Charles
Dickens (1812-1870), el autor de nuestra lectura recomendada de hoy, no sólo
fue el más notable novelista en lengua inglesa, sino uno de los más brillantes
narradores de la Literatura universal. Como muchos de sus personajes, Dickens
tuvo una infancia difícil. Con su padre encarcelado por deudas, su familia
conoció el hambre, y pasó por momentos dramáticos. Sin duda las estrecheces de
su primera edad marcaron su devenir personal y literario.
Autor
extraordinariamente prolífico, Dickens dio a la imprenta un buen número de
novelas, que se publicaron por entregas tanto en su país como en América. Este
formato folletinesco, tan extendido en la época, contribuyó a que el joven
escritor adquiriera la habilidad de concluir cada capítulo con unos puntos
suspensivos argumentales que dejaban al lector con ganas de proseguir en la
lectura. Pero acaso la causa de su gran éxito popular se sustenta en dos
pilares básicos: su sentido del humor y la humanidad de sus personajes.
En
efecto, las narraciones de Dickens están impregnadas de un humor limpio y
sutil, muy alejado del sarcasmo descarnado de otros autores, y a la vez,
cargado de sátira social. Dickens no pierde ocasión de denunciar las sangrantes
injusticias de la Inglaterra victoriana, una auténtica jungla en la que los
desheredados sobreviven a duras penas en un medio profundamente hostil,
sustentado en un cerrado sistema de castas. Y es en este deprimente marasmo de
miserias, donde brillan con luz propia unos personajes inmensos, cargados de
valor, sentido de la justicia y bondad. Mr. Pickwick, David Copperfield o el
basurero de oro, entre otros muchos, son gigantes que se elevan desde el lodo
hasta las más altas cimas de la humanidad. En Dickens siempre triunfa el bien,
siempre se recompensa el esfuerzo y el sacrificio. Por eso sus valores son
eternos. Por eso sigue emocionando al lector dos siglos después.
Hoy
quiero traeros (haced
clic en la ilustración) este sencillo Cuento
de Navidad o Canción de
Navidad, como se ha traducido también algunas veces. Es una narración
brevísima que puede leerse en media hora, y que quizá tenéis un poco olvidada.
Aunque las versiones cinematográficas y televisivas, infantiles o para adultos,
han sido innumerables, la narración original de Dickens no ha tenido tantos
lectores como pudiera creerse. Os ofrezco una traducción magnífica, la mejor
que he encontrado en la red. No puede haber una lectura más apropiada para
estas fechas navideñas, y espero que la disfrutéis tanto como yo. Porque leer a
Dickens te impregna de espíritu navideño, y en estos tiempos
difíciles (otro de sus grandes títulos), en los que a veces,
mirando alrededor o leyendo la prensa, dan ganas de hacer alguna locura,
Dickens te reconcilia con el género humano. Feliz Navidad, amigos. Acordaos de
este viejo profesor y de su ridículo bigote, cuando estos días disfrutéis de
los dulces y brindéis por la paz.
-Vamos cariño, no llores. Ahora Bigotitos estará en el cielo de los conejos.
-Pero papa, Bigotitos era un gato...
-Vaale, pero con esta salsa tan rica, casi ni se nota, ¿verdad?
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