nuestros padres. El secreto reside en un mecanismo molecular llamado recombinación homóloga, es decir, el intercambio de secuencias de ADN entre cromosomas homólogos, materno y paterno. Durante la gametogénesis, no solo se produce el reparto de cromosomas parentales, sino que estos también intercambian tramos de sus secuencias, de manera que los cromosomas transmitidos a la descendencia son realmente nuevas combinaciones, con secuencias distintas a las de los progenitores.


Según Matteo Berretti, a quien seguimos en este comentario, el primer paso de la recombinación es la ruptura de una o ambas hebras de la doble hélice de ADN. Esa hebra separada invade la región complementaria de una molécula de ADN homóloga, desplazando uno de los filamentos que la forman. Acto seguido se produce un proceso de reparación que origina una estructura transversal llamada Holliday, por la que pasa una sola hebra de cada doble hélice de ADN y se une de nuevo con la doble hélice opuesta. Una vez formada la estructura Holliday, la doble hélice de ADN se mueve igual que una cremallera. Tras cumplir su función, la estructura Holliday se rompe y las hebras de ADN rotas se unen de nuevo para formar dos moléculas separadas de ADN.

La elección de los sitios en que se puede producir la recombinación homóloga es en principio aleatoria, aunque se han descubierto ciertos hot spots o puntos calientes donde es más probable que ocurra.


De esta forma se explica a nivel molecular la clave de la variabilidad genética y de la creación de nuevos alelos, fórmulas novedosas de los genes que resultan imprescindibles para la evolución de las especies. La recombinación homóloga se confirma pues como un mecanismo molecular capaz de explicar la traslocación de algunos nucleótidos de un lado a otro del genoma, introduciendo así una variabilidad adicional a nuestro ADN. Mírate al espejo y seguramente apreciarás algún parecido con tus padres o tus abuelos, pero mírate bien y verás que eres único/a. Todos lo somos, sobre todo el profe Bigotini con esa enorme narizota.

 

Las mujeres hermosas tienen tantos celos de los maridos de sus amigas, que no tienen tiempo para tener celos del suyo. Oscar Wilde.


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