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miércoles, 12 de septiembre de 2018

ANDRÉ BRETON, EL SURREALISTA INSOBORNABLE


André Breton nació en Trinchebray, Normandía, en 1896. Inició los estudios de medicina que abandonó en 1916 al ser llamado a filas durante la Primera Guerra Mundial. Destinado en un hospital psiquiátrico, estudió la obra de Freud y se interesó por la escritura automática, fenómeno que exploró de manera exhaustiva. En esos años tomó contacto con Jacques Vaché y con el poeta Paul Valéry. Conoció también el movimiento dadaísta, por el que se sintió fascinado. Publicó su primera obra, Los campos magnéticos, en 1920. En ella profundizó en las posibilidades de la escritura automática, y a través de ese trabajo sentó las bases de la expresión artística sin intervención consciente del intelecto, una idea que está en la misma raíz del surrealismo, movimiento del que Breton puede considerarse fundador junto a Louis Aragon y Philippe Soupault. Con ellos dirigió la revista Littérature, y en 1924 redactó el Manifiesto del Surrealismo, un opúsculo que hizo furor entre muchos intelectuales revolucionarios de su tiempo. Con Aragon y Éluard se afilió al Partido Comunista.


En 1926, con ocasión de la publicación del Segundo Manifiesto Surrealista, Bretón unió de forma indisoluble el movimiento artístico al marxismo, lo que provocó una especie de cisma y numerosas escisiones entre los intelectuales y artistas afines al surrealismo. Para quienes le conocieron y trataron íntimamente, André Breton fue una especie de paradoja viviente, pues si en el terreno personal era amable y cálido, en lo relativo a la defensa de las esencias del movimiento actuó de forma implacable, por lo que se le consideró el “papa del surrealismo”. Entre los excomulgados o expulsados destacan nombres como los de Robert Desnos y Salvador Dalí, a quien Breton rebautizó como “Ávida Dollars”, transcripción malintencionada y sin embargo muy acertada, de las letras de su nombre.
Viajó a España por vez primera en 1922, frecuentando nuestro país en los años treinta, durante la época republicana. En el 34 viajó a México y conoció a Trotski, cuya amistad le reafirmó en sus principios revolucionarios. Redactó entonces su Manifiesto por un arte revolucionario independiente.


Con Francia invadida se embarcó hacia Martinica, donde fue internado en un campo de prisioneros. Conoció allí al prestigioso antropólogo Claude Lévi-Strauss, a quien le unió una gran amistad. Huyó a Santo Domingo y más tarde a Nueva York, donde publicó el tercer manifiesto surrealista con el curioso título de Prolegómenos a un tercer manifiesto o no. En Nueva York fundó la revista VVV, y conoció a Elisa Bindhoff Enet, su segunda y definitiva esposa.
Regresó a París en 1946, donde residió ya hasta su muerte en 1966. A través de publicaciones como Le Surrealisme Méme, continuó defendiendo de forma incansable los valores del movimiento, si bien al parecer en sus últimos años se mostró acaso un tanto desengañado. Confesó a Luis Buñuel su desencanto porque ya nadie se escandalizaba por nada, con lo que se estaba perdiendo el potencial provocador que un día tuvo el surrealismo.
En su obra intelectual, además de los manifiestos surrealistas citados, cabe destacar su Antología del humor negro, Los pasos perdidos o El surrealismo y la pintura. Mucho más extensa es su obra poética. Hoy en Bigotini os sugerimos la lectura (clic en la ilustración) de Hotel de las centellas, un brevísimo poema de André Breton, uno de los más importantes intelectuales del siglo XX, un surrealista insobornable.

Toda idea que triunfa marcha hacia su perdición. André Breton.



viernes, 7 de septiembre de 2018

...VINO EN CARNE MORTAL A ZARAGOZA



Mucho antes de que se hubiera inventado el inserso ni nada remotamente parecido, hubo una viuda, en concreto la virgen María, que tuvo capricho de hacer un viaje. Corría el año 40 de nuestra era. Habían pasado siete desde que allá en aquel tétrico monte Calvario, repleto de calaveras como indica su etimología latina, vio morir crucificado a su único hijo. Pasó después, auxiliada por un puñado de amigos y parientes, por el amargo trance de enterrar su cuerpo ungido de fragantes bálsamos, y asistió tres días más tarde a su gloriosa resurrección. ¡Dios mío, cuántas emociones y cuánto estrés! Demasiado trajín para una viuda que, por muy jovencita que hubiera sido cuando dio a luz a Jesús, por fuerza tenía que haber rebasado los cincuenta abriles. Olvídese el lector de Demi Moore o de Kim Basinger. Una mujer de esa edad de hace más de veinte siglos era una anciana con un pie en la tumba. A saber: artrosis, túnel carpiano (las mujeres se pasaban la vida dale que te dale a la rueca), dentadura catastrófica o puede que inexistente (no había Colgate), un ramillete de infecciones y parasitosis crónicas (no había antibióticos). Menopausia… ¿Menstrúan las vírgenes? La respuesta biológica es un sí rotundo. Precisamente las vírgenes por ser vírgenes deberían tener los ciclos regulares y sin el menor fallo. Así que la virgen María menstruaba, y por lo tanto también tuvo que llegarle la menopausia, salvo mejor opinión en contrario de algún concilio de los primeros siglos de la cristiandad, que como tienen tanta letra pequeña, vete a saber si en una de las cláusulas los patri eclesie decretaron que las vírgenes no menstrúan, que todo puede ser.

Bueno, pues la virgen María, a pesar de sus achaques, decidió viajar. Y no crean que pensó en un viaje breve, digamos a Cafarnaún o a Jerusalén para dar unos cabezazos en el muro, conducta inexplicable que a menudo adoptan allí lugareños y forasteros. ¡Qué va! La virgen quiso viajar nada menos que a Zaragoza, en Hispania, que hacía unos pocos años había perdido su viejo nombre de Salduie, para ser rebautizada como Cesaraugusta por los romanos, que eran los americanos de entonces, pero sin coca-cola. Equipaje: nada de maletines, bolsos o mochilas. ¡Una columna de jaspe!, roca sedimentaria con alto contenido silíceo. ¡Ahí queda eso!

Se ignora si se echó al hombro el pilar, como Obelix, o lo hizo transportar por otro medio. Entonces no existía Ryanair, pero de haber existido le habrían aplicado una tasa astronómica por exceso de equipaje. El viaje por mar parece más razonable salvo por el detalle de que hubiera tardado varios meses. Que llegara hasta nuestras costas montada a caballo en el pilar se antoja descabellado, no tanto porque las rocas no flotan (recuérdese que Santiago llegó después a Galicia flotando en su ataúd de piedra), como por el reuma que le impediría llevar tanto tiempo los pies metidos en el agua, y sobre todo por la postura a horcajadas sobre el pilar, que resulta poco airosa para una señora de edad, y mucho menos para toda una virgen, Mater Dei, Regina Coelum, etcétera. Personalmente me inclino por algún medio sobrenatural, tipo transustanciación o alguna otra disciplina milagrosa. Téngase en cuenta que poco después del viaje que nos ocupa, María Virgen sufrió (o mejor, disfrutó) la llamada asunción, fenómeno por el que fue elevada a los cielos en cuerpo y alma de forma prodigiosa. Un rayo de luz absorbente y ¡zas!, como en las abducciones de las películas de marcianos. Considérese también en favor del método sobrenatural, que la virgen María mantenía excelentes (e íntimas) relaciones con las Tres Personas más influyentes del universo.


Así que el 2 de enero del año 40, María se materializó con su pilar en Zaragoza, ante la mirada atónita de Santiago, que ya la conocía de Nazaret, de otros siete cristianos (así lo recoge la tradición piadosa) recién bautizados por el mismo Santiago, y ante el asombro del resto de cesaraugustanos que vieron a una señora hacer equilibrios subida en un pilar de jaspe, mientras resplandecía su hermosa figura entre la espesa niebla, porque nadie que se haya criado a orillas del Ebro concibe otra cosa que espesa niebla en un 2 de enero. Por expreso mandato suyo, Santiago y los siete (no incurra el lector en el sacrílego error de relacionar esto con la serie televisiva de Ana Obregón) levantaron en el lugar de la aparición-avistamiento un pequeño templo en honor de Santa María que andando el tiempo se convirtió en iglesia gótica y más tarde sería la basílica de Nuestra Señora del Pilar, cuya fama se ha extendido por toda la cristiandad. Hoy día el Pilar se ha convertido en imán (como Jomeini) para los creyentes, en faro (como el de Vigo) para los peregrinos, y en el templo mariano (como Rajoy) más importante del mundo hispánico.

Resulta que la virgen del Pilar no se limita, como otras más modositas, a ser reina y madre, sino que en momentos de apuro capitanea las tropas aragonesas contra cualquier invasor de allende (¡que hermoso adverbio!) los Pirineos, así que los zaragozanos le profesamos una devoción a toda prueba. La cubrimos de lujosos mantos, joyas y toneladas de flores, mientras a su sombra y amparo bailamos danzas atávicas ejecutando cabriolas prodigiosas, y entonamos cantos rituales que causan admiración a propios y extraños. Se le atribuyen infinidad de milagros. Hace que crezcan de nuevo piernas amputadas, que hablen los mudos, que vean los ciegos. Hace llorar a los viejos y alegra a la gente moza. En la guerra civil evitó que estallaran un par de bombas lanzadas por la aviación republicana. Porque, todo hay que decirlo, en la guerra la virgen iba con Franco. Y es lógico, porque los rojos no paraban de quemar iglesias y violar monjitas, así que la virgen iba con Franco por mucho que esto contraríe a Pepe Bono, a Paco Vázquez y a los demás católicos del PSOE, ¡qué le vamos a hacer!

En tiempos de paz mantiene la virgen una exquisita neutralidad en todas las materias mundanas, con la única excepción del especial favor que dispensa al Real Zaragoza, orgullo deportivo de los aragoneses. Ella sin duda inspiró al morito Nayim (¡qué encomiable gesto de ecumenismo!) aquel chut prodigioso que describiendo una parábola imposible, se incrustó en las mallas de la portería del Arsenal en la final de la Recopa del 95. Ella a buen seguro ha velado por el equipo, al menos hasta que el equipo comenzó a apartarse del buen camino para internarse en el lado oscuro (¡maldito Agapito!) y sumirse en las insondables tinieblas balompédicas de la segunda división, que viene a ser un Mordor futbolero con orcos y todo.


A lo largo de veinte siglos, millones de niños han pasado y siguen pasando bajo su manto protector. Sus padres los presentan a la virgen del Pilar, como hacían los antiguos moradores de Europa con los suyos ante los altares de Isis, de Deméter o de Cibeles. Desde este modesto foro sugerimos al cabildo que contrate a algún fornido monaguillo de dos metros, que se encargue de tomar en brazos a los visitantes ya crecidos, y los pase por la virgen. Sería un aliciente turístico muy interesante.
Y a lo largo de estos veinte siglos, millones de bocas piadosas han besado y siguen besando el pilar, a despecho de devastadoras epidemias de peste y decepcionantes pandemias de gripe. Tanto los zaragozanos de pura cepa como los turistas de fin de semana, besan con unción emocionada el sagrado pilar, se ciñen bien la bufanda desafiando al helado cierzo, y marchan decididos al tubo a tomarse su vermú con unas caras de felicidad que da gusto verlos.

Pensaba que mi mayor defecto era la indecisión, pero ahora... ahora no estoy tan seguro.





martes, 4 de septiembre de 2018

VIVIR CONECTADOS. NEURONAS, EL PASO DECISIVO


Para que el caballo pueda trotar, el pez nadar y el águila volar, hace falta que determinados grupos musculares se muevan de forma coordinada. Para que el murciélago se oriente en la oscuridad de la gruta, para que la imagen del depredador desencadene en la presa el impulso de huída, para que el olor de la polilla hembra despierte el instinto sexual del macho, hace falta que las percepciones sensoriales sean evaluadas y transformadas en reacciones. Para que se produzcan estos sucesos y una infinidad de otros igualmente fundamentales, es imprescindible un trabajo coordinado, es necesaria la existencia de un sistema nervioso central. Es necesaria la existencia del cerebro.

Esta necesidad de reconocimiento de los estímulos y respuesta coordinada, surge ya en la fase evolutiva de los organismos unicelulares. Estos organismos son capaces por ejemplo, de moverse en el medio acuático mediante la acción coordinada de un gran número de cilios o pestañas. Si cada uno de esos cilios se moviera de forma independiente, no se produciría un movimiento direccional determinado. Y si la coordinación es importante en los seres unicelulares, la importancia aumenta de forma exponencial en los organismos más complejos. En su lucha por la supervivencia, los animales han desarrollado un tipo especial de células encargadas de esta función de transmisión de estímulos, de respuestas y en definitiva, de la coordinación. Constituyen el punto de partida de la tercera y definitiva fase de la evolución. Son las células nerviosas o neuronas.

¿Qué tienen de extraordinario las neuronas, que no tengan el resto de las células especializadas? Desde luego, contienen el mismo ADN en su núcleo, y utilizan el mismo código genético para la síntesis de proteínas que todas las demás células. Pero se caracterizan por dos cualidades importantes: su peculiar forma y las especiales propiedades de su membrana. Las neuronas pueden alcanzar una longitud de hasta 1,5 mm., lo que para una célula constituye un gigantismo excepcional. Presentan una forma que recuerda a la de un árbol. Las raíces están formadas por las dendritas, que sirven para conectarse con otras neuronas y canalizar las señales procedentes de ellas. El tronco se denomina axón, y transmite las señales a las dendritas de otras neuronas a través de sus ramificaciones. Pero lo más singular es que las neuronas tienen la capacidad de generar y transmitir impulsos eléctricos. Esta facultad se basa en las asombrosas propiedades de la membrana, que, por decirlo de algún modo, se comporta como una larga hilera de fichas de dominó con sus correspondientes polos eléctricos (positivo y negativo). Cuando se tumba una de las fichas de los extremos, la señal recorre toda la hilera de fichas a lo largo del axón, distribuyéndose por todas sus ramificaciones. Tras un brevísimo periodo de descanso de apenas unos milisegundos, todas las fichas vuelven a ponerse en pie, y quedan listas para transmitir una nueva señal.

Una sola neurona puede llegar a establecer hasta 10.000 sinapsis o conexiones con otras neuronas, llegando a formarse una red de gran complejidad, frente a la cual el diagrama de cualquier aparato electrónico sofisticado, resultaría de una simplicidad ridícula. La velocidad de transmisión en organismos primitivos es del orden de 1 cm. por segundo, y llega a superar los 120 m. por segundo en los mamíferos. Para alcanzar este nivel fue de vital importancia el paso evolutivo hacia la sangre caliente. La temperatura alta y constante permite el funcionamiento continuo y eficiente del sistema nervioso. No es casual que los dos órdenes de animales con mayor rendimiento cerebral (aves y mamíferos) seamos animales de sangre caliente.

Lo más importante para el desarrollo de la capacidad del sistema nervioso es el patrón de conexión de las neuronas. En los gusanos nematodos, que presentan un patrón muy simple, ha sido posible estudiar todo el esquema de conexiones de sus células nerviosas, comprobándose que en todos los ejemplares de la misma especie las conexiones derivan de un mismo diagrama patrón. Esto quiere decir que el diagrama de conexiones está predefinido en la información genética, así que salvo eventuales mutaciones, todos los nematodos de la misma especie presentan idéntico esquema cerebral.

Podríamos preguntarnos si es posible que la información contenida en el ADN resulte suficiente para determinar la construcción de un circuito mucho más complejo, como el de los animales superiores, y concretamente como el de nuestros cerebros. La respuesta es categórica: esto no es posible. La cantidad de ADN de los organismos superiores no es suficiente para determinar las sinapsis que deben establecerse, ni con qué neuronas deben establecerse. El ADN se limita a marcar unas directrices generales de los mecanismos más elementales e imprescindibles para la supervivencia. Nada más. ¿Qué quiere decir esto? Ni más ni menos que lo siguiente: en el momento del nacimiento, nuestros cerebros son una especie de libros en blanco. No contienen más que unos pocos trazos esquemáticos (aprovechando la analogía del libro, algo así como la división de los capítulos y poco más). El libro lo tendremos que escribir nosotros a lo largo de nuestra vida. Las conexiones se van conformando a través de nuestras experiencias particulares, hasta constituir una extensa y complejísima red de sinapsis completamente única e irrepetible. Ni siquiera los gemelos idénticos procedentes de un único zigoto y con idéntica carga genética, tienen un cerebro igual, porque desde el mismo nacimiento, cada uno habrá ido escribiendo su libro en blanco a su manera y mediante sus propias experiencias personales.

¿No os parece fascinante? El anciano profesor, desde la agreste montaña de sus muchos años y el pozo de su mucha ignorancia, os aconseja que no perdáis el tiempo. Esforzaos en escribir con buena letra las páginas en blanco que os queden. Creedme amigos, en este mundo ya no cabe ni un tonto más. Me parece que tenemos bastante con los gobernantes y los que salen en televisión.


Es preferible permanecer callado y parecer idiota, que hablar y despejar las dudas definitivamente.  Groucho Marx.


sábado, 1 de septiembre de 2018

HARRISON CADY Y SUS ANIMALITOS DEL BOSQUE



Walter Harrison Cady nació en Gardner, Massachusetts, en 1877. Era el hijo del dueño de la tienda del pueblo, hombre sencillo que le animó a seguir sus inclinaciones artísticas. Siendo un muchacho entró como aprendiz en el estudio del pintor Parker Perkins, con quien adquirió una gran soltura en el dibujo. Su primera publicación llegó en 1894, y poco después se trasladó a Nueva York, donde obtuvo el puesto de ilustrador para el periódico Brooklyn Eagle. Con sus modestos ingresos mantenía a su madre viuda, mientras se iba abriendo paso en el mundo del cómic y la ilustración, colaborando esporádicamente en otras publicaciones.
El éxito llegó cuando el editor de la prestigiosa revista Life le propuso trabajar para él. A partir de entonces los dibujos de Cady alcanzaron gran difusión, tanto en publicaciones infantiles como en los diversos libros que ilustró. Inició luego una fructífera asociación con el escritor Thornton Burgess, autor de libros infantiles, que Cady ilustró durante casi cincuenta años. Colgó el lápiz en 1948 y falleció en 1970, a los 93 años. Estuvo casado y todo parece indicar que fue feliz, pues cumplió siendo relativamente joven, el sueño de millones de americanos de la primera mitad del siglo XX: viajar por Europa.
Su historieta y personaje más célebre fue sin duda Peter Rabitt, cuyas aventuras dibujó durante 28 años en los suplementos del New York Herald. También fue pionero Cady en producir esas páginas enteramente llenas de diminutos personajes moviéndose febrilmente en pistas de patinaje o riveras fluviales. Aquí os dejamos una pequeña selección de los trabajos de Harrison Cady, un artista ingenuo y entrañable.












miércoles, 29 de agosto de 2018

INGRID BERGMAN. EL MITO HECHO MUJER




Ingrid Bergman llegó a Hollywood cuando aun no se habían extinguido los ecos de la Garbo, la primera gran estrella sueca en La Meca del cine. Bergman fue la segunda, y si bien hay que admitir que no pudo emular a su antecesora en cuanto a sex appeal, la superó ampliamente en lo relativo a dotes interpretativas. Su Juana de Arco resultó sencillamente sublime, sus trabajos para Alfred Hitchcock en Recuerda, Atormentada y Encadenados fueron insuperables, lo mismo que su inolvidable papel de Ilsa, la enamorada de Bogart en Casablanca.
De la mano de la Bergman (tócala una vez más, Sam), siempre nos quedará París y su recuerdo atravesando los estrechos callejones de aquella aldea remota, perdida en el Mediterráneo, en la extraordinaria interpretación de Stromboli, que realizó para su querido Roberto Rosellinni, que la redescubrió como actriz y la descubrió como mujer madura y sensual.
En Bigotini os hemos preparado el enlace (clic en la carátula) para visionar una magnífica versión de Stromboli, filme magnífico de Roberto Rosellini, realizado en 1950, y durante cuyo rodaje la estrella se enamoró del director para escándalo universal. Disfrutad de la peli y de la Bergman.


Próxima entrega: Casablanca





jueves, 23 de agosto de 2018

MARTIROLOGIO DE SAN PEDRO ARBUÉS


Septiembre de 1485. Pedro Arbués caminaba ya de anochecida por los angostos callizos de aquella Zaragoza desmesurada y renacentista de espléndidos palacios y patios sobrecogedores, donde pululaban celestinas, melibeas y calistos, pármenos y elicias, sempronios, y areusas, en un continuo e incesante ir y venir anhelos y pasiones encendidas. ¡Quién me iba a decir, -pensaba-, que acabaría siendo nada menos que inquisidor general! Si me parece que fue ayer cuando dejé Épila para marchar a estudiar a Bolonia…

La de Pedro fue una carrera meteórica. ¡Qué talento!, -se admiraban sus paisanos epilenses-. Un año antes, en 1484, Fray Tomás de Torquemada le había elevado a su nueva dignidad, Inquisidor General de Aragón. Eso si, con un encargo muy concreto, hacer escombra, como solía decirse entonces. En otras palabras: limpieza. Torquemada, igual que sus señores Fernando e Isabel, estaba obsesionado con la depuración. Querían inaugurar una España libre de herejes y de judíos, católica y descontaminada. En la Castilla de Enrique el impotente, el desdichado hermano de Isabel, habían campado a sus anchas los judíos, medrando en la corte y manejando a su antojo la gobernación del reino y al propio rey. En el Aragón de Juan II, y en la Zaragoza prefernandina, los conversos dominaban las finanzas y el comercio. Los impulsores de la nueva España, aquilina, yugoflechista y plusultrista, se habían propuesto acabar con aquella chusma, quedándose de paso con la pasta, que el oro nunca mancha (madre, yo al oro me humillo, él es mi amante y mi amado). La Castilla de Torquemada ardía ya en hogueras, se consumía en cadalsos y bullía en autos de fe. La ola fundamentalista llegaba a Aragón con algún retraso, pero era no menos rampante y terrible que la castellana.


Las principales familias de conversos aragoneses estaban inquietas. Y con razón. Los Santángel, los Montesa, los Sánchez, los Durango, los Santafé, los Caballería, los Paternoy… andaban con la barba en el hombro, mirando al soslayo y viendo en cada sombra un enemigo, en cada sayón un sambenito, en cada soga un tormento, en cada borrica un paseo, en cada tabla un patíbulo, y en cada rostro de cristiano viejo, la amenaza voraz de la amarga, huesuda y desdentada segadora de afilada guadaña.
De la inquietud pasaron al terror, y de éste a la conspiración. Otra vez se afilaron los cuchillos a orillas del Ebro, río vertebral y totémico de la Iberia sagrada, si, pero también torrente sangriento de una España parricida, que desde su nacimiento codicia ya el bocado de su hermano, y se lo arrebata a dentelladas, como en un despiadado aquelarre de hienas. Vaciados los filos y prietas las filas, los hijos de Israel se conjuraron para acabar con Arbués.


Septiembre de 1485. 14 de septiembre por la tarde. Las luces se apagan. Los asesinos se perfilan como gárgolas vivas en las sombras góticas de la oscura catedral. Penumbra de muerte. Preludio de muerte. Pedro Arbués, el inquisidor, se arrodilla pesadamente ante el altar mayor. Corta el aire el baile lascivo de los cuchillos, de las hojas desnudas, de los fríos puñales. Helados fragmentos de plateada luna. Pedro Arbués, el inquisidor, se postra frente al altar, con el rostro sobre las frías losas y los brazos en cruz. Murmullo asmático de rezos. Llanto moribundo de negra profecía. Barrunto inminente de la parca que galopando, se acerca y reclama a gritos lo que es suyo…

…A continuación se desata la orgía sangrienta. Una puñalada, dos, cinco, diez puñaladas, doce… Doce rosas de pasión. Se escapa la vida del inquisidor por doce surtidores como los caños de la fonteta de la puyadica. Corren también sus asesinos a refugiarse en las sombras de las que salieron. Huyen a la carrera por las callejas en penumbra. En el corral de Pabostria, junto al arco del deán, dos menestrales detienen a uno, pero se les escurre de entre los dedos como un pez.
-Igual de frío estaba, -declararán después-. Tenía sangre en las manos, y en las entrañas el frío de la muerte. Les escupió el odio en la cara y corrió hacia la Maestranza más ligero que el viento. Su nombre no lo saben. Su rostro no lo vieron. Su condición: ¡judío!


Y al grito de ¡judío!, se alza en armas la vieja Zaragoza de los cristianos viejos. Si eres de Ponzano, no serás cristiano. ¿Te llamas Hervás?, judío serás. Los escolares del estudio de la Magdalena se arremangan el manteo, los labradores de san Pablo, feroces broqueleros de piel de pergamino, esgrimen sus adargas y broqueles, los hidalgos del coso empuñan antiguas espadas polvorientas. Clamores de venganza rasgan el clamoroso silencio de la noche y enturbian el turbio amanecer de los terrores. En los siguientes días y en los meses siguientes, Zaragoza arderá desde la puerta de Sancho a la del Sol, y desde la del Ángel a la Cinegia. Serán elviras y vivarramblas aragonesas que tocarán a rebato contra el perro y el marrano. La cólera y la furia desatadas, si, pero también la infame delación, la calumnia cobarde. Graznan los cuervos voces de muerte. A muerto doblan las campanas en los campanarios, y en los corazones redoblan a muerto.


Murió el inquisidor tres días más tarde, el 17 de septiembre de 1485. Sus últimas palabras fueron: -muero por Jesucristo, ¡alabado sea su Santo Nombre! Entre junio y diciembre del año siguiente, fueron detenidos y juzgados en varios autos de fe sus matadores. Zurita recoge en su crónica que los homicidas materiales fueron ocho, que hubo nueve ejecutados en persona, dos suicidios, cuatro condenados por complicidad, y trece a los que nunca pudieron echar mano, y fueron quemados en efigie, como era costumbre en esos casos. Después el nuevo inquisidor, Gaspar Juglar, persiguió a las principales familias conversas, sin que les sirviera de nada invocar los antiguos fueros del reino.
Pedro Arbués, San Pedro Arbués, fue beatificado por Alejandro VII el 17 de abril de 1662, y canonizado por Pío IX en 1867. Es el patrón de su Épila natal, y sus restos pueden venerarse en la capilla de su nombre de la Seo zaragozana, obra de admirable fábrica renacentista que se atribuye a Gil Morlanes. Según sus hagiógrafos, inmensa muchedumbre acompañó al santo mártir en su funeral, y después en su sepulcro se consiguieron muchos favores de Dios muy admirables.

Bueno, pues amén, pero menudo baño de sangre a cuenta del inquisidor. Aunque, bien mirado, si no hubiera sido por esto, hubiera sido por cualquier otra cosa. Los españoles necesitamos muy poca excusa para degollarnos los unos a los otros como a gorrinos. Aquí en la piel de toro, sabemos por experiencia que cualquier día puede ser nuestro san martín. En España, amigo mío, si llaman a la puerta de madrugada, nunca es el lechero.

Afortunado el que nada espera porque nunca será defraudado. Alexander Pope.