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domingo, 29 de agosto de 2021

TENDINITIS AQUÍLEA. EL PUNTO DÉBIL DE LOS FUERTES

 


Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquiles. Funesta cólera que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades tantas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de los perros y pasto de las aves…

Con estos gloriosos hexámetros comienza el primer canto de La Iliada, el inmortal poema homérico considerado la más antigua narración de Occidente, y acaso junto con La Biblia, el texto más influyente de cuantos han sido escritos.

El héroe Aquiles, paladín de los aqueos que acudieron a sitiar la fortificada Ilion, era hijo de Peleo y de la diosa pelágica Tetis. Su naturaleza mixta, medio humana y medio divina, lo hacía mortal. De recién nacido, su amante madre, queriendo convertirlo en invulnerable, lo sumergió en la laguna Estigia sosteniéndolo por uno de los talones. El resultado de semejante (y preventiva) intervención, fue que nada podía causarle daño, excepto si resultaba herida precisamente aquella pequeña porción de su anatomía: el talón.

El final del héroe es conocido por todos: el príncipe troyano Paris, raptor de la hermosa Helena y responsable de aquella guerra, sin atreverse a enfrentarse cuerpo a cuerpo a Aquiles, le hirió cobardemente con una saeta en el talón, causándole la muerte, y vengando al mismo tiempo a su difunto hermano Héctor, que antes había sido víctima del Pélida y su famosa cólera.



Tres milenios después del asedio de Troya, el tendón de Aquiles, que une firmemente al talón los potentes músculos de la pantorrilla, sigue siendo uno de los principales puntos débiles para una legión de deportistas de elite, que vienen a ser los héroes de nuestro tiempo. La tendinitis aquílea es una inflamación dolorosa de la vaina o membrana que recubre el tendón.

El tendón de Aquiles se inserta en el calcáneo, y debe soportar la tensión que sobre él ejercen el sóleo y los gemelos, intensificada al caminar y sobre todo, en la carrera y el salto. A unos 5 cm. por encima de su inserción distal, el tendón se estrecha y se redondea, formando un cordón cilíndrico que debe soportar enormes esfuerzos. En la medida en que pierde elasticidad a causa de continuas tracciones y microtraumatismos, se vuelve más rígido, y con ello se hace más proclive a la lesión e incluso a la rotura.

La sobrecarga, el mal uso o el abuso de la articulación del tobillo predisponen a la tendinitis. Determinadas prácticas deportivas, como la carrera (sobre todo de fondo), la ascensión frecuente de pendientes (montañeros), los ejercicios que exigen frenadas y arranques bruscos (tenis, fútbol, deportes de cancha), los saltos continuos (baloncesto, voley), constituyen riesgo especialmente elevado de padecer la lesión. El comienzo de la tendinitis aquílea suele ser abrupto. El dolor puede ser tan intenso que llega a interrumpir el sueño. Se presenta nada más iniciar la actividad, y en ocasiones obliga a caminar con el pie rígido para evitar flexionar o movilizar de alguna manera la articulación. En la exploración, el dolor se incrementa con la maniobra de flexión manual. A veces puede detectarse fricción o crepitación en el tendón, y no es rara la aparición de una gran inflamación que dificulta o impide el uso de calzado en las fases agudas.



El diagnóstico habitualmente no precisa otra prueba que una adecuada exploración. La ecografía o la resonancia magnética pueden ser útiles, sobre todo en casos en que la tendinitis aquílea se presente acompañando a otras lesiones en la zona, como producto de politraumatismos y otros cuadros multilesionales. El tratamiento exige reposo articular en una fase inicial. Es útil la termoterapia a base de frío local (en la fase aguda) o alternando frío y calor posteriormente. Están indicados los antiinflamatorios siempre que estén limitados a las primeras 4 o 6 semanas.

La fisioterapia demuestra gran eficacia pasado el breve periodo de dolor intenso. Es el tratamiento de elección en la mayor parte de los casos. Se dirigirá a la analgesia en la primera etapa, para centrarse después en el fortalecimiento músculo-tendinoso y en el progresivo estiramiento. El fisioterapeuta competente se ocupará de corregir vicios en la práctica deportiva, mediante reeducación de la marcha y la carrera, el aprendizaje de un calentamiento adecuado, y en última instancia, el entrenamiento monitorizado.

En los casos más rebeldes puede recurrirse a la infiltración en la inserción del tendón, siempre que sea realizada por personal experimentado, pues el riesgo de rotura siempre está presente. La opción quirúrgica para descomprimir el tendón se reserva como último recurso, ya que conlleva un largo periodo de reposo e inmovilización.

Así que ya estáis avisados todos los Aquiles del siglo veintiuno. Mucho cuidado con vuestros talones, porque hasta los grandes héroes tienen su punto débil. Si una pequeña astilla es capaz de incapacitar al mayor de los elefantes, una tendinitis aquílea inoportuna, puede postrar al campeón más laureado. Vigilad la muralla troyana, no sea que de la más angosta saetera, parta la flecha que cubra de luto los graderíos, y haga volver a los estadios aquellos solemnes cantos funerales. Viejas polifonías olvidadas entre las batientes olas de un pasado remoto y sublime.

Hijo, las mujeres son como las cervezas: son hermosas, huelen bien y no puedes conformarte con una. Homer Simpson.


jueves, 26 de agosto de 2021

ERNEST RUTHERFORD, EL HOMBRE QUE NO QUISO SER QUÍMICO

 


Neozelandés nacido en 1871, Ernest Rutherford era hijo de un granjero escocés que emigró a la colonia, y de una maestra de escuela. De muchacho destacó por igual en el rugby y en las matemáticas. Completó los estudios universitarios en su país natal. Ya en su etapa de estudiante, experimentó un método para magnetizar el hierro por medio de altas frecuencias, obtuvo todos los títulos posibles, y en 1894, tras conseguir una beca, viajó a proseguir su formación en Inglaterra, en los laboratorios Cavendish de Cambridge, convirtiéndose en el alumno más aventajado de su director, J. J. Thomson, el descubridor del electrón.

En Gran Bretaña trabajó investigando las ondas hertzianas, y estudiando los efectos de los rayos X.

En 1898 aceptó la cátedra de física en la Universidad de Montreal, donde se trasladó. En Canadá dedicó sus esfuerzos a la investigación del uranio y su naturaleza radiactiva. En 1900 se casó con Mary Newton, su novia neozelandesa. Un año más tarde nació Elleen, su única hija.

Continuó con sus trabajos sobre materiales radiactivos y su desintegración. Publicó en 1904 un tratado sobre Radiactividad, que le valió diversos reconocimientos, entre ellos la Medalla Rumford que otorgaba la Royal Society británica. Al talento y al esfuerzo de Ernest Rutherford en aquel periodo, debemos la clasificación de las radiaciones, alfa, beta y gamma, que manejamos actualmente.


En 1907 volvió a Gran Bretaña, concretamente a la Universidad de Mánchester, donde en colaboración con Hans Geiger, participó en la creación del contador que lleva el nombre de este último y permite la detección de partículas alfa. En 1908 Rutherford descubrió que las partículas alfa son en realidad átomos de helio desprendidos de la materia radiactiva. Fue ese mismo año galardonado con el Nobel de Química, lo que para él representó una pequeña decepción, pues siempre consideró la química como una ciencia auxiliar. “La ciencia o es física o es filatelia”, había declarado en una ocasión.

En 1911 realizó su más monumental descubrimiento, el núcleo atómico y su asombrosa masa. Se inauguró de esta manera la física nuclear. Cuando en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial, Rutherford, como muchos otros científicos británicos, colaboró con el gobierno, dedicándose concretamente a la detección de submarinos por medios acústicos. Sentó las bases de lo que después sería el sónar, que se iba a emplear en la siguiente gran guerra. Al mismo tiempo continuó trabajando con partículas alfa. Bombardeando con ellas los núcleos de nitrógeno, obtuvo un protón adicional, transformando el nitrógeno en oxígeno, y consiguiendo así la que fue la primera transmutación de la historia. Por eso, y para aumentar más aún su pesar tras la obtención del Nobel de Química, muchos consideraron a Ernest Rutherfor el primer alquimista que por fin había tenido éxito.


A partir de 1919 dirigió el Laboratorio Cavendish sucediendo a Thomson. A partir de 1925 presidió la Royal Society. Obtuvo las prestigiosas medallas Franklin y Faraday, fue recibido con grandes honores en su Nueva Zelanda natal, y la corona británica le concedió diversos títulos nobiliarios. Pese a todo el Barón de Rutherford continuó sus trabajos con la mayor humildad. Fue un profesor querido y admirado por sus alumnos, con los que siempre se mostró como un compañero más. Entre sus discípulos figuran nombres tan notables como los de James Chadwick, Robert Oppenheimer, Moseley, Enrico Fermi o el gran Niels Bohr, entre otros. Adquirió Rutherford también gran popularidad entre los científicos soviéticos, como su también alumno Peter Kapitza, y a pesar de las reticencias políticas que ya en los años veinte y treinta comenzaron a surgir con la URSS, no tuvo inconveniente alguno en compartir sus teorías y descubrimientos con los científicos de cualquier nación con quienes mantuvo correspondencia fluida.

Falleció Ernest Rutherford en 1937 tras herirse levemente con una astilla al estar podando un árbol de su jardín. Siempre fue un hombre robusto con una salud de hierro, pero desgraciadamente en la todavía era preantibiótica, cualquier rasguño infectado podía conducir a la muerte, y así, de la forma más inesperada, la muerte se llevó al que ha sido uno de los más grandes científicos de la historia contemporánea. El hombre que no quiso ser químico.

Ernest Rutherford al enterarse de que la esposa de Enrico Fermi se había liado con un químico: “Si hubiera sido con un torero, lo habría entendido, pero con un químico…”


domingo, 22 de agosto de 2021

KEN KLING, UNA APUESTA SEGURA

 


Neoyorquino nacido en 1895, Ken Kling comenzó siendo casi un niño una frustrada carrera de jockey de caballos. Una inoportuna caída le dejó discapacitado, por lo que redirigió su vida hacia el dibujo y más concretamente hacia el cómic, género del que llegaría a ser uno de los clásicos más admirados.

Su primera serie titulada Those Folks, se publicó en el New York Daily Mirror con relativo éxito. Era un cómic costumbrista en el que ya se apreciaba el personal humor de su autor. Pero el gran éxito de Kling llegó poco después con Joe and Asbestos. La original idea fue crear una tira diaria en el mismo Daily Mirror que tenía como protagonista a Joe, un apostador empedernido en las carreras de caballos, que en los años veinte y treinta suscitaban auténtica pasión popular. El director del diario sugirió a Kling que el personaje de la historieta, Joe, apostara por caballos reales que corrían en el hipódromo. El dibujante, que a pesar de sus ya entonces remotos antecedentes laborales, confesó siempre que en realidad no entendía nada de caballos, fue el primer sorprendido al comprobar que sus involuntarios pronósticos se cumplían día tras día.

Naturalmente, la tira causó furor entre los aficionados al turf, que masivamente apostaban por los caballos señalados por Kling. Sus porcentajes de acierto eran muy superiores a los que hacían los periodistas especializados, y se dice que Joe and Asbestos llegó a ostentar el record de dos meses seguidos acertando en todas las carreras celebradas. Los editores del diario estaban encantados, como puede suponerse, ya que las ventas crecieron como la espuma. Por su parte el autor se sentía cada vez más confundido, y confesó incluso que durante varias temporadas procuró escoger los caballos que le parecían peores, y a pesar de ello acertaba casi siempre. En una entrevista declaró: …mis consejos han pagado hipotecas, lápidas, piernas ortopédicas y ojos de cristal. También han subvencionado a miles de jóvenes que han cometido el error de ir a la universidad.

Joe and Asbestos se publicó en el Daily Mirror durante treinta y cinco años, y durante los tres siguientes en New York Daily News, hasta 1969, año en que Ken Kling se retiró colgando la pluma. Falleció un año más tarde, en 1970. En nuestra Historia de la Historieta traemos hoy el recuerdo de este maestro del cómic, y os dejamos aquí una selección de sus páginas y tiras.






















viernes, 20 de agosto de 2021

JAYNE MANSFIELD, UNA RUBIA ESCANDALOSA

 



Juguete roto, muerta con sólo treinta y cuatro años, Jayne Mansfield representa lo efímero y engañoso del éxito. Aquella joven rubia peligrosa se emborrachó primero de éxito y más tarde de quién sabe qué sustancias, hasta que la borrachera le condujo a la muerte. Mujer de físico escandaloso que se empeñó en llevar el escándalo hasta sus últimas consecuencias, Jayne apostó siempre por el escote más exagerado, por la falda más corta y por la tela más transparente. Abandonó a su primer marido que también fue su agente, para liarse con un musculoso húngaro que llenaba las páginas centrales de las revistas para gays del mismo modo que la Mansfield había adornado los desplegables de Playboy. Juntos formaron un cocktail con más peligro que un cocodrilo en la bañera,

Así se perdió para siempre Jayne Mansfield, que vivió la vida a cámara rápida entre las luces deslumbrantes de Broadway y de Hollywood. Para recordar a la malograda estrella os dejamos un video-reportaje que desvela los misterios y los escándalos de aquella rubia oxigenada y escandalosa. Haced clic en el enlace y listo. 

https://www.youtube.com/watch?v=sMM84jOhJoA

Próxima entrega: Danny Kaye


lunes, 16 de agosto de 2021

LAS COSECHAS DE ANTES DE LA AGRICULTURA

 


La división artificial que suele hacerse de la Prehistoria, conduce a menudo a pensar que las poblaciones preneolíticas, antes de la adopción de técnicas agrícolas y de cultivos vegetales, se alimentaban de carne prácticamente en exclusiva. Nada más lejos de la realidad. Tal como se ha podido constatar por el estudio de las escasas muestras vegetales halladas en los yacimientos paleolíticos y preneolíticos, y tal como lo evidencian las actuales poblaciones de cazadores recolectores que todavía subsisten en nuestro planeta, los grupos humanos no agrícolas explotan también de forma eficaz los recursos vegetales que se encuentran a su alcance. Hasta las dietas mayoritariamente carnívoras necesitan el aporte adicional de proteínas de origen vegetal, carbohidratos, azúcares, almidones, oligoelementos y otros nutrientes que se encuentran  de manera exclusiva en los vegetales. Por otra parte, la actividad cinegética está demasiado sujeta al azar. Pueden transcurrir días y hasta semanas sin que las expediciones de caza tengan éxito, por lo que se hacen necesarias fuentes de abastecimiento no cárnicas.


Que la recolección de vegetales y frutos silvestres haya sido tarea ejercida por las mujeres de forma mayoritaria, es un hecho que parecen corroborar las observaciones llevadas a cabo sobre grupos humanos modernos de cazadores recolectores. Partiendo de esta suposición fundamentada, algunos prehistoriadores han adjudicado también a las mujeres las primeras experiencias de primitivos cultivos, que quizá habrían comenzado de manera accidental, mediante el enterramiento fortuito de algunas semillas, por ejemplo.

Qué vegetales y qué frutos silvestres consumían los grupos humanos preneolíticos es una pregunta interesante y de no fácil respuesta. Su resolución se ha complicado considerablemente por el hecho de que hasta tiempos muy recientes, las excavaciones llevadas a cabo en este tipo de yacimientos, despreciaban de forma sistemática los posibles restos vegetales. Cabe añadir además, la gran dificultad que representa su hallazgo y posterior procesamiento.

A partir de las últimas décadas del siglo pasado, la arqueobotánica y sus técnicas asociadas han evolucionado lo suficiente como para en algunos casos proporcionarnos una idea siquiera sea aproximada de cuáles eran los recursos vegetales que consumían aquellas poblaciones. Tal como muestran los estudios arqueobotánicos, y tal como dicta el elemental sentido común, dichos recursos varían en función de las plantas silvestres disponibles en los diferentes lugares y zonas de habitación humana. Ya a partir del Paleolítico medio y superior, conviene también establecer la distinción entre aquellas plantas utilizadas para su consumo alimenticio, y aquellas otras que se dedicaban a otras utilidades tales como la construcción de chozas, de cestas y otros útiles o herramientas, de fibras para la confección de vestidos, etc.


En el caso concreto de la península Ibérica, para el Paleolítico medio, y a pesar de la escasez de los estudios, se ha constatado la presencia de tubérculos, rizomas y alimentos vegetales ricos en vitaminas y minerales. Restos carbonizados de aceitunas silvestres y de piñones asociados a morteros, se han hallado en yacimientos donde se asocian a industrias líticas típicamente neandertales.

También son igualmente escasos los datos para el Paleolítico superior. Los hallazgos en este periodo incluyen numerosas leguminosas y gramíneas, junto con algún tubérculo comestible.

En lo relativo al Epipaleolítico y el Mesolítico, según las diferentes zonas, se documentan frutos típicos de bosques caducifolios como avellanas, endrinas o manzanas silvestres, pero además frutos característicos del bosque mediterráneo como el acebuche o el madroño, así como leguminosas silvestres parecidas a las guijas. Se han documentado también restos de bellotas, aceitunas silvestres, serbas, piñones, gramíneas, uvas silvestres, lentisco, palmito, sauco,  mora, cereza silvestre o pistachos. Además se han identificado restos de rizomas de esparto que se habrían empleado en la confección de vestidos y otros elementos no alimenticios.



En general nuestros conocimientos sobre la dieta vegetal de los cazadores recolectores preneolíticos, son aún muy incompletos y adolecen de grandes lagunas. No obstante, parece evidente que las plantas tuvieron que jugar un papel importante en la alimentación de aquellas poblaciones preagrarias.

Tengo que terminar porque no veo a nuestro profe Bigotini. Temo que haya bajado al parque a hacer su recolección de hierbas justo al lado del aviso que prohíbe pisar el césped. Últimamente no ganamos para multas.

Hacerse viejo es comprender que la guerra ha terminado y conocer la situación de todos los refugios ya inservibles.


viernes, 13 de agosto de 2021

CATALINA DE ERAUSO Y EL TRAVESTISMO BARROCO

 


Catalina de Erauso y Pérez de Galarraga fue una niña bautizada en la parroquia donostiarra de San Sebastián el Antiguo en 1592. Si hemos de creer los datos de la autobiografía que se le atribuye, su año de nacimiento real debió ser el de 1585, y se la llevó a cristianar a los siete años. En cualquier caso, en el archivo diocesano aparecen otros tres hermanos, Miguel, María e Isabel de Herauso Galarraga. Sus padres, el capitán Miguel de Erauso y María Pérez Galárraga, eran vecinos acomodados de la Villa guipuzcoana. Si se excluye el registro de bautismo y algún otro documento familiar, la práctica totalidad de los datos biográficos de Catalina provienen de su autobiografía, cuya autoría real se ha puesto en duda por los especialistas.

Según el relato de la obra, a los cuatro años ingresó junto a sus hermanas en un convento de dominicas de San Sebastián, donde era priora su tía Úrsula de Urizá, prima de su madre. Allí aprendió a leer y a realizar labores de costura y otras similares que se enseñaban a las niñas. Tenía Catalina un carácter indomable al decir de las monjas. Reñía con ellas y pegaba a las otras niñas. Hoy diríamos quizá que se trataba de una niña hiperactiva, o acaso ya en su tierna edad comenzaba a manifestarse su rebeldía hacia su condición de mujer. El caso es que la trasladaron al Monasterio de San Bartolomé, de disciplina más rígida, donde permaneció hasta los quince años. Tuvo altercados con otra novicia a la que llegó a golpear con saña, por lo que fue recluida en una celda. Consiguió escapar de su encierro la víspera de San José de 1600. Antes se había hecho ropas de hombre con unos manteles y otros materiales que había hurtado. Se cortó el pelo, y a los quince años huyó del convento y de su villa natal, para comenzar así una vida agitada y salpicada de aventuras y episodios violentos. El epíteto de monja alférez con el que llegó a adquirir fama, resulta una verdad a medias, pues Catalina nunca llegó a profesar como religiosa, aunque efectivamente, sí alcanzaría el empleo militar de alférez, e incluso llegó a ejercer alguna capitanía.



Su derrotero de prófuga la llevó a diversos lugares de España. Primero a Vitoria durante tres meses, donde estudió latín con un catedrático casado con una prima de su madre, que le ofreció casa y vestido. No queda claro si en esta breve estancia insistió en encubrir su nombre y su naturaleza femenina, o bien retornó a ella brevemente. La acogida que recibió parece inclinar a lo segundo, así como que aquel tutor intentó abusar de ella, por lo que huyó también de él, robándole dineros y ajustándose como mozo de un arriero que la llevó a Valladolid. Desde entonces no abandonó ya la identidad masculina. En la corte vallisoletana sirvió como paje del secretario del rey, Juan de Idiáquez, haciéndose llamar entonces Francisco de Loyola, el primero de los varios nombres falsos que adoptaría. Huyó de Valladolid cuando se encontró con su padre que venía buscándola desde San Sebastián. Cuenta en la novela que no la reconoció en su nuevo hábito, a pesar de haber hablado con ella varias veces, lo que le hizo sentirse segura en su nueva identidad, si bien el episodio resulta poco creíble.

Pasó Catalina a Bilbao, donde tuvo un altercado de taberna con varios jóvenes, hiriendo de gravedad a uno de ellos, por lo que fue encarcelada durante un mes. Marchó después a Estella, donde se acomodó como paje de un señor Alonso de Arellano entre 1602 y 1603. Regresó luego a San Sebastián sin más causa que mi gusto, según confiesa, y allí vivió como varón frecuentando el trato de su familia, padres, hermanos y su tía la priora, sin ser nunca descubierta, lo que vuelve a parecer poco verosímil. En Pasajes embarcó para Sevilla, y de allí a Sanlúcar, donde se ajustó como grumete para viajar a las Indias en el galeón del capitán Esteban Eguino, curiosamente otro tío suyo y primo de su madre. Corría el año de 1603.

Usó en España y en América diversos nombres de varón: Francisco de Loyola, Pedro de Orive, Alonso Díaz, Guzmán Ramírez y Antonio de Erauso. Al parecer se secó los pechos con un ungüento, y si hemos de juzgar por el único retrato suyo de que disponemos, su físico era totalmente de varón, si bien es cierto que el retrato se hizo ya en edad algo más madura.


En Venezuela luchó contra los piratas. En Cartagena de Indias el galeón recibió orden de regresar a España. Catalina, decidida a quedarse en tierras americanas, asesinó a su tío y le robó quinientos pesos. La nave partió sin ella, y ella tomó el rumbo de Panamá y más tarde el del Perú. En Manta, actual Ecuador, sufrió un naufragio en el que pereció toda la tripulación del barco en que viajaba, salvándose sólo ella con Juan de Urquiza, un mercader al que servía. En Zaña (Perú) llegó a hacer una notable fortuna, teniendo a su servicio a tres esclavos negros a los que maltrató. En un corral de comedias de la colonia tuvo un altercado con otro espectador al que acabó dando un corte en la cara. Fue de nuevo encarcelada y luego puesta en libertad gracias a las gestiones de su amo, Juan de Urquiza, y del obispo de Saña, que le persuadieron para que sentara la cabeza casándose con una doncella llamada Beatriz de Cárdenas, dama de su amo y tía del joven al que había herido. Marchó a Trujillo donde mató en un duelo a otro retador y fue de nuevo encarcelada. En Lima regentó un negocio hasta que fue acusada de andarle entre las piernas a una joven criolla.

Se alistó como soldado para la conquista de Chile a las órdenes del capitán Gonzalo Rodríguez que con mil seiscientos hombres marchó hacia Concepción. En Chile luchó contra los mapuches, mostrando una gran ferocidad en el combate. En la batalla de Valdivia alcanzó el grado de alférez, y en la de Purén, muerto su capitán, asumió el mando de la compañía, pero a su regreso a Concepción, no fue ascendida por las quejas acerca de su crueldad con los indios. La frustración la empujó a cometer diferentes actos criminales. Asesinó al auditor general de Concepción, y tras sufrir prisión, mató en un duelo a su propio hermano, Miguel de Erauso. Escapó de su nueva prisión y huyó a la Argentina a través de los Andes. En Tucumán dio palabra de matrimonio a dos muchachas, sin cumplir con ninguna de ellas. Peleó nuevamente con los indios en Potosí, participando en la matanza de Chuncos. En la Plata fue detenida y sometida a tortura, sin que se llegara a desvelar su identidad, lo que parece casi increíble. En Piscobamba mató a otro individuo en una riña de juego. Allí fue condenada a muerte. Pidió asilo en el sagrado de una iglesia para librase de ser detenida por matar a un marido celoso. En La Paz fue de nuevo condenada a muerte. Para escapar, fingió confesarse y huyó a Cuzco con una hostia consagrada que había hurtado…

Detenida en Huamanga en 1623 a causa de una enésima disputa, para librarse de la horca pidió clemencia al obispo, Agustín de Carvajal, al que finalmente confesó que era una mujer. El examen de las matronas confirmó que efectivamente lo era, y que además estaba virgen. A partir de entonces, creció la fama de su peripecia tanto en América como en España, adonde fue enviada. En la corte la recibió el rey Felipe IV, pues su majestad recibía gran regocijo con estas personas tan peculiares, igual que con enanos y otros fenómenos (también recibió y hasta besó la pierna milagrosamente repuesta de Miguel Pellicer, el cojo de Calanda). En Roma la recibió el papa Urbano VIII, que la dispensó de vestir de mujer, autorizándola a seguir en hábito masculino, lo que pudiera ser el primer caso de travestismo tolerado por la Iglesia. En Nápoles su mal carácter estuvo al borde de darle un nuevo disgusto en una disputa, pero se contuvo para no dejar en mal lugar a sus poderosos protectores.

Pero la naturaleza inquieta de Catalina no estaba hecha para los melindres de Europa. Partió de nuevo a América, y en Veracruz estableció un negocio de arriería entre Ciudad de México y Veracruz, que al parecer le reportó notables ganancias. Falleció finalmente la monja alférez como hombre en tierras mexicanas, probablemente en 1650.

De todo lo anterior no es fácil deducir si cabe etiquetar a Catalina de Erauso en alguna de las diferentes formas de orientación sexual que se han manejado más modernamente. Sus escarceos amorosos con mujeres hablarían en favor del lesbianismo. Acaso su transexualidad obedecía a su autopercepción como varón, o quizá sólo fue un disfraz necesario para moverse libremente. En cualquier caso, queda patente su carácter irascible y cruel que le inclinó muchas veces al crimen.


En cuanto a su novela autobiográfica, Historia de la monja alférez escrita por ella misma, permaneció desconocido el manuscrito hasta su publicación en París en fecha tan posterior a su autoría como 1829. La narración está en la línea de las biografías de soldados que proliferaron en nuestro siglo de oro. Se discute si realmente se debe a la pluma de la propia Catalina de Erauso o se trata de una obra apócrifa. En cualquier caso, estamos ante una novela ágil donde se desgranan las aventuras de su singular protagonista con un desparpajo que raya a veces la desvergüenza, algo por otra parte bastante común en este género de novelas en que se exageran a veces las bizarrías y fanfarronadas de quienes las narran real o supuestamente.

Es obviamente la obra que nuestra biblioteca Bigotini quiere poneros hoy al alcance de un clic (hágase sobre el enlace). La magnífica versión digital está tomada de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Disfrutad la prosa de la monja alférez. 

https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=Historia+de+la+Monja+Alf%C3%A9rez+Catalina+de+Erauso.pdf

…entraron dos matronas y me miraron y se satisficieron, y declararon después ante el obispo, con juramento, haberme visto y reconocido cuanto fue menester para certificarse, y haberme hallado virgen intacta, como el día en que nací. Historia de la monja alférez escrita por ella misma.


miércoles, 11 de agosto de 2021

NECESIDADES HÍDRICAS. CLARO COMO EL AGUA

 


El agua es el principal componente de cualquier ser vivo, y los humanos no somos una excepción. Constituye entre el 55 y el 65% del peso corporal total, de forma que en una persona de unos 70 Kg. de peso, al menos 40 de ellos corresponderán a otros tantos litros de agua.

El agua es el medio en que fluyen los distintos componentes de los fluidos orgánicos (sangre, orina, linfa, secreciones digestivas, líquido cefalorraquídeo…). El agua es el medio en que se diluyen los nutrientes y el resto de las sustancias orgánicas tanto intra como extracelulares. El agua contribuye a regular la temperatura corporal mediante su evaporación a través de la piel. En suma, es el agua el vehículo de la vida. Participa en las funciones de nutrición, excreción, y actúa como soporte vital.

Existe controversia sobre la cantidad de agua que diariamente se precisa para realizar con eficacia todas esas funciones. Las pérdidas fisiológicas han sido estimadas en unos 2,6 litros diarios, que corresponden principalmente a la emisión de orina (1.500 ml), respiración (400 ml), sudoración (350 ml) y heces (150 ml). Los 200 ml restantes habría que atribuirlos a otras funciones como la secreción lagrimal, lubricación de mucosas, flujos genitales, etc. Determinados cuadros patológicos bien de carácter agudo, como las gastroenteritis víricas o bacterianas; o de curso crónico, como los procesos tiroideos o la llamada diabetes insípida, por carencia de hormona antidiurética (ADH), son capaces de incrementar las pérdidas hídricas, haciendo más perentoria la necesidad de rehidratación.


Mientras unos sostienen que lo más fisiológico es beber agua cuando se sienta sed, otros se inclinan por aconsejar un consumo regular sin esperar a la sed que consideran ya un síntoma de incipiente deshidratación. En condiciones normales parece razonable que un adulto sano debería ingresar un mínimo de 2 litros diarios de agua, bien entendido que en la ingesta se incluye además de agua, otras bebidas, zumos, frutas y vegetales frescos o, por ejemplo, un plato de sopa. No conviene abusar de bebidas carbónicas, azucaradas ni, por supuesto, alcohólicas.

Permitidme también en esta materia derribar un par de tópicos. El primero es que el consumo exagerado de agua no puede causar nunca daño. Nada más incierto. Como bien saben los toxicólogos, el que cualquier sustancia sea tóxica depende de la dosis. Una sustancia tan inocua como el agua, suministrada en grandes cantidades puede llegar a serlo. Si los fluidos corporales se diluyen demasiado, las concentraciones de sodio, un mineral esencial para la transmisión de los impulsos nerviosos en el cerebro y los músculos, caerán en picado, lo que puede causar la muerte. De hecho se han dado casos de intoxicación por agua en actos criminales, torturas, etc.


Otro tópico muy generalizado es que consumir agua destilada puede ser peligroso. Se trata de agua químicamente pura en la que, por destilación, se han eliminado todos los minerales tan necesarios para nuestro organismo. Pues bien, digamos que el consumo de agua desmineralizada no es dañino, pues al llegar al tubo digestivo se mezcla con alimentos y con otros líquidos que contienen sal y otros minerales. Lo arriesgado sería consumir sólo agua destilada y sobre todo hacerlo en elevadas cantidades. En ese caso sería necesario suministrar otras sustancias como calcio, magnesio y demás oligoelementos. Dejando a un lado estos casos extremos, lo cierto es que cualquiera puede beber varios vasos de agua destilada o utilizarla en guisos e infusiones sin el menor temor.

Las camas de agua ofrecen la única posibilidad de beber algo por la noche sin pisar al gato. Groucho Marx.