Me presentó a su hija recién divorciada |
Solo.
Más vale solo que mal acompañado. El buey suelto bien se lame…
Refranes, perlas de la sabiduría popular o fenomenales estupideces,
¿quién sabe? Hay tipos que, como los mellizos, quieren compañía
ya desde el útero materno. Sin embargo otros nacemos y morimos
solos, ¡qué le vamos a hacer!
A
menudo recuerdo a Pat O’Rally. Fuimos compañeros en mi época de
poli. Era un irlandés pelirrojo y jovial que no soportaba la
soledad. Lo volví a encontrar la temporada que trabajé en San
Diego. Yo tenía entonces una bonita oficina en el centro, y por
alguna razón que no acierto a comprender, me llovían los asuntos.
Comía caliente, dormía mullido, siempre llevaba cien pavos en el
bolsillo, y no me faltaba compañía si sabía buscarla en el sitio
adecuado. Debía tener tan buen aspecto que hasta el coronel Wallace,
un pez gordo de la industria pesquera, me presentó a su hija recién
divorciada con intención de pescarme. La carnada era tentadora, pero
no mordí el anzuelo. En definitiva, no me iba del todo mal.
-Parece
que no te va del todo mal, muchacho, me dijo el bueno de Pat.
-No
lo creas, mentí, todo es apariencia, amigo. Sigo bebiendo bourbon
barato, y este traje de cincuenta dólares se lo quité a un cadáver.
-Podríamos
asociarnos tú y yo, ¿sabes?, siguió. Convirtiéndome en sabueso de
alquiler podría perder al fin de vista a mi adorado teniente. ¿Qué
me dices?
-Mira
Patrick, ya sabes que yo te quiero, pero nuestro amor es imposible.
-Si
no quieres un socio, insistió, necesitas al menos un ayudante. Al
hermano de mi mujer, como es medio idiota, podrías emplearle a media
jornada. Te serviría para hacer los recados por veinte miserables
pavos semanales.
-Estaría
dispuesto a darle quinientos si se dejara dar una paliza cada sábado.
-¿Para
qué querrías pegar a ese pobre chico?
-Para
que me devolviera los quinientos, naturalmente…
Pat
y yo lo pasábamos bien juntos.
me mostró el cuerpo tendido al pie de la escalera |
-Qué
bien lo pasamos juntos, muchacho, me dijo otro día. A propósito, un
tipo relacionado con la CIA me ha ofrecido trabajo como mercenario en
África. Tú y yo podríamos sacar una pasta eliminando negros
comunistas en el Congo. Pagan bien, ¿sabes?
-Ya
me gano aquí la vida, Pat. No necesito ir por ahí matando a nadie
por dinero.
-No
se trata de dinero, protestó, es por la patria, chico, por América.
Recuerda Pearl Harbor, recuerda Corea. Si no defendemos nuestro país,
esos jodidos comunistas se nos comerán crudos. Si no luchamos ahora
en el Congo, en Cuba o en Vietnam, el año próximo tendremos que
luchar aquí mismo, defendiendo a nuestras mujeres y nuestros hijos.
Piensa en el pavo en el horno, en las barras, las estrellas y todo
eso…
-Mira
Pat, le dije, voy a darte malas noticias: Santa Claus no existe, y
Mickey Mouse no es más que un dibujo.
-No
tienes corazón, chico, concluyó.
El
día siguiente me telefoneó. Alguien se había cargado a la viuda
Lennox. Se suponía que yo debía protegerla. Cuando me mostró el
cuerpo tendido al pie de la escalera, volví a paladear el amargo
sabor del fracaso. Me sentí como la enfermera que aparece con la
jeringuilla preparada en pleno funeral.
-Son
cosas que pasan, chico, trató de consolarme el bueno de Pat.
supongo que por eso sigo solo |
-Son
cosas que pasan, me dijo casi sollozando una semana más tarde, aquel
teniente cascarrabias del que tanto solía quejarse Pat. Patrick
Angus O’Rally murió en acto de servicio, tratando de detener a un
ratero en el callejón más inmundo de la ciudad. Esa misma tarde fui
a ver a Nora, su viuda. Lloró un rato en mis brazos y me dio su
viejo guante de béisbol.
-Él
hubiera querido que lo tuvieras tú, explicó sencillamente.
Vivía
en una casita con jardín. Debí haber ido inmediatamente a ver a
aquel tipo de la CIA que conocía Pat. Matando comunistas por ahí,
quizá evitaría que el año próximo se plantaran aquí, en la
casita con jardín de Nora. Pero, en fin, como dijo Pat, no tengo
corazón. Supongo que por eso sigo solo...
Matar
es una estupidez. Nunca debe hacerse nada que no se pueda comentar en
la sobremesa. Oscar Wilde.
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