Los
orígenes del concepto del caos hunden
sus raíces en la edad media. Mucho después, en 1758 Benjamin Franklin reprodujo
en su Almanaque del Pobre Richard una
vieja cantinela infantil inglesa del siglo XIV:
Por falta de un clavo, se
perdió la herradura,
por falta de una herradura
se perdió el caballo,
y por falta de un caballo
se perdió el jinete,
de modo que el enemigo lo
alcanzó y le dio muerte.
Todo por falta de un clavo
de herradura.
Así
que el Pobre Richard perdió un reino por un simple clavo. Una vez plantada la
semilla inicial, la incertidumbre
comienza a crecer exponencialmente. Ocurre otro tanto con el ejemplo del aleteo
de la mariposa, que causa un ciclón en la otra parte del mundo. El cuento
presenta muchas variedades. En el territorio de los universos paralelos tenemos
un universo en el que aletea la mariposa, y otro en el que permanece quieta,
los futuros de ambos universos difieren y divergen hasta convertirse en mundos
completamente diferentes.
En
el género de la ciencia ficción y la fantasía, los viajeros del tiempo que se
trasladan a un pasado remoto infringen las normas, alterando el medio aunque
sea mínimamente. La muerte de un mosquito insignificante o una simple huella
dejada en el barro, tendrán la funesta consecuencia de que al regresar a su
tiempo, los viajeros hallen un mundo completamente desconocido. Variantes del efecto mariposa, en definitiva.
El
caos y la meteorología están
íntimamente relacionados por el papel que desempeña la incertidumbre en los
pronósticos meteorológicos. Desde los tiempos de Newton, y de acuerdo con sus
leyes, el futuro del sistema solar está totalmente determinado por su estado
actual. Se dice que un mundo es determinista
si su estado actual define completamente su futuro. Laplace inventó en 1820 una
entidad que se conoce como demonio de
Laplace, vinculando el determinismo y la capacidad de predecir en base a la
propia noción de éxito en la ciencia. El famoso demonio tiene tres propiedades:
un conocimiento exacto de las leyes de la naturaleza (todas las fuerzas), la
capacidad de captar a modo de instantánea el estado exacto del universo (todas
las posiciones), y una infinita capacidad de cálculo (todo el intelecto).
Desde Einstein sabemos que eso es imposible. Conocemos el principio de incertidumbre. Cuando se lleva a cabo una observación, la medición nunca es exacta en un sentido matemático, de forma que siempre existe cierto grado de incertidumbre sobre el valor verdadero. A menudo suele decirse que toda incertidumbre en una observación es debida al ruido, un concepto por cierto, bastante impreciso. Añadimos al guiso el concepto de caos, nombre que se atribuye al mecanismo que permite un crecimiento rápido de la incertidumbre en los modelos matemáticos. El caos pues, amplifica la incertidumbre y malogra los pronósticos. El ruido hace que exista la incertidumbre observacional, mientras que el caos nos ayuda a entender cómo pequeñas incertidumbres pueden convertirse en grandes incertidumbres. Una vez tengamos un modelo matemático sobre el caos, estaremos más cerca de tenerlo sobre el ruido.
También
la evolución y el caos tienen más en común de lo que pudiera pensarse. Tanto
una como otro se usan para aludir tanto a los fenómenos que se van a explicar,
como a las teorías que se supone que los explican. A menudo esto lleva a una
confusión entre la descripción y el objeto descrito, algo así como confundir el
mapa con el territorio que representa. Analizados en profundidad, es posible
que algunos ecosistemas evolucionen como si fueran sistemas caóticos. El cambio
climático, el calentamiento global y en general, el impacto de la actividad
humana sobre el clima, las extinciones y la degradación del planeta, nos
ofrecen un doloroso ejemplo de caos e incertidumbre de crecimiento exponencial.
Los modelos matemáticos no auguran nada bueno. Todo indica que una vez
traspasada la línea roja de la irreversibilidad,
la incertidumbre crece y el caos nos amenaza como un depredador a sus
indefensas presas. ¡Corred, insensatos!
La estupidez es la única enfermedad en la que no sufre quien la padece, sino los que están a su alrededor.
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