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lunes, 29 de febrero de 2016

ESCLAVITUD Y ESCLAVOS EN LA ESPAÑA IMPERIAL


Murillo. Tres niños
La inmensa mayoría de las referencias históricas a la esclavitud nos transportan casi siempre a ciertos escenarios muy determinados: la antigüedad greco-romana, el mundo árabe y la América colonial. A menudo se olvida que en nuestro suelo también hubo esclavos. Concretamente en la España imperial de los siglos XVI y XVII la esclavitud fue mucho más que un fenómeno marginal. Como señala Antonio Royo Bermejo, entre los teólogos y pensadores del Siglo de Oro, por influencia de La Política de Aristóteles, se distinguían dos tipos de servidumbre. De una parte la llamada servidumbre natural, que sujeta al ignorante y débil al imperio del fuerte o del sabio; y de otra, la servidumbre legal, que se deriva de la guerra o la venta.

La primera apenas tuvo eco en los reinos peninsulares, sin duda por influencia del padre Bartolomé de las Casas y su decidida defensa de los indios americanos y de los aborígenes canarios. Sin embargo, el principio de la servidumbre legal fue tenazmente defendido en España. Los prisioneros que se hacían a turcos y moros de Berbería, se consideraron legalmente esclavizables, así como negros, mulatos y no blancos en general. También los hijos de esclavos quedaban legalmente sujetos a esclavitud y compraventa. La llamada guerra justa fue aceptada universalmente como causa legítima de esclavitud, por lo que abundaron también los esclavos de raza blanca. Algunos centenares de ellos, la mayoría importados de tierras americanas o fruto de la guerra que se libró en el Mediterráneo contra los turcos, fueron sometidos a trabajos forzados en las obras faraónicas de Toledo, Madrid, El Escorial o El Pardo. Pero la gran mayoría de los esclavos de la España de aquel tiempo se dedicaron a la servidumbre doméstica como sirvientas, lavanderas, palafreneros o mozos de establo.


Velázquez. Mulata
La causa que más frecuentemente llevaba a adquirir la condición de esclavo era, como queda dicho, la guerra, situándose a continuación la trata negrera (un lucrativo negocio), el nacimiento (ser hijo o hija de esclava) o la comisión de algún delito. Los niños de corta edad solían ser vendidos en el mismo lote que su madre. Entre los delitos documentados como causa de pérdida de libertad destacan ayudar a los moros, convertirse en moros o en judíos, el hurto, la mendicidad, el adulterio o el ejercicio de la prostitución. En el reino de Granada, una vez conquistado y apaciguado, abundaron las expediciones y cabalgadas para apoderarse de moros que permanecían emboscados y ocultos.

Aunque la Corona de Castilla fue ajena a la trata de negros, el mercado nacional se nutrió de los esclavos que traían los portugueses. Los principales puntos de trata se situaron en Lisboa y en Sevilla, y los destinos más comunes incluían a la misma Sevilla, junto a Salamanca, Madrid y Barcelona, ciudades que contaban con mayor número de personas adineradas que podían permitirse la compra de esclavos. Concretamente en Barcelona fue donde más tiempo persistió el comercio y la tenencia de esclavos, prolongándose allí hasta época tan reciente como finales del siglo XIX. La burguesía catalana empleó mano de obra esclava tanto en las colonias de Cuba y Puerto Rico, como en la misma Cataluña, hasta la vergonzosamente tardía abolición de la esclavitud.


Velázquez. Retrato de Juan Pareja
En los siglos XVI y XVII tuvieron esclavos no solo los nobles y los mercaderes enriquecidos, sino los militares, los clérigos, los estudiantes o los artesanos. Es célebre el caso de Juan Pareja, un esclavo mulato de Diego Velázquez, que aprendió a pintar en el taller de su maestro y amo, dedicándose después a la pintura con notable éxito. En el servicio doméstico las esclavas negras y mulatas gozaron de mejor fama que las blancas y las moriscas, a quienes se consideraba indómitas y escasamente fieles. Era práctica común herrar a los esclavos, muy especialmente a los blancos, mediante marcas hechas a fuego en lugares visibles como la barbilla, las mejillas o la frente. Los negros habitualmente no se marcaban, pues su propio color delataba su condición. La marca más usual consistía en una S y un clavo. Recogen esta costumbre Cervantes y Lope de Vega entre otros. Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana o española, afirma que el clavo no es sino la letra “I”, de manera que la “S” y la “I” vendrían a significar sine iure, es decir, sin derecho, porque el esclavo no es suyo, sino de su señor y assi le es prohibido cualquier acto libre.

Quede pues constancia de que no sólo hubo esclavos en el Brasil o en Alabama. Lamentablemente también en nuestro suelo se produjo esta vergonzosa práctica de la esclavitud, consagrada por las leyes imperiales y bendecida además por la Santa Iglesia.

Escuchando se aprende y hablando se yerra.



viernes, 26 de febrero de 2016

MADELEINE CARROLL. MI RUBIA FAVORITA


Esta inglesa bellísima tuvo una carrera cinematográfica demasiado corta. La espléndida presencia de Madeleine Carroll la convirtió en favorita del público incluso antes de protagonizar su primera película.
Debutó en el cine en su Inglaterra natal, cosechando grandes éxitos. Acaso su papel más brillante de esta su primera época, fue el que compartió con Robert Donat en la inolvidable 39 escalones, un film de Alfred Hitchcock, que a pesar de su antigüedad (1935), contaba ya con los elementos indispensables del cine de este genial autor. Don Alfredo contó también con ella en su siguiente película, Agente secreto, producida en 1936. Probablemente Madeleine Carroll fue la primera de las grandes rubias hitchconianas, por las que el orondo londinense sentía especial debilidad (recordemos a Grace Kelly, Kim Novak o Tippi Hedren). Más tarde, en su etapa americana, sólo interesó a los productores el físico de la estrella. No obstante, resulta inolvidable su belleza en filmes como La policía montada del Canadá, que protagonizó en 1940 a las órdenes de Cecil B. De Mille.

En filmoteca Bigotini rendimos un respetuoso tributo al recuerdo de Madeleine Carroll, con un homenaje fotográfico y musical. Haced clic sobre la imagen y disfrutad unos minutos de esta rubia espléndida e inolvidable.

Próxima entrega: Robert Donat


lunes, 22 de febrero de 2016

EXOPLANETAS. UNA BÚSQUEDA ESTELAR


¿Hay alguien más allá arriba, o estamos completamente solos en el universo? Muchos científicos son optimistas en cuanto a encontrar vida, incluso vida inteligente, en otros mundos. Y lo son simplemente porque el universo es tan grande que probablemente existirán millones de planetas que reunirán las condiciones necesarias para albergar vida. Con un poco de suerte, al menos algunos de ellos habrán producido seres similares a nosotros. Los planetas candidatos, que llamamos exoplanetas, deben estar compuestos por materiales sólidos, situarse en lo que se llama zona o franja habitable de su sistema, a una distancia de su estrella que permita la existencia de agua líquida, y tener un rango de temperaturas compatible con la vida. Además su órbita debe ser estable. El problema radica en las enormes distancias que separan los sistemas solares, y no digamos las galaxias. La imposibilidad de que algún objeto o señal pueda viajar a velocidades superiores a la de la luz, complica considerablemente un probable contacto.

Para empezar, ya resulta bastante complicado detectar planetas más allá de nuestro sistema solar. El primer exoplaneta fue descubierto en una fecha tan reciente como 1992, y el primero que orbitaba alrededor de una estrella similar a nuestro sol, en 1995. Afortunadamente, en la última década se han disparado los descubrimientos, que actualmente arrojan una cifra cercana a los dos mil planetas. Semejante hazaña ha sido posible gracias a ingenios como el espectrógrafo HARPS, el telescopio Corot de la Agencia Espacial Europea, o el Kepler de la NASA. Precisamente el año 2015 se ha puesto en marcha el proyecto CARMENES del Instituto de Astrofísica de Andalucía, cuyo principal objetivo es detectar más de estos prometedores exoplanetas.


El problema es cómo detectarlos. Desde luego, la visión directa puede descartarse de entrada por imposible. Téngase en cuenta que los planetas carecen de luz propia. No queda pues otro remedio que recurrir a métodos indirectos. Las estrellas si emiten luz, por lo tanto, puede detectarse la disminución relativa de su brillo, cuando algún exoplaneta pasa por delante de ellas. Es una especie de diminuto eclipse que en ocasiones no supera el uno por ciento de pérdida de intensidad del brillo. Otra técnica consiste en cuantificar la variación del movimiento de la estrella originado por el o los exoplanetas que la orbitan. Para ello los astrofísicos se basan en el conocido efecto Doppler, analizando el espectro lumínico de la estrella, y las variaciones producidas por los exoplanetas. El método, aunque parezca complicado, permite incluso calcular sus masas y las amplitudes orbitales.

Efecto Doppler

Naturalmente, resulta más fácil detectar planetas grandes, por lo que la mayoría de los descubiertos hasta la fecha, son gigantes gaseosos similares a Júpiter, donde no parece haber posibilidad de vida. El proyecto CARMENES se centra en estrellas de tipo espectral M, similares al Sol, o bien en enanas rojas, algo más pequeñas y frías que nuestro sol. Existen unas trescientas estrellas de este tipo en la zona regional de la Vía Láctea más cercana. Podría decirse en las estrellas de nuestro barrio galáctico. Con algo de suerte, se estima que podrán descubrirse varias decenas de exotierras o exoplanetas parecidos a la Tierra, situados en la franja de habitabilidad, con agua líquida en su superficie y el resto de condiciones adecuadas para albergar vida.

Una vez localizadas esas exotierras, el paso inmediato más lógico será estudiar su atmósfera y tratar de identificar biotrazadores, es decir, compuestos químicos que presenten indicios de actividad biológica. Lo siguiente debería ser acercarnos por allí para comprobar in situ la habitabilidad del planeta, pero me temo que eso pertenece ya al ámbito de la ciencia-ficción. El profesor Bigotini es un optimista incorregible y no pierde la esperanza de realizar un viaje espacial de esta naturaleza. Ahora mismo se halla ocupado en el diseño de una escafandra que pueda albergar su enorme narizota. Seguiremos informando…

Informe para nave nodriza: los terrícolas son seres absurdos. Tienen un solo pene, y lo utilizan para gobernar y para diseñar sus ciudades.



viernes, 19 de febrero de 2016

LOS HERMANOS ARGENSOLA Y LA POESÍA BARROCA


Ilustración de José Luis Cano
Lupercio y Bartolomé Leonardo de Argensola nacieron en la ciudad oscense de Barbastro en 1559 y 1562. Bartolomé, el menor, profesó como sacerdote, fue canónigo de la Seo zaragozana y capellán de la emperatriz María de Austria. Lupercio destacó como cronista y autor teatral. Los avatares de su vida le llevaron hasta Nápoles, donde falleció en 1613. Bartolomé le sobrevivió en Zaragoza hasta 1631. Ambos destacaron como historiadores, colaborando en la revisión y ampliación de los Anales del Reino de Aragón, la magna obra del cronista Jerónimo Zurita. Pero ante todo los Argensola sobresalieron como poetas. A la muerte de ambos, Gabriel Leonardo, hijo de Lupercio, reunió y publicó los poemas de su padre y su tío en un volumen titulado Rimas.

El estilo de ambos hermanos es muy similar, y como para muchos especialistas resulta difícil distinguir qué parte de la obra poética pertenece a uno o a otro, Lupercio y Bartolomé han pasado a la historia literaria como Los hermanos Argensola, cuando realmente nunca de forma consciente escribieron en colaboración. Los poemas, y sobre todo los sonetos de los Argensola pueden encuadrarse en el más puro clasicismo de su época. Son la quintaesencia de la poesía barroca española. Su estilo fue admirado por el propio Lope de Vega.
Fuera del ámbito literario, participaron activamente en las intrigas políticas de su tiempo, influyendo en diversos acontecimientos históricos, tanto del Reino de Aragón, como de la política imperial.

Ilustracion de David Guirao

A modo de curiosidad diremos que se les atribuyó sin mucho fundamento, la autoría del Quijote apócrifo publicado con el seudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda. Biblioteca Bigotini os ofrece la versión digital (haced clic en la portada) de una breve selección de Poemas y Sonetos de los hermanos Argensola. En esta pequeña muestra pueden apreciarse sus buenas hechuras y el clasicismo barroco más genuino.

Si ves en Ikea a una pareja que no discute, es que han ido a robar lápices.






lunes, 15 de febrero de 2016

INTERSEIDAD. EL GRAN ORGANISMO CÓSMICO


El monje budista vietnamita Thich Nhat Hanh, a quien debemos el término interseidad, lo explica así: Sin la nube no habrá lluvia; sin la lluvia no alcanzarán a desarrollarse los árboles; y sin los árboles sería imposible fabricar el papel. La existencia de la nube resulta esencial para la existencia del papel. Puede decirse que la nube y el papel inter-son, porque no pueden ser de forma aislada.
El biólogo evolutivo Scott D. Sampson admite la interseidad como un sólido hecho científico. En nuestra mentalidad occidental está muy arraigada la noción de individualidad, de manera que tendemos erróneamente a concebir nuestro yo encapsulado en los límites de nuestra piel, olvidando que tiene mucho más de membrana permeable que de barrera aislante. ¿En qué momento puede decirse que la última bocanada de aire, el último sorbo de agua o el último bocado de alimento que hemos ingerido, deja de ser parte del mundo exterior, para convertirse en un elemento integrante de nosotros mismos? La misma pregunta podría hacerse con relación a nuestras exhalaciones y desechos.


Todos los seres vivos formamos parte del ciclo biológico que tiene lugar en la biosfera terrestre. Nuestro supuesto yo individual alberga un microbioma de grandes proporciones (véase el reciente artículo sobre el increíble mundo bacteriano). Sólo en la boca tenemos más de setecientos tipos distintos de bacterias. Nuestra piel y nuestras pestañas se hallan igualmente pobladas de microbios, y en nuestro tubo digestivo se aloja una infinidad de linajes bacterianos. Las más recientes estimaciones señalan que nuestro cuerpo posee unos diez billones de células propias y cerca de cien billones de células bacterianas. Es decir, el noventa por ciento de nuestro contenido puede calificarse de no humano. El número de formas de vida que albergamos supera el número estimado de estrellas que forman la Vía Láctea. Por asombroso que parezca, es completamente exacto.

Por si los datos numéricos no fueran lo bastante abrumadores, hay que decir que mantenemos una relación de completa dependencia con nuestra flora residente. Sin nuestros pequeños habitantes no seríamos capaces de vivir. Y si volvemos a nuestras células propias, se calcula que los organismos renovamos completamente hasta el último átomo aproximadamente cada siete años. Cada partícula de lo que era “yo” hace siete años, ahora forma parte de un árbol del parque, del océano o de un ternero. De idéntica forma, ahora poseo átomos que antes pertenecieron a un hongo, estaban en el interior de un volcán o en una estrella muy, muy lejana…


¿Dónde situamos pues el punto de corte? No somos seres aislados. Debemos aprender a contemplarnos como seres permeables y entrelazados, integrados en entidades biológicas más amplias, yoes más amplios, entre los que cabe incluir el yo de la especie (la humanidad) y el yo de la biosfera (el conjunto del bioma o la biomasa terrestre). Del mismo modo que hemos comprendido que la Tierra no es el centro del universo, una idea nada intuitiva por cierto, pero rigurosamente cierta, hemos de asumir también que no estamos fuera de la naturaleza ni por encima de ella, sino que formamos parte de ella de manera íntima e inseparable. El punto de vista que nos aporta la interseidad, nos conduce a no considerar a las demás formas de vida como meros objetos, sino como sujetos, como compañeros de viaje que nos acompañan en el remolino de la corriente de este antiquísimo río que es la vida. Ya veis que el profe Bigotini se pone a veces muy filosófico, pero es que él tiene muy arraigada esta idea de la interseidad. A fin de cuentas, sin vosotros que leéis estas locuras suyas, no sería más que un monigote ridículo.

Mejorar es cambiar. Ser perfecto es cambiar a menudo. Winston Churchill.




viernes, 12 de febrero de 2016

JOHANNES GUTENBERG, EL ORFEBRE QUE CAMBIÓ LA HISTORIA


Es indudable que cualquier avance tecnológico resulta positivo, pero lo cierto es que hay algunos que además son claves para el desarrollo de la humanidad: el dominio del fuego, la cerámica, la rueda, la escritura… Entre estos hallazgos capaces de cambiar el curso de la historia, debe situarse sin duda la invención de la imprenta. La posibilidad de reproducir textos sin la molestia y la enorme dificultad de la paciente copia de los amanuenses, hizo que en pocas décadas el libro dejara de ser un artículo de lujo reservado a una reducida elite, para convertirse en un bien asequible a capas de la población crecientemente más amplias. La cultura y las ciencias experimentaron con la imprenta un desarrollo exponencial. El progreso dio un paso de gigante.

Aunque parece existir algún remoto antecedente en tierras orientales (más cercano a la xilografía que a la imprenta propiamente dicha), la invención de la imprenta tal como la conocemos en occidente, se debe a Johannes Gutenberg, un alemán nacido en Maguncia en 1398. Adoptó el apellido Gutenberg del topónimo por el que se conocía el caserío en que nació (zum Gutenberg), ya que su apellido original (Gensfleisch, que significa carne de ganso) le resultaba un poco vergonzante. Johannes estudió en la Universidad de Erfurt, pero tuvo que ganarse la vida con sus manos, y pronto destacó como herrero y orfebre. En 1434 se estableció como platero en Estrasburgo, donde existen indicios de que ya intentó poner en marcha su original idea. Sin embargo, fue años más tarde en su Maguncia natal, donde obtuvo un préstamo para construir su prensa. En 1449 publicó el primer volumen tipográfico de la Historia: el Misal de Constanza, aunque recientes investigaciones parecen ponerlo en duda.


Lo que resulta seguro es la edición de su célebre Biblia de 42 líneas, más conocida como Biblia de Gutenberg, que se produjo entre 1452 y 1455, sin que pudiera ser publicada hasta 1456. Desgraciadamente Gutenberg, incapaz de hacer frente a las enormes deudas generadas por los préstamos a los que tuvo que recurrir, quedó completamente arruinado. También su salud se resintió notablemente, y finalmente falleció en 1468, pobre y solo, como tantos otros grandes hombres. Se quedaron con su imprenta el banquero Johann Fust y Peter Schöffer, el yerno del inventor, que en los años sucesivos editaron otras obras como El Psalmorum Codex o Salterio.

Los ejemplares impresos en esta primera época con la técnica original de Gutenberg, se conocen como incunables, si bien el término se suele hacer extensivo prácticamente a todas las publicaciones datadas en el siglo XV. Se atribuyen también a nuestro hombre obras como una Gramática Latina, un Calendario y el Catholicon. En las décadas que siguieron a la obra de Gutenberg fueron diversificándose y perfeccionándose tanto los tipos móviles, como la misma maquinaria de las prensas, por lo que la técnica impresora se desarrolló de una forma espectacular.


La invención de la imprenta fue sin duda un avance crucial. No solo por el incremento de las publicaciones, sino también por la garantía de fidelidad al original que proporciona esta técnica. Téngase en cuenta que, contra lo que suele suponerse, muchos de los monjes copistas no sabían leer. Se limitaban a reproducir los caracteres de una forma mecánica, lo que resultaba muy conveniente para mantener oculta determinada información relativa a teología o a sexo, por ejemplo. Por otra parte, los copistas que si sabían leer, incurrían a menudo en alteraciones interesadas de los textos. Alguna institución cultural ha señalado a Johannes Gutenberg como el hombre más influyente del milenio pasado. Desde el blog de Bigotini nos sumamos y aplaudimos la iniciativa.

No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde.



lunes, 8 de febrero de 2016

HISTORIA DE LA HISTORIETA. LA PREHISTORIA


Historietas, comics, tebeos, tiras cómicas… Los franceses las llaman bandes dessinées, los italianos fumetti… Muchos nombres, y seguramente tantas definiciones como estudiosos del género. ¿Pero, es un género? Hay quienes consideran al comic un arte, el noveno arte (por su orden: arquitectura, danza, escultura, música, pintura, literatura, cine, fotografía y comic). Lo cierto es que entre los dibujantes e ilustradores ha habido y sigue habiendo grandes artistas. Incluso escritores más que notables han producido excelentes guiones de comic. En cualquier caso, el comic, la historieta puede considerarse junto con el cine y la fotografía, como la forma de expresión más popular del pasado siglo XX. Es difícil saber qué ocurrirá (qué está ocurriendo ya) en el XXI. En nuestra época los soportes informáticos monopolizan la cultura audiovisual, y cualquier expresión deberá adaptarse a estos formatos si pretende medrar o siquiera sobrevivir.
Ya sabéis que el profe Bigotini no es ajeno a ningún fenómeno cultural, así que desde aquí nos proponemos hacer un recorrido por la Historia de la historieta en sucesivas entregas. Como siempre, no pretendemos con ello sentar cátedra ni detentar la posesión de la verdad. Daremos sencillamente nuestras opiniones, procurando en todo caso entretener y divertir a quienes nos visitáis, ojala tanto como nos divierte a nosotros escribir nuestras tonterías.

Es difícil decir cuáles pueden ser los precedentes históricos. Quizá los monjes medievales ya iniciaron el camino con sus prodigiosas miniaturas. Algunas, como puede comprobarse, tienen hasta bocadillos con diálogos:



En el Renacimiento y el Barroco encontramos también algún ejemplo, como este pergamino alemán de 1493, o ese otro grabado inglés del XVI, en el que se parodiaban las tragedias españolas:



En el XVIII, el siglo de las luces, coincidiendo con el perfeccionamiento de las técnicas de impresión por una parte, y con el auge de las publicaciones periódicas, encontramos abundantes ejemplos:


No me resisto a terminar esta primera entrega sobre la prehistoria del tebeo, con la deliciosa serie de Francisco de Goya que reproducimos más abajo. El bandolero que pretende saquear la iglesia, se encuentra con la inesperada resistencia del fraile. El resultado no puede ser más ingenuo ni más gracioso. El genial pintor de Fuendetodos plasmó aquí un suceso real con un humor y una desenvoltura, que verdaderamente se aproximan a la moderna historieta. Juzgad si no vosotros mismos:




Y es que nuestro aragonés universal fue todo un adelantado a su tiempo, amigos. En próximas entregas seguiremos desgranando estas pequeñas y grandes historias de la historieta.

 

viernes, 5 de febrero de 2016

JOHN BARRYMORE. LITROS DE ALCOHOL


¿Será preciso repetir que John Barrymore fue el más grande? Un actor colosal, superlativo. Un talento interpretativo como no se ha visto otro. Este era el tono admirativo de las críticas, tanto en teatro como en cine. Al gran Barrymore acaso le perdió su propia grandeza. Bebedor insaciable y adicto a toda clase de excesos, ascendió como la espuma durante los años veinte y los treinta, para protagonizar en los albores de la siguiente década un fulminante declive físico y moral, que le condujo a la tumba. En los rodajes de sus últimas películas, irritó a directores y compañeros de reparto, olvidando constantemente los diálogos y comportándose de forma insolente. Lástima. A veces este es el tributo que ha de pagarse por la genialidad, y no cabe duda de que John Barrymore fue un auténtico genio.
Filmoteca Bigotini os ofrece el enlace de la versión digital de Dr. Jekyll & Mr. Hyde, una producción muda de Paramount rodada en 1920. Es una verdadera reliquia rescatada de las más recónditas filmotecas y magníficamente restaurada. Haced clic en la carátula y pasad un buen rato admirando la asombrosa expresividad de este actor colosal.


Próxima entrega: Madeline Carroll



martes, 2 de febrero de 2016

VIENA. EL BELLO DANUBIO AZUL


El viejo profe Bigotini y sus dos bellísimas acompañantes cuyas identidades no nos permite desvelar en este foro abierto, visitaron Viena durante un cálido verano. Viena es sin duda la más imperial de todas las ciudades imperiales del mundo. También es la capital de la música. Valses, polcas, marchas, polonesas… Viena entera es como el foso de una gran orquesta sinfónica. Mozart en la Ópera y algún cuarteto de cuerda durante una apacible tarde en los jardines de Belvedere pueden servir muy bien como aperitivo musical.


Como es sabido, el profe es todo un bon vivant de refinado paladar y temperamento epicúreo. Como improvisada guía turística, tomamos un par de páginas de su diario de viajes. Esperamos que sirvan de orientación a nuestros fieles seguidores. Bon voyage y sobre todo bon apetit.


Por la mañana temprano, después de un improvisado desayuno callejero, nos plantamos a las puertas de la famosa Escuela española de equitación y de los celebérrimos museos de la kaiserina Elisabetta, conocida entre nosotros que tenemos más confianza, con el familiar apodo de emperatriz Sisí. Si, si, como lo estás leyendo.
Pasamos revista a las vajillas imperiales, las imperiales cuberterías, los aposentos imperiales y hasta los imperiales retretes. Una espectacular, nostálgica (e imperial) vuelta al glorioso pasado austro-húngaro entre gasas, tules, porcelanas y oropeles, aderezada con una pizca de esa inefable cursilería pangermánica que también alcanza a las gentes de por aquí. Y es que en todas partes cuecen habas y en Europa, lo mismo que en nuestra querida piel de toro, hay más tontos que botellines.
Al terminar con el palacio de Sisí, visita al parlamento austriaco y al ayuntamiento, con paseo por los jardines y cervecita fresca incluida. Luego comida en el lujoso e incomparable marco del Café Central (algún lujo hay que permitirse); y tras la sobremesa, vuelta al tajo (mejor dicho, al Danubio). Vista panorámica sobre el río, barrio judío y finalmente cena detrás de la catedral, en un restaurante con terraza callejera, bullicioso y lleno hasta la bandera. Especialidades del país (delicioso snitzel de grandes proporciones), cervezas y al hotel, que la vida del pobre turista es dura.


En apenas el tercer día, tenemos ya Viena casi completamente dominada. Con el metro se llega a cualquier parte por lejana que sea, en un periquete.
Después de desayunar vamos a mirar escaparates a Maria-Hilferstrae, la avenida donde están las tiendas lujosas y los centros comerciales. Desembocamos en Karlplaz, y llegamos al barrio del mercado, uno de los más típicos de Viena. Tras recorrer los puestos y hacer fotos (hay un montón de alimentos exóticos y coloristas), reparamos fuerzas en el Strandhaus restaurant, excelente establecimiento especializado en pescados. Gambas, mejillones, pastel de marisco, calamares, salpicón, salmón en salsa… todo muy rico. Lo regamos con un delicioso G’spriztel, un vino ligero, frizzante, seco y frío, muy apropiado para pescados.

Tras una breve sobremesa tomamos el metro hacia el Prater. Mirad, ahí está la célebre noria. Pero no es la misma y tampoco el parque es el mismo. El Prater de El tercer hombre tenía el aire triste y melancólico de ciudad ocupada y postguerrista. Ahora se ha convertido en una Disneylandia para chachas y soldados, con aroma a feria de pueblo. Tiene un encanto distinto, pero encanto al fin. Es alegre y divertido. Risas de niños, besos de novios… Por todas partes rebosa vida el Prater vienés. Subida obligada a la histórica noria. Más fotos. Paseo por el recinto ferial.
Buscamos al salir del Prater dónde cenar, y acabamos en una zona en que la guía aconseja una docena de buenos establecimientos. Tras un detenidísimo estudio de las cartas y los menús, nos decidimos por la espléndida terraza del Gasthaus Pfudl (en el número 22 de Baeckerstrae). Una joya. Tabla de quesos, steack tartar y un wiennersnitzel suave y delicioso. Pequeños placeres y grandes alegrías.

Mañana museística. En la Albertinnegallerie, prestigiosa pinacoteca vienesa, hemos admirado dos colecciones magníficas de pintores del siglo XX. Después hemos almorzado en el Café de la Ópera, un ambiente lujoso y exclusivo. Largos paseos por la tarde con algunas paradas para descansar, entre otras, la obligada en los jardines Belvedere.
Para terminar el día, una cena insólita en el Indochina-21 (18 de Stubenring), un sitio de cocina franco-vietnamita que ostenta nada menos que una estrella Michelín. Cena opípara: gambas-tigre, arroces, pato Saigón, laudels… Todo delicioso.


Nada más levantarnos hemos decidido (y ha sido una sabia decisión) visitar el museo del palacio Belvedere. Caminata fatigosa entre cuadros maravillosos y espléndidas obras de arte. Destaca la colección de lienzos de Gustav Klint.
A mediodía comemos en el mercado de Karlplaz. Vamos eligiendo lo que nos apetece de los distintos puestos. Algo improvisado pero sabroso. Volvemos luego al hotel a descansar un instante (el extraordinario metro de Viena nos brinda esta posibilidad, que no hay que desaprovechar). Al asomarnos a la calle en Westbanhof, comprobamos que llueve a mares. Volvemos al hotel. Chubasqueros, paraguas… Al volver a la calle ha parado de llover. El clima vienés es así, ¡que le vamos a hacer!


Souvenirs para los amigos. Compras y más compras en la zona comercial. Después de tomar un refresco junto a la Ópera y comprar unos cedés de óperas de Mozart, consultamos las guías para elegir un buen restaurante. Hay que despedirse de Viena como es debido.
Elegimos el Zum Kuckuck. El nombre es una especie de onomatopeya del cuco, porque el local, tremendamente recargado, tiene entre otras miles de cosas, un montón de relojes de cuco de la Selva Negra. Está en el nº 15 de Himmelpfortgasse, muy cerca de la catedral. Es quizá el restaurante más tradicional de Viena. Tuvo una estrella Michelín y la perdió hace unos años, sin que el chef se suicidara ni nada parecido. Es un sitio encantador y al camarero sólo le falta besarnos a tornillo. La carta es limitada, pero exquisita. Las mejores especialidades de la cocina tradicional vienesa con un toque de autor, dicen las guías. Aperitivos (campari y prosecco) con tapitas de la casa que vienen a ser los platos típicos de Austria en versión mini. Pedimos un tafelzpitzer vienés (reinterpretación del cordón-bleu de toda la vida, pero con una textura crujiente muy original), y una versión inédita del saltimbocca romano, a base de jamón dulce y gelatina de jerez. Todo está exquisito. Una cena memorable y una alegre sobremesa con su toque de elegancia. Extraordinaria despedida de Viena. Salzburgo nos espera, y no conviene hacerla esperar.


No lo entiendo. En los MacDonalds a todo le llaman “mac”: macpollo, macmenú… Sin embargo, a la magdalenas las llaman muffins y no “macdalenas”.