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martes, 28 de febrero de 2023

ARITMÉTICA DE TREVISO. LAS MATEMÁTICAS DEL RENACIMIENTO

 


En el texto conocido como La Aritmética de Treviso encontramos el más claro ejemplo de la difusión de las matemáticas durante el Renacimiento, tiempo que fue sin duda proclive al florecimiento de las ciencias en general. El texto, publicado en 1478 en Treviso, una ciudad del Véneto, es de autor anónimo y está escrito en dialecto veneciano. Era una época en que la Serenísima República se abrió al comercio marítimo con la práctica totalidad de las naciones mediterráneas, e incluso al terrestre con el resto de Europa continental. Afirma el desconocido autor en uno de los párrafos iniciales que “hay ciertos jóvenes, en quienes tengo puesto mucho interés y que quieren seguir carreras comerciales, que me piden con frecuencia que ponga por escrito los principios fundamentales de la aritmética. De modo que, impulsado por mi afecto hacia ellos, y por el valor de la materia, he emprendido la tarea de satisfacerlos de algún modo con lo mejor de mis humildes facultades”.



La obra, como sucede con otros textos europeos de los siglos XV y XVI, ofrece una variada colección de problemas matemáticos verbales relacionados con el comercio. Viene a ser por lo tanto, el antecedente remoto de los cuadernos de problemas que manejábamos los niños en España sin ir más lejos, ya bien entrado el siglo XX. Esta idea de plantear problemas verbalmente, tiene algunos orígenes muy anteriores que pueden encontrarse ya en la India, en China, en Egipto y hasta en ciertas tablillas de la primitiva escritura cuneiforme en Mesopotamia. En el texto de Treviso la finalidad de los problemas es eminentemente práctica. Están relacionados con el comercio y puede considerarse la obra una especie de iniciación para futuros comerciantes.

Aparecen en ella problemas de interés simple o compuesto, cálculo de pago por bienes, corte de tejidos y otras mercancías divisibles, aleación de metales, cambio de divisas, repartos proporcionales, ganancias compartidas y un largo etcétera.



El interés bibliográfico de la obra es mayúsculo, por ser el primer texto de matemáticas impreso en Europa y enteramente europeo. Contribuye el autor a estimular el uso de la numeración decimal y los algoritmos de cálculo. El libro posee también una gran importancia histórica, desde el momento que permite al lector trasladarse al Véneto del Renacimiento. Los problemas verbales están protagonizados por personajes con nombres como Jacomo o Sebastiano. Se pone de manifiesto la preocupación de aquellas gentes por asuntos como la usura o las frecuentes estafas, que ya por entonces constituían una lacra para la actividad comercial. También permite conocer los métodos de enseñanza de la aritmética y el cálculo en la Europa del siglo XV.

La Aritmética de Treviso tuvo en su momento amplísima difusión, traduciéndose y publicándose versiones en los principales idiomas. Estudiosos de la obra de William Shakespeare estiman muy probable que el genial dramaturgo inglés conociera bien la obra, a juzgar por diversas referencias que aparecen en comedias como El mercader de Venecia o La fierecilla domada, e incluso en una tragedia como Romeo y Julieta. Por su parte, nuestro profe Bigotini no cesa de preguntarse cuánta seda compraría por noventa ducados, si una pieza de veinte varas venecianas (veintitrés metros) cuesta quinientos ducados.

Es de necio confundir valor y precio. Antonio Machado.


sábado, 25 de febrero de 2023

FRED NEHER Y EL HUMOR DOMÉSTICO

 


Nacido en Nappanee, Indiana, en 1903, Fred Neher se convirtió en el rey de lo que podría llamarse humor doméstico. Sus tiras cómicas se centraron en situaciones de la vida familiar cotidiana, en las que se sintieron reflejados miles de lectores de todo el mundo. Su primer dibujo remunerado lo realizó a la temprana edad de doce años para la campaña publicitaria de un nuevo tipo de pinza para tender la ropa. Cobró dos dólares por él. Siguió uno de aquellos populares cursos de dibujo por correspondencia, y antes de terminar el instituto consiguió vender un chiste gráfico a la popular revista Judge. A los diecinueve años se trasladó a Chicago que por entonces, además de ser La Meca del Cómic, albergaba la prestigiosa Academia de Bellas Artes donde Fred amplió su formación lo suficiente como para crear su primera tira cómica, Otto Wall, personaje que se movía en el ambiente radiofónico. Hay que recordar que en la era pretelevisiva, la radio comercial era, junto al cine, el principal entretenimiento de la gente. Por eso la serie se hizo tan popular que la incluyeron los diarios en las páginas dedicadas a la programación radiofónica.


Una vez que consiguió ganarse la vida con su trabajo, Fred Neher fue ampliando poco a poco sus temas y sus personajes, creando entre otras series las de Layon McDuff, un jugador de golf, Goofey Movies, unas historietas con animales, y Just Like Us, una miscelánea de chistes gráficos. Vendió sus trabajos a muchas revistas americanas e incluso a Punch, la más prestigiosa publicación cómica de Gran Bretaña. También llegaron sus dibujos a muchos diarios y revistas europeas, aunque como a menudo la comicidad residía en el texto del pie, había chistes que no podían traducirse fácilmente a otros idiomas. Neher se retiró en 1977 y falleció en 2001, a los noventa y ocho años. Os dejamos aquí una breve muestra de su talento y de su particular humor inspirado en la vida cotidiana: maridos domesticados, bebés con un solo pelo, suegras belicosas y ejecutivos barrigudos forman parte de su divertido mundo.















martes, 21 de febrero de 2023

JULIE ANDREWS, LA CANTANTE EMPEÑADA EN SER ESTRELLA

 



Esta cantante y actriz a partes iguales, iniciada en el vodevil británico y consagrada más tarde en los musicales neoyorquinos de Broadway, era Julie Andrews. El cine, que fue su siguiente objetivo, se le resistió durante mucho tiempo hasta que la factoría Disney le propuso el papel protagonista de la exitosa Mary Poppins, una gran producción para todos los públicos junto al histriónico Dick van Dyke, que la lanzó al estrellato. Su siguiente filme en la misma Disney fue Sonrisas y lágrimas, donde interpretó a la novicia reconvertida en madre de la numerosa y entrañable familia Trap. Aquellos dos trabajos la hicieron mundialmente célebre, pero amenazaban con encasillarla como un producto para niños y abuelitas. Julie se resistió a ello, necesitaba de forma urgente un cambio de imagen, y acudió en su ayuda nada menos que Alfred Hitchcoch ofreciéndole un papel en el thriller político Cortina rasgada. El pícaro don Alfredo que para ese tipo de cosas no carecía de imaginación, le propuso comenzar la película metida en la cama con Paul Newman. Ella aceptó inmediatamente, y aunque la película fue un éxito de taquilla, los críticos no fueron precisamente caritativos con Andrews, llegando alguno a escribir que si no cantaba, no sabía muy bien qué hacer delante de una cámara. Después de aquel revés tardó en reponerse anímicamente, se dedicó casi en exclusiva a actuar en directo en los musicales, hasta que casi veinte años más tarde, en 1982, Blake Edwars, su segundo marido, la convenció para protagonizar Víctor o Victoria, una memorable comedia con música de Henry Mancini, con un guión divertidísimo y unos gags antológicos, que resultó todo un alegato contra la pacata moralina de los americanos. La película estaba pensada para el lucimiento de Julie Andrews, objetivo que vio alcanzado con creces. Por ella obtuvo el Globo de Oro a la mejor actriz, aunque los muy conservadores miembros de la Academia le negaron el merecido Oscar para el que estuvo nominada.

Precisamente de Víctor o Victoria os ofrecemos (clic en el enlace) la famosa secuencia de Le jazz hot, un número que deja perplejo al personaje interpretado por James Garner. Que os aproveche. 

Victor/Victoria (Julie Andrews) - Le Jazz Hot - YouTube

Próxima entrega: Blake Edwards


sábado, 18 de febrero de 2023

NERVA Y TRAJANO. LOS CIMIENTOS DEL APOGEO DE ROMA

 


Domiciano, el último emperador de la efímera dinastía Flavia, fue asesinado sin darle tiempo a nombrar un sucesor, así que el Senado, que aunque siempre calló, nunca había reconocido oficialmente el derecho de los emperadores a elegir heredero, se apresuró a designar al nuevo, y lo hizo en la persona de Marco Cocceyo Nerva, un senador medio jurista y medio poeta, un tipo grandullón y pacífico con fama de buena persona. Tenía entonces ya setenta años y la salud delicada. Su mandato duró sólo dos años, pero fueron suficientes para corregir los desmanes de su predecesor y poner orden en la política romana. Llamó a los exiliados, rehabilitó a los proscritos, repartió tierras entre los pobres, liberó a los hebreos de los pesados tributos a los que les habían sometido Vespasiano y Tito, y hasta tuvo tiempo de sanear las finanzas y las arcas del Estado. Tan solo tuvo enfrente a los pretorianos, una panda de matones acostumbrados a medrar a sus anchas, que llegaron a sitiar su palacio degollando a varios de sus consejeros y secuestrando al resto.

Nerva no se dejó amedrentar. Ofreció a cambio su propia cabeza que los sitiadores no se atrevieron a aceptar acaso por miedo a excitar las iras de toda Roma que apoyó a su emperador. Los pretorianos cedieron y hasta practicaron una purga entre sus filas. Nerva presentó su dimisión al Senado, y el Senado la rechazó.


Pero aquel hombre bueno sentía que se aproximaba su final, y como no tenía hijos, nombró heredero a Marco Ulpio Trajano, un brillante general que mandaba las legiones destacadas en Germania. Después Nerva se retiró, y regresó a la vida privada sin el menor sobresalto. Un caso inédito en la convulsa historia de Roma.

El nombramiento de Trajano fue seguramente el mayor acierto entre los muchos de Nerva. El nuevo emperador era un hispano procedente de Itálica, de unos cuarenta años, que había hecho carrera en la milicia. Una vez nombrado tardó dos años en presentarse en Roma a tomar posesión, porque no quería dejar ningún cabo suelto en tierras germanas. Tácito y Plinio el Joven dicen que era alto y robusto, de costumbres austeras y un valor a toda prueba. Plotina, su esposa, se confesaba la más feliz de las mujeres porque su marido no la engañaba con otras. Al parecer su única debilidad eran los jovencitos, de los que solía rodearse a menudo. Tenía fama de ser hombre culto porque en su carro de general le acompañaba siempre Dión Crisóstomo, un brillante retórico que le hablaba sin parar de filosofía, aunque Trajano confesó que mientras tanto pensaba en sus asuntos y nunca llegó a comprender una sola palabra de aquella verborrea.

La personalidad de Trajano, hombre en apariencia severo y distante, hizo sospechar a muchos senadores que se comportaría como un tirano. Pero se equivocaban. Fue un trabajador infatigable que realizó grandes reformas. Su mandato fue memorable en urbanismo y arquitectura. A su iniciativa se debe el gran foro romano llamado de Trajano en su memoria, presidido por la inmensa columna del mismo nombre cuyos bajorrelieves constituyen un documento inigualable para cronistas e historiadores. Impulsó también importantes obras en todas las provincias del Imperio. Fue el artífice del nuevo puerto de Ostia, del anfiteatro de Verona, de las cuatro grandes vías o calzadas que partiendo de la Urbe, comunicaron con el resto de la península, del gigantesco acueducto y del singular puente sobre el Danubio que encargó al arquitecto griego Apolodoro.

Aunque no fue partidario de la violencia, Trajano supo cuándo emplear la fuerza. Ese fue el caso de la sublevación de Decébalo en la Dacia, la actual Rumanía, que sofocó por dos veces con gran habilidad táctica y un mínimo derramamiento de sangre. Con el botín de aquel triunfo, las minas de oro de Transilvania, obsequió a los romanos cuatro meses ininterrumpidos de juegos en el Circo, en los que participaron diez mil gladiadores y un ingente número de fieras.



Tras aquel periodo de paz y reconstrucción, cuando ya tenía casi sesenta años, Trajano sintió nostalgia de la vida de campamento, y se propuso completar la obra de César y Antonio en Oriente, llevando los confines del Imperio hasta el océano Índico. Conquistó Mesopotamia, Persia, Siria y Armenia, pero tuvo que detenerse ante el mar Rojo por encontrarse ya viejo y enfermo. Volvió grupas hacia Roma con la esperanza de llegar a morir allí, pero no pudo ser. Aquejado de hidropesía y de una repentina parálisis, falleció el año 117, cuando contaba sesenta y cuatro. A Roma sólo regresaron sus cenizas que se enterraron bajo su monumental columna en el foro, y siguen ahí después de más de diecinueve siglos. Asegura Tácito que fue llorado por los ciudadanos de Roma y de todo el Imperio.

Si tu intención es describir la verdad, hazlo con la mayor sencillez. La elegancia déjala para los modistos. Albert Einstein.


martes, 14 de febrero de 2023

MIGUEL HERNÁNDEZ, EL POETA DEL PUEBLO

 


En Orihuela, su pueblo y desde entonces un poco el de todos, nació en 1910 Miguel Hernández. Fue el tercero de los siete hijos de Concepción Gilabert y Miguel Hernández, ganadero de cabras.

El oficio de cabrero fue el primero que ejerció el niño Miguel mientras recibía a saltos una precaria educación primaria en unas escuelas religiosas, y más tarde obtenía una beca para cursar el bachillerato con los jesuitas de Orihuela. No pasaron de ahí sus estudios, por lo que el resto de su educación debe considerarse autodidacta contando con el apoyo de un puñado de protectores y amigos, y con el tesoro de su enorme voluntad de aprender. Las primeras lecturas de aquel pastor de cabras fueron tan dispares como Virgilio, San Juan de la Cruz o Paul Verlaine, prestadas por un canónigo algo pariente suyo y por buenos compañeros e incipientes poetas como los hermanos Fenoll, Manuel Molina o José Marín Gutiérrez que adoptaría el seudónimo de Ramón Sijé y se convertiría en su mejor amigo.

El siguiente descubrimiento del joven Miguel fue la poesía de nuestro Siglo de Oro. Sus principales maestros literarios fueron nada menos que Cervantes, Lope, Garcilaso, Calderón y sobre todo Góngora, por quien manifestó siempre su predilección. Sus lecturas y una máquina de escribir de segunda mano fueron, junto a las cabras, su compañía en el monte y su sustento espiritual. Obtuvo entonces el primer y único premio poético de toda su vida, galardón que le otorgó el Orfeón Ilicitano por un poema que glosaba los encantos de las tierras levantinas y de la ciudad de Elche. Viajó a Madrid a los veintiún años con un puñado de poemas y obras teatrales en la maleta. No tuvo suerte, pero volvió a intentarlo dos años más tarde, en 1933, cuando consiguió ver publicada su primera obra, Perito en lunas, y poco después El rayo que no cesa. Ambas suscitaron el interés de poetas ya consagrados como Aleixandre y Neruda, así como de José María de Cossío, editor de la revista Los Toros, que se convirtió en su más ferviente admirador. También deslumbraron su poesía y su persona a la pintora Maruja Mallo con la que mantuvo la que fue seguramente su primera relación.



En su etapa madrileña, el pensamiento político de Miguel derivó de forma decidida hacia la izquierda, y en el verano del 36, coincidiendo con la sublevación de los facciosos, se afilió al Partido Comunista de España, actuando como comisario político en el 5º Regimiento en los frentes de Teruel, Extremadura o Jaén, con un breve paréntesis en marzo del 37 para casarse en Orihuela con su novia Josefina Manresa, con la que sólo pudo convivir unos días. En diciembre del 37 viajó a la Unión Soviética como representante del Gobierno de la República.

Concluida la guerra en el 39, tomó el camino de Portugal para marchar al exilio americano, pero fue delatado y arrestado por agentes del dictador Salazar, y entregado a la guardia civil. Estuvo encarcelado en Huelva, donde sufrió varias palizas brutales de grupos de falangistas y otras “gentes de orden”. Pasó después por las prisiones de Sevilla, Madrid, Palencia, Ocaña y finalmente Alicante, donde compartió celda con el dramaturgo Antonio Buero Vallejo, autor del retrato a carboncillo que se convertiría en la imagen más conocida y reproducida del poeta.


Para entonces, gracias a los buenos oficios sobre todo de Cossío, su gran protector, que tenía influencia en círculos franquistas, su reciente pena de muerte fue conmutada por la de treinta años de prisión, la inmediatamente inferior. Esa influencia y la de otros intelectuales afines al régimen que admiraban su obra poética, probablemente habrían terminado por conseguir una mayor reducción de la condena, pero era ya demasiado tarde. Miguel Hernández Gilabert, uno de los poetas más brillantes de su generación, sea esta la del 27 o la del 36, murió en la enfermería de la prisión de Alicante en la madrugada del 28 de marzo de 1942, con sólo treinta y un años, y a consecuencia de la tuberculosis, de las palizas de Huelva, el frío de Palencia, el hambre y las torturas a que fue sometido. Según varios testigos, fue imposible cerrarle aquellos ojos de mirada intensa y acusadora, como fue y será imposible callar su voz, que hay ruiseñores que cantan encima de los fusiles y en medio de las batallas.

Miguel Hernández es el poeta del pueblo. En su obra poética destacan, además de las ya citadas, Viento del pueblo, Cancionero y romancero de ausencias, El hombre acecha, Elegía o Nanas de la cebolla. Y en su obra dramática, Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, El torero más valiente, Los hijos de la piedra, El labrador de más aire o Teatro en guerra, además de incontables antologías y ediciones de obras escogidas publicadas póstumamente. Hoy traemos de nuestra biblioteca Bigotini la edición digital de una brevísima antología compuesta por tres únicos poemas. Emocionado recuerdo y homenaje al mártir de la libertad y al enorme poeta que fue Miguel Hernández. Cilc en el enlace: 

https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=Miguel+Hern%C3%A1ndez.Poes%C3%ADas.pdf

Para la libertad sangro, lucho, pervivo. Miguel Hernández.


sábado, 11 de febrero de 2023

PREVENCIÓN DEL CÁNCER DE COLON

 


El cáncer colorrectal es uno de los tumores más frecuentes. En España se diagnostican varias decenas de miles al año. A pesar de los avances en el tratamiento, el principal problema radica en que a menudo se detectan cuando el proceso está ya muy avanzado. Con un diagnóstico precoz adecuado podrían curarse más del 90% de los casos.

Entre las causas de este proceso destaca la acumulación de sustancias de desecho en los tramos finales del intestino, donde el tránsito intestinal se hace más lento. Cuanto más tiempo permanezcan esas sustancias, mayor es el riesgo de que se produzcan los cambios celulares que darán lugar a un tumor. Un factor de riesgo adicional es la edad superior a 50 años. Existe también un importante componente genético. Otros factores predisponentes son el tabaco, el alcohol, el sedentarismo y la obesidad. Hay por último, ciertos procesos que multiplican el riesgo, como son la existencia de pólipos intestinales, la colitis ulcerosa, el estreñimiento pertinaz, el cáncer de mama, de ovario o de útero.


SÍNTOMAS QUE DEBEN SER MOTIVO DE CONSULTA

Aunque de forma aislada y ocasional pueden carecer de significado, conviene solicitar atención médica cuando se presenten de forma insistente varios de los siguientes: 

·                     Estreñimiento pertinaz.

·                     Dolores abdominales.

·                     Astenia o sensación de cansancio injustificado.

·                     Pérdida de peso sin causa aparente.

·                     Alteraciones del hábito intestinal.

·                     Cambios morfológicos de las heces.

·                     Presencia de sangre en las deposiciones.


El colorrectal es un cáncer estrechamente vinculado a los hábitos y al modo de vida. Para prevenir su aparición es muy importante seguir cinco preceptos básicos:

1.          Combatir el estreñimiento. Una dieta rica en fibra es esencial para favorecer el tránsito intestinal. Sustituir, sobre todo a partir de los 45-50 años, las carnes rojas por frutas, verduras, legumbres y cereales, no solo contribuye a prevenir el cáncer de colon, sino que disminuye el riesgo de enfermedad cardiovascular.

2.          Reducir la ingesta de grasas procedentes de la carne, e incrementar la de grasas saludables a través del consumo de pescado azul, frutos secos o aceite de oliva.

3.          Evitar el tabaquismo y el abuso del alcohol. Las toxinas que contienen estas sustancias favorecen la formación de pólipos y tumores intestinales. Se ha demostrado que la condición de fumador habitual incrementa en un 18% la posibilidad de padecer un cáncer colorrectal.

4.          Controlar la obesidad. Especialmente en la región abdominal. El desarrollo del cáncer de colon está ligado a la leptina, una hormona que producen mayoritariamente las células grasas abdominales.

5.          Hacer ejercicio. Simplemente media hora diaria de actividad física reduce hasta en un 30% el riesgo de cáncer colorrectal.


CUÁNDO HAY QUE SOMETERSE A UNA COLONOSCOPIA

La colonoscopia es la más eficaz arma diagnóstica de que disponemos. Las modernas técnicas endoscópicas permiten no sólo localizar tumoraciones, sino extirpar sobre la marcha pólipos intestinales, y tomar muestras de tejidos para someterlas a análisis.

La colonoscopia estará indicada:

·                     A partir de los 50 años. O antes si concurren varios de los síntomas que señalábamos arriba.

·                     En caso de antecedentes familiares. La periodicidad será cada 5 años.

·                     En caso de antecedentes personales. De cáncer colorrectal o de poliposis intestinal.

Según informe de la DGT, en España un peatón es atropellado cada 50 minutos. Pueden imaginar en qué lamentable estado se encuentra el pobrecillo.


martes, 7 de febrero de 2023

EL DIFÍCIL NACIMIENTO DE LA CIENCIA

 


Entre antropólogos e historiadores parece no haber ya dudas en que la evolución del pensamiento humano, al igual que ocurre en el desarrollo personal de cada individuo, pasa por tres fases que se suceden cronológicamente: magia, religión y ciencia. En lo relativo a esta última, la ciencia, materia de la que venimos ocupándonos en estos artículos, encontramos sus primeras y aún balbucientes manifestaciones en las primitivas sociedades agrícolas y ganaderas nacidas durante la llamada revolución neolítica. Este fenómeno, que comenzó tras el último periodo glacial y en varios focos geográficos por separado, aunque se admite que se produjeran intercambios entre ellos, culmina con la aparición de la escritura, un hallazgo que inaugura la Historia.

El pensamiento mágico, presente en los grupos humanos más primitivos, induce a relacionar desde aspiraciones elementales de subsistencia como el éxito en la caza, hasta fenómenos de la naturaleza como la sucesión de las estaciones, el movimiento de los astros o la maduración de los frutos, con acciones deliberadas que los propician. Es lo que Frazer y otros autores llaman magia simpatética mediante la que por ejemplo, el encendido ritual de grandes hogueras al final del invierno, propicia la llegada de la estación cálida, la abundancia de frutos y el regreso de las manadas de herbívoros.


En una segunda fase, la religiosa, el hombre se convence, quizá tras sucesivos fracasos de sus actividades mágicas, de que por sí mismo es impotente para dominar el medio natural, muchas veces hostil e impredecible. De manera que imagina detrás de cada fenómeno, una serie de fuerzas superiores o espíritus de los ríos, de los bosques, de los astros… a los que diviniza asignándoles nombres y atributos concretos. Dioses a los que mediante plegarias, sacrificios u otras acciones, se aplaca o se propicia para atraer sus favores.

Pues bien, el nacimiento, si no de la ciencia o el pensamiento científico como tales, sí al menos de las primeras intuiciones antes que certezas, sobre determinados fenómenos naturales, lo encontramos, al menos en su germen, ya en las primeras sociedades con división del trabajo y algún grado de jerarquización. Las más próximas culturalmente son quizá las que tuvieron como escenario el Creciente Fértil entre los ríos Tigris y Eúfrates, donde se produjeron las primeras domesticaciones de animales y plantas, donde parece que nació la más primitiva escritura, y donde en definitiva vieron la luz las primeras civilizaciones históricas.




Ya en el periodo acadio y posiblemente en tiempos anteriores, encontramos en las tablillas de arcilla desenterradas una gran cantidad de listas. Se trata de relaciones prolijas de plantas, de animales, de objetos de cualquier clase, que a pesar de agruparse casi siempre de formas que hoy nos resultan algo absurdas (los que vuelan, los que se arrastran, los que son de colores, los que no comen durante el día…), son a su manera un intento de clasificación. Es la denominada ciencia de las listas, que aspiraba a abarcar el conocimiento universal. Su fundamento podría resumirse de esta manera: si poseo físicamente miles de tablillas en las que aparecen los nombres de todas las cosas conocidas, poseo el conocimiento de todas ellas. Este es el principio de la mítica sabiduría del rey Salomón de quien se dice poseía una ingente colección de esas tablillas. Es también el germen de las primitivas bibliotecas.

Pero aquellos primeros escarceos que pudieran llamarse precientíficos o protocientíficos, no encontraron precisamente facilidades en unas sociedades regidas por la superstición. Basten como ejemplo dos de las actividades humanas surgidas en aquel tiempo, la medicina y las matemáticas.



En cuanto a la medicina, sin duda ya desde el tercer milenio existió la práctica quirúrgica. En el Código de Hammurabi del siglo XVIII a.C. se regulan las intervenciones con cuchillo sobre personas y ganado. El hecho de que la práctica aparezca junto a la de carpinteros, constructores navales o alfareros, indica una baja estima de quienes se dedicaban a ella. Era una profesión manual en la que se drenaban abscesos, se reducían fracturas o se operaban cataratas lo mismo que se marcaba a fuego a los esclavos. Quienes la practicaban eran responsables de los frecuentes malos resultados.

Por el contrario, los que se llamaban médicos, tenían un status superior a pesar de que todo indica que actuaban como meros charlatanes. La clave radica en la naturaleza religiosa que se atribuía a la enfermedad. Adivinos que leían los signos en vísceras de animales sacrificados, exorcistas que conjuraban los malos espíritus o sacerdotes que recetaban drogas y recitaban conjuros, eran quienes procuraban sanidad a los enfermos. Así que los médicos asirios eran videntes, magos, exorcistas, drogueros y ornitománticos. La ciencia pues, aún antes de haber nacido, se veía en este caso, abortada por la religión. La teoría del origen de las enfermedades, la primitiva etiología, si es que es lícito llamarla así, se contaminaba de religión. Básicamente las enfermedades podían ser causadas por un dios, aunque lo más frecuente era que el dios se limitara a retirar su protección, dejando el camino expedito a demonios, fantasmas y otros genios del mal, que se cebaban con el paciente. Aquí la enfermedad es un castigo divino, la enfermedad es consecuencia del pecado causado por una transgresión de las normas religiosas que no necesariamente tiene que ser intencionada. Cualquier mínimo error en los complicados rituales puede dar lugar al disgusto del dios de turno.



Caso diferente es el de las matemáticas. Con independencia de ritos y de creencias, las tablillas que han llegado hasta nosotros representan un tesoro de conocimiento aritmético y en alguna menor medida, geométrico. Encontramos en ellas las operaciones básicas además de cálculo de fracciones, raíces, progresiones aritméticas, ecuaciones hasta de segundo grado y una incipiente trigonometría.

No obstante, ni siquiera las matemáticas se libran de la influencia omnímoda de la religión. Siguiendo a Carlos Solís y Manuel Sellés en su obra Historia de la Ciencia (Espasa, Barcelona 2005), sabemos que a los dioses les corresponden números. Por ejemplo, los más elevados pertenecen a la tríada máxima: a Anu (el Cielo), el 60; a Enlil (la Tierra), el 50; y a Ea (las aguas), el 40. Descienden luego desde Sin (la Luna, 30) y Shamash (el Sol, 20) hasta las deidades menores como Gibil (10) y Nusk (10), quedando las fracciones para los demonios. Estos y otros ejemplos similares abonan la idea de los difíciles comienzos de la ciencia en las sociedades religiosas, dificultad que se ha prolongado a lo largo de los siglos y que, aunque las religiones cada vez resulten más inconsistentes y ridículas, se prolongan todavía en la actualidad.

El profe Bigotini no es tan viejo como las tablillas de Mesopotamia, pero sí lo suficiente para sentirse a veces débil y enfermo. Me pide que os ruegue una oración por su precaria salud.

La estupidez es la única enfermedad en la que no sufre el paciente sino todos los que están con él.


sábado, 4 de febrero de 2023

DARRELL McCLURE. VELEROS Y HUERFANITAS


 

Darrell McClure fue un californiano nacido en 1903. Su infancia transcurrió en San Francisco, y heredó su pasión por el arte de su madre, Ethel Jamison Docker, una notable pintora. Asistió a la Escuela de Bellas Artes de California, y desde los catorce años comenzó a publicar ilustraciones en diarios y revistas locales. Trabajó como leñador y marinero, viajando hasta Nueva York en un carguero. En 1923 fue contratado por el King Features Syndicate. Después se trasladó a Connecticut, donde residió la mayor parte de su vida.

En la obra artística de McClure conviven dos facetas bien diferenciadas. Una es la de pintor especializado en temas náuticos que comenzó a los veintiún años, en 1924, dibujando ilustraciones para la revista Yachting, y prosiguió durante el resto de su carrera artística pintando acuarelas y óleos de temas marinos con elegantes veleros surcando las olas. Muchos de sus cuadros se exponen en diferentes museos y colecciones particulares en América y en otros países.

La otra faceta, que es la que nos interesa en nuestra Historia del Cómic, es su obra gráfica como autor de historietas y tiras cómicas. Las primeras aparecieron al final de los años veinte en varios diarios, eran series como Donnie, Vanilla and the villains o Hard Hearted Hickey. Pero su gran éxito en el género se inició en 1930 con la publicación de Little Annie Rooney en el New York Journal. El título de la serie se inspiró en una famosa canción de Michael Nolan, y su protagonista imitaba a la célebre Little Orphan Annie de Harol Gray, tira y autor a quienes ya dedicamos un artículo en nuestro blog. Ambas series estuvieron protagonizadas por una niña y su inseparable perrito, y a diferencia de los de Gray, los guiones de McClure estaban más cerca de la comedia que del thriller policiaco. También sus dibujos estaban más cuidados, obedeciendo al estilo de línea clara que tendría más adeptos en Europa que en los propios USA. Con todo, aquí en Bigotini nos seguimos inclinando más por el talento de Harold Gray y sus guiones casi cinematográficos. En cuanto a la acogida por parte del público, puede decirse que ambos artistas quedaron empatados, pues las dos huerfanitas cosecharon parecidos éxitos.

Darrell McClure se hizo rico con la publicidad, y abandonó el cómic en 1966, para retirarse a navegar y a seguir pintando sus veleros. Os dejamos aquí una muestra de su obra gráfica. Que os aproveche.