Isidre Nonell. A la fábrica |
¿Recordáis las hilarantes escenas de
La vida de Brian en las que discutían y se escindían las diferentes
facciones izquierdistas de Palestina? En nuestra Historia ha ocurrido algo
inquietantemente similar. La España de final del XIX y los primeros años del
siglo XX vio nacer un incipiente movimiento obrero. En una primera fase podría
calificarse de presindical. En la izquierda política española de entonces y
hasta en el mismo movimiento obrero, a diferencia de lo que ocurría en otros
países, primaba todavía lo político, lo ideológico, sobre el asociacionismo o
la práctica sindical.
Esta primera fase presindical se
caracterizó por una especie de societarismo de resistencia. Fue larga porque
correspondía aun a unas relaciones laborales espontáneas, individuales y
todavía no regladas a nivel nacional, sino únicamente local en el mejor de los
casos.
Darío de Regoyos. Huelga en Béjar 1900 |
La mayoría de las veces era el
acuerdo individual el que marcaba el único código de trabajo. Un acuerdo de una
fragilidad extrema que, no existiendo órganos de conciliación o mediación,
podía romperse y se rompía con una gran facilidad, provocando el conflicto. El
mercado de trabajo tenía poca o ninguna movilidad, pero sufría bruscas
oscilaciones de la oferta y la demanda, lo que contribuía a crear las
condiciones idóneas para que entre empresarios y trabajadores, y aun (y esto es
lo más grave) entre los propios trabajadores, fuera mayor la tendencia al
conflicto que al pacto. Entre patronos, obreros y poderes públicos, se extendió
la creencia fundamentada de que las relaciones laborales eran y debían ser
siempre esencialmente conflictivas.
En este escenario fueron frecuentes
las agitaciones que cíclicamente experimentaba el campo andaluz, las revueltas
mineras en Asturias y Vizcaya (1900-1910), o la asombrosa virulencia de las
huelgas generales de ciudades industriales como Bilbao, Gijón y sobre todo
Barcelona. Fue precisamente en esta última donde, a partir de la huelga general
de 1902, se estableció la correlación de fuerzas que habría de perdurar hasta
la contienda del 36, fundamentalmente representada por el sindicalismo
militante de la CNT, los socialistas, los republicanos, y la Lliga como
representante de los intereses patronales de la industria y el comercio. Germen
del catalanismo que como cualquier nacionalismo (no nos engañemos) es por
definición derechista y hasta ultraconservador.
Griebel. La huelga |
Julio Romero de Torres. Conciencia tranquila |
La huelga de Asturias de 1906 tuvo
enormes repercusiones en la política laboral y social que adoptaron los
gobiernos de la época ya fueran conservadores o liberales. La reforma de
Eduardo Dato incluyó la protección de mujeres y menores, el descanso dominical
y unas tímidas normas sobre accidentes de trabajo. Pero no todo fue política
social proteccionista. De hecho, la mayor repercusión de los grandes conflictos
mencionados, se tradujo en el endurecimiento de las leyes de orden público.
Represión en la que estuvo de acuerdo de forma unánime y diríamos que hasta
monolítica, toda la derecha. Si la derecha, así en singular, porque derecha en
España ha habido y sigue habiendo una que en consecuencia, actúa coordinada y
solidariamente.
Otra cosa es la izquierda, las
izquierdas. Desde su mismo nacimiento, el movimiento sindical estuvo polarizado
en torno a dos grandes influencias: socialismo y anarquismo. Desde el primer
momento, los sindicatos llevaron su acción más allá del terreno de las meras
relaciones laborales. Se adentraron en la esfera de lo político y lo
ideológico. El sindicalismo, especialmente siempre que adoptó tácticas de
acción directa (la CNT lo hizo a menudo), encontraba en los poderes públicos la
prevención que suscitaban los movimientos internacionalistas. Más represión y
más conflicto. Tras la Semana Trágica de 1909, que fue un conflicto
eminentemente político, el pragmatismo condujo a los socialistas a abrirse a
una eventual colaboración con las fuerzas burguesas representadas por los
republicanos. Este acercamiento resultó decisivo para la radicalización de los
movimientos anarquistas y anarcosindicalistas, y a que se acelerara la
fundación y organización de la CNT como alternativa política con una finalidad
inequivocamente revolucionaria.
Ramón Casas. Barcelona 1902 |
El clima prebélico que se gestó
durante casi tres décadas y desembocó en la contienda civil del 36, estaba
servido. Pero esa es ya otra historia que la necesaria brevedad de estos
artículos nos impide abordar. Quede aquí de momento la sencilla idea que
adelantábamos en el título: las izquierdas (en plural) y la derecha monolítica.
Ya quedó claro desde la misma guerra y desde las experiencias fallidas de otras
latitudes, que el estalinismo tampoco es la solución al problema. Tomen buena nota
los izquierdistas neomilenarios que componen la variopinta pléyade del podemos,
el ganemos o el ya veremos...
Chico: Un coche y un chofer cuestan demasiado, así que he vendido
mi coche.
Groucho: ¡Qué tontería! Yo en su lugar, habría vendido el chofer y
me habría quedado con el coche.
Chico: No puede ser. Necesito el chofer para que me lleve al
trabajo por la mañana.
Groucho: Pero ¿cómo va a llevarle, si no tiene coche?
Chico: No necesita llevarme, no tengo trabajo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario