Nacido
en Madrid en 1478, Gonzalo Fernández de Oviedo
pertenecía a una familia asturiana de noble linaje en la que abundaron hidalgos
y hasta bastardos de reyes, que no se puede pedir más. Siendo todavía un niño,
Gonzalo entró en el servicio y casa del duque de Villahermosa, precisamente
hermano bastardo de Fernando el Católico, y al cumplir los trece años pasó a ser
mozo de cámara del príncipe don Juan. Fue en su infancia testigo de importantes
acontecimientos como la rendición de Granada o el regreso de Colón de su primer
viaje. Compartió juegos con los hijos del genovés que también servían como
pajes del príncipe, una vida regalada y henchida de promesas cortesanas. Pero
todo aquello se truncó bruscamente con la muerte del infante en 1497. Abandonó
entonces Gonzalo la corte para marchar a Italia, a Milán, al servicio de
Ludovico Sforza, el Moro, como era conocido, uno de los príncipes más poderosos
de la Europa de su tiempo. El joven conoció y trató por entonces a gigantes del
arte como Leonardo de Vinci o Andrea Mantegna. Juan de Borja, o Borgia, lo tomó
luego a su servicio, recorrió con él Italia, y en 1500 pasó a Nápoles sirviendo
a su legendario rey don Fadrique.
Cruzando
el estrecho de Mesina, entabló amistad en Sicilia con su tocayo Gonzalo
Fernández de Córdoba, el mítico Gran Capitán. Tras la conquista de Tarento, el
de Córdoba hizo prisionero al duque de Calabria, y encargó a Gonzalo su
custodia y servicio. De vuelta en Madrid, y siempre bajo la protección del Gran
Capitán y del mismo emperador, fue nombrado notario del reino y del consejo de
la Santa Inquisición. Se casó dos veces, en 1506 con Margarita de Vergara, que
falleció al poco tiempo, y en 1508 con Catalina Rivafecha. En 1513 viajó a las
Indias en la expedición de Pedrarias Dávila, que fue gobernador de la panameña
Castilla del Oro. Allí Gonzalo ejerció como jurista, como notario de minas e del crimen, una especie de juez supremo, y como
cronista.
Precisamente su faceta de cronista lo trae hoy a nuestro Bigotini literario en su calidad de escritor. Gonzalo Fernández de Oviedo fue autor del Sumario de la natural historia de las Indias, y de su Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano, obras ambas en las que muestra gran erudición y ágil prosa. Son las dos imprescindibles para conocer y profundizar no solo en los acontecimientos históricos de que fue testigo directo o tuvo noticia fehaciente, sino de muchos aspectos de la flora, la fauna, la naturaleza de sus habitantes y sus costumbres, un tesoro para historiadores y estudiosos. Compuso también una obra genealógica: Quinquagenas de los Reyes, Duques, Caballeros y personas notables de España, también llamada Quinquagena de la nobleza de España. En su Libro de la cámara real del príncipe don Juan e officios de su casa e servicio ordinario, hace Fernández una descripción impagable de la vida y costumbres palaciegas de su tiempo. A su pluma se debe también un Libro de los infortunios y naufragios, un Libro de blasón, un Catálogo real de Castilla, su Relación de lo sucedido en la prisión del rey Francisco de Francia, su Libro de linajes y de armas, y hasta una espléndida traducción al castellano del Laberinto de amor de Giovanni Boccaccio. Como pionero de la arqueología, estudió algunas inscripciones y ruinas romanas aparecidas en Madrid.
Aunque
en su edad madura, acaso influido por el erasmismo, como lo estaría más tarde
Miguel de Cervantes, renegó Fernández de Oviedo de los libros de caballerías,
que llegó a tachar de perniciosos, en su juventud fue autor del Libro del muy esforçado e invencible caballero de la
fortuna propiamente llamado Don Claribalte, que se editó en
Valencia en 1519 con dedicatoria a su señor de entonces, el duque de Calabria, y
que hasta el mismo Cervantes tuvo como estimable lectura. Es la obra que
nuestra biblioteca Bigotini os brinda hoy al alcance de un clic que puede
hacerse sobre el enlace que aparece más abajo. Disfruten chicos y grandes el
sabor renacentista de la prosa de Gonzalo Fernández de Oviedo, que sirvió a
grandes señores y también a la literatura en castellano.
Se llama matrimonio de conveniencia al que contraen dos personas que no se convienen en absoluto. Oscar Wilde.
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