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martes, 12 de agosto de 2025

HUYGENS, LA TAUTOCRONA Y MOBY DICK

 


Durante varios siglos, muchos físicos y matemáticos se habían esforzado en hallar una curva que describiera la forma de un tipo específico de plano inclinado. La idea era colocar objetos en distintos niveles de una rampa, de modo que todos invirtieran el mismo tiempo en llegar al final de la rampa deslizándose por su superficie, con independencia del punto de partida en que se situara cada uno de ellos. Actúa sobre los objetos exclusivamente la fuerza de la gravedad, y se considera que no existe rozamiento.

En 1673, Christiaan Huygens, astrónomo y físico holandés, encontró una solución, y la publicó en su obra Horologium oscillatoriumi (El reloj de péndulo). Técnicamente, la tautocrona, que así se llama la curva que constituye la rampa, es una cicloide, o lo que es lo mismo, es la curva definida por la trayectoria seguida por un punto fijo de una circunferencia a medida que ésta rueda sobre una línea recta. La tautocrona se conoce también con el nombre de braquistocrona en aquellos casos en que se hace referencia a la curva sobre la que un objeto sin rozamiento sea capaz de alcanzar la mayor velocidad de descenso al deslizarse desde uno a otro punto.



Con su descubrimiento, Huygens se proponía diseñar un reloj de péndulo más preciso que los construidos hasta ese momento. El reloj contaba con porciones de superficies en forma de tautocrona muy cerca del lugar en el que oscila el péndulo. De esa forma pretendía asegurar que el péndulo describiera una curva óptima con independencia del punto en que comenzara a balancearse. Lamentablemente, la fricción de las superficies producía errores significativos, por lo que el reloj de Huygens no llegó a alcanzar la precisión deseada.

Digamos como curiosidad que las propiedades de la tautocrona han tenido también un recorrido literario. Aparecen mencionadas en un pasaje de Moby Dick, la inmortal novela de Herman Melville, a propósito de una discusión acerca de una olla para refinar aceite de ballena: [La olla] puede servir también para profundas meditaciones matemáticas. Me hallaba en la olla de la parte izquierda del barco, con la esteatita dando vueltas a mi alrededor con diligencia, cuando de forma indirecta, me di cuenta de pronto, del hecho notable de que en geometría todos los cuerpos que se deslizan por un cicloide, por ejemplo mi esteatita, caerán desde cualquier punto en exactamente la misma cantidad de tiempo. La esteatita es en este caso, una piedra esférica porosa y ligera que, deslizándose por la olla repetidamente, conseguía el efecto de batir la grasa sólida de los cachalotes, transformándola en aceite que se almacenaba en barriles.

La nariz de nuestro profe Bigotini, que también es una cicloide, atesora infinitas propiedades físicas de las que algún día daremos cuenta.

Me acabo de comer una naranja del mercadona, que perfectamente podría haber aguantado un set en Roland Garrós.


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