Translate

miércoles, 31 de enero de 2018

DE CÓMO SEAN THORNTON SE DIO A LA BEBIDA. ARGUMENTO PARA UNA SECUELA JAMÁS FILMADA DE EL HOMBRE TRANQUILO*


*Adaptación libérrima de un relato de W.W. Jacobs.

¡Qué lástima de hombre! Aquel Sean Thornton admirable que conocimos como protagonista de El hombre tranquilo, ese clásico monumental, se convirtió en pocos años en un borracho inútil que avergonzaba (¡otra vez!) a su sufrida mujercita, la brava Mary Kate, antes Mary Kate Danaher, y ahora señora Thornton.
Sean, el legendario as de los cuadriláteros, se había propuesto retirarse en la verde campiña de su querida Irlanda natal. Se había propuesto no trabajar. Cierto que tenía unos ahorros bastante pingües, pero fue agotándolos a base de visitas al pub de Pat Cohan. Primero con su cuñado y compadre, el buenazo de Will Danaher. Más tarde, después del previsible fallecimiento del gigantón a causa de la cirrosis, comenzó volviendo solo al pub para ahogar sus penas, y continuó luego pegando la hebra con los muchachos del IRA o con su amigo, el pequeño Michaleen Flynn. Hasta alguna noche terminó entonando viejas baladas con el padre Lonegan, que aunque era un santo, no desdeñaba una buena pinta de cerveza de vez en cuando.

Llegó el día en que el gran Sean Thornton no tenía un chelín. Mary Kate había puesto sus ahorros (la famosa dote que por procedimiento tan divertido como extenuante, recibió de su difunto hermano) a buen recaudo. En todo aquel tiempo se las arregló para no tocar una sola moneda de su tesoro oculto. Engañaba a Thornton diciéndole que lo había gastado todo en llenar la despensa, pero lo cierto es que se las arregló pidiendo favores a los vecinos. Sean no terminaba de creerla, y periódicamente registraba sin éxito cajones y alacenas. Para pagarse las borracheras, empeñaba de tanto en tanto diversas alhajas, su reloj de plata, otro de pared que había comprado en Derry, y muchas otras baratijas. No pudo echar mano a los muebles de la señora Thornton, los que heredó de su madre y conservaba defendiéndolos con uñas y dientes. En fin, que lo que debió haber sido una interminable luna de miel se convirtió en un infierno conyugal. ¡Qué lástima de hombre!

No le fue mucho mejor a la viuda Tillane (¿os acordáis?). Se casó primero con el gigantón Danaher, y al poco tiempo la cirrosis la devolvió a su anterior estado de viuda. Eso no arredró a la viuda Danaher, y se casó por tercera vez con Michaleen Flynn, que aun era más borrachín que sus maridos anteriores. Pero a diferencia de Mrs. Thornton, Mrs. Flynn era rica. Tenía tierras y una fortuna en el banco, así que no la hubiera arruinado ni una legión de maridos.
Bien, precisamente nuestra pequeña historia comienza un día primaveral en que la señora Flynn, acompañada de su tambaleante esposo Michaleen, visitó a su amiga la señora Thornton. El hombre de la casa estaba ausente, como casi siempre. Mrs. Flynn se fijó inmediatamente en el hueco vacío que quedaba allí donde había estado el clavecín de Mary Kate. Bastó una mirada para que Mrs. Thornton bajara avergonzada la cabeza. La última hazaña de su marido había sido el empeño de aquel querido instrumento. Aquello ya era demasiado. Michaleen dio un respingo al ver el decidido gesto de determinación de su esposa. La conocía bien y sabía que aquello no presagiaba nada bueno. Tenemos que hacer algo, querida -dijo a Mary kate su amiga-, algo que asuste de verdad a ese hombre.

Trazar su plan sólo le llevó unos minutos. Las dos mujeres acordaron que el señor Flynn se quedara en la casa en calidad de nuevo dueño. Harían creer a Sean Thornton que sus deudas le habían hecho perder la casa, y que esta había sido comprada por la doble viuda, la señora Flynn. Michaleen protestó, pero no le sirvió de nada, nunca le servía con su autoritaria esposa. Mary Kate y su amiga salieron de la casa justo cuando vieron llegar a Sean. Mrs. Thornton llorosa, Mrs. Flynn con fingida altanería. ¿Estarás satisfecho, no? ¡Por tu culpa nos quedamos en la calle!, le espetó Mary Kate entre sollozos. El ex-campeón quedó un momento perplejo, y entró luego en la casa como un torbellino. Allí encontró a Michaleen Flynn cómodamente sentado en la mejor butaca. Como tenía la lección bien aprendida, al principio el hombrecillo se mostró altivo, pero en cuanto vio que Thornton se remangaba, comenzó a temblar como un junco. Lo confesó todo sin necesidad de violencia alguna.

Conque esas tenemos... Sean Thornton se acarició la barbilla pensativo, y exclamó: amigo Michaleen, vamos a dar una lección a esas mujeres. Su plan era sencillo. Les harían creer que el gran púgil había matado a Flynn de un puñetazo, y había ocultado su cadáver. Michaleen se marcharía a Innisfree y le esperaría en la posada de Cohan. Después, con la excusa de ocultar el crimen, Sean les sacaría el dinero a esas dos arpías, para reunirse con su amigo en la posada, donde se correrían la gran juerga durante unos días. Pusieron manos a la obra inmediatamente. Michaleen Flynn se marchó tal como habían acordado, y poco después llegó Mary Kate. ¡Dios mío! -gimió Thornton con desesperación-, ¡le he matado!, y le contó cómo se había deshecho del cuerpo del difunto. Mary Kate le escuchó con fingido espanto, pues casualmente al llegar, había visto salir a Flynn por la puerta trasera. Sonó la campanilla. Era la señora Flynn. Mary Kate en pocos segundos le susurró la verdad al oído. Tú déjamelo a mí, pareció decirle la “triple” viuda con un gesto, y se fue derecha hacia Thornton. Sean le suplicó clemencia. ¡Fue un accidente!, repetía. Y pidió dinero a las mujeres para huir de la justicia. Me ocultaré unos días en la posada de Cohan, y embarcaré a la menor oportunidad, les aseguró. Está bien -concedió la viuda Flynn-, quédate unos días en la posada y te haré llegar doscientas libras. Un beso apresurado a Mary Kate (¡qué diferencia con aquellos apasionados besos de la película!), y se puso en camino a Innisfree.


En la posada de Cohan corrió el whiskey como el agua. El hombretón, sentado frente a la chimenea, y el hombrecillo sentado en su regazo, entonaron una tras otra sus canciones favoritas, incluida aquella vieja tonada blasfema en la que San Patricio desplazaba a Jesucristo de la derecha del Padre, porque si éste convirtió una vez el agua en vino, el santo irlandés le superó convirtiendo el cereal en whiskey. Pasados unos días, inquietos por la tardanza del dinero prometido, ambos decidieron enviar un telegrama: “Barco dispuesto a zarpar, stop, urge dinero, stop, Thornton”. Al cabo de unas horas recibieron la siguiente respuesta: “Flynn vivo, stop, sólo un poco magullado, stop, se dirige a Innisfree dispuesto a perdonar, stop, MKT & SF”. Michaleen y Sean se miraron perplejos, y apenas tuvieron tiempo de nada más, porque se abrió la puerta de la habitación y entraron por ella sus queridas esposas. Les acompañaban el padre Lonegan y el reverendo Playfair, dignísimos representantes de las iglesias católica y anglicana. ¡Esta mujer es el mismo demonio! -exclamó Michaleen Flynn.

Una semana más tarde Thornton estaba trabajando (¡por fin!) como capataz en las fincas de la señora Flynn, la astuta doble y casi triple viuda. Por su parte, Michaleen Flynn entró al servicio del padre Lonegan como sacristán. Mary Kate Thornton recuperó su querido clavecín y los demás enseres desaparecidos. Sean Thornton recuperó su reloj de plata y su dignidad. Cuando regresó a su casa después de una fatigosa jornada de trabajo, le esperaba su mujercita con un sabroso guiso de cordero con patatas y una pinta de cerveza. ¡Esta mujer es el mismo demonio! -exclamó-, y ambos se besaron aun más apasionadamente que en la vieja película de Ford.


¡Nunca pensé que este hijo de puta supiera actuar! John Ford después de ver a John Wayne en “Río rojo” de Howard Hawks.



sábado, 27 de enero de 2018

PIERRE GASSENDI Y EL ATOMISMO MATERIALISTA


En 1592 y en la localidad francesa de Champtercier, nació Pierre Gassendi. Allí creció al calor del sol provenzal, el filósofo y científico que habría de pasar a la posteridad por su incansable afán de conciliar religión y ciencia.
Profesó muy joven como sacerdote, formándose a la vez en física, matemáticas y astronomía, entre otras disciplinas. Gassendi fue, junto a Dalton y otros, pionero en proponer un modelo atómico. En una época en la que no se disponía de la tecnología necesaria para realizar experimentos sobre átomos y partículas, la ideación de un modelo atómico, fuese cual fuese, era una mera cuestión de fe. A nuestro hombre desde luego, no le faltaba ni fe científica ni fe católica. Definió los átomos como eternos y semovientes, pero no infinitos, como rezaban las teorías atómicas clásicas. Gassendi defendió que los átomos serían finitos, indivisibles, compactos, de diferentes tamaños, y por supuesto, creados por Dios.


Enemigo declarado del cartesianismo y su método, mantuvo abundante correspondencia con René Descartes. No perdió ocasión de señalar los que consideraba errores del método científico. En este terreno filosófico, arremetió también contra el aristotelismo escolástico, resaltando la falacia de los silogismos. Gassendi resucitó el atomismo materialista de Lucrecio y Epicuro. Sus Anotaciones al décimo libro de Diógenes Laercio, se hicieron enormemente populares en su tiempo, así como su Sintagma philosophicum, publicado póstumamente en 1658, una disquisición metafísica desde un punto de vista singularmente católico. Acaso en ello precisamente radica la extraordinaria singularidad de Pierre Gassendi, en conciliar doctrinas aparentemente tan alejadas como el epicureísmo y el cristianismo.


En su faceta astronómica destaca el cálculo de la trayectoria de Mercurio, que realizó con una precisión verdaderamente asombrosa. Falleció en París en 1655. La ciencia le homenajeó dando su nombre a un astroblema de la superficie lunar. En Bigotini nos sumamos hoy al homenaje desde nuestro modesto foro, dedicando este breve recuerdo al filósofo casi olvidado y al científico olvidado completamente.

De todos los hijos de la Noche que pueblan las tinieblas, es el Olvido el más callado y tímido.



miércoles, 24 de enero de 2018

ALEJANDRO Y LAS ALEJANDRÍAS. LA HELENIZACIÓN DE ORIENTE


La extensión del helenismo tras las conquistas de Alejandro de Macedonia, constituyó un movimiento de colonización en toda la extensión del antiguo Estado persa. El mismo Alejandro fundó hasta setenta colonias en el curso de su breve existencia. Casi todas ellas llevaban su nombre. La más importante fue la Alejandría de Egipto, capital del reino de los ptolomeos, que impuso su sello a toda la civilización del periodo helenístico, y a la que, por esa razón, llamamos civilización alejandrina.
Podríamos agrupar las ciudades fundadas por Alejandro en tres categorías principales. Primera, las Alejandrías portuarias, entre las que además de la citada Alejandría egipcia, pueden incluirse la Alejandría de Siria, situada frente a Chipre, que después tomó el nombre de Alejandreta. También está la Alejandría de las Bocas del Tigris. En una segunda categoría tedríamos las Alejandrías emporios, que sirvieron de lugar de tránsito en las grandes rutas caravaneras que llegaban hasta las fronteras de la India.


En tercer lugar están las Alejandrías fortalezas, situadas a lo largo de la frontera con la India, en los actuales Beluchistán y Afganistán. Estas últimas representaron un papel protagonista desde el punto de vista cultural. Gracias a ellas el helenismo entró en contacto con la India, lo que produjo el nacimiento de los estados heleno-indios, de unas manifestaciones artísticas muy particulares, y hasta de la transmisión del germen de géneros literarios como el dramático. Cuando más tarde el budismo inauguró su misión civilizadora en el Extremo Oriente, su corriente arrastró las semillas del helenismo. La secesión del Estado parto en 249, dañó considerablemente a esas colonias lejanas, privándolas de la protección de la dinastía helénica de los seléucidas. Esto no impidió la helenización, siquiera sea parcial, del reino parto, al menos mientras estas ciudades no fueron sofocadas bajo la presión de los bárbaros. No obstante, y aunque en esa forma barbarizada, subsiste hasta el presente Kandahar, probando con su resistencia la visión a largo plazo de sus fundadores.


Entre los diádocos, Seleuco fue quien siguió llevando a cabo con mayor tenacidad las aspiraciones colonizadoras del mítico emperador. Sus huellas fueron seguidas por sus sucesores, los seléucidas. Seleuco mismo fundó hasta setenta y cinco colonias, entre otras aquella que nombró capital de su reino y llamó Antioquía en honor a su padre Antioco. Los sirios la llamaban la bella ciudad de los helenos, con su cercano puerto de Seleucio. Asimismo, en las cercanías, las ciudades recibieron el nombre de reinas: Laodicea y Apamea. En Mesopotamia, Edesa y Seleucia de Tigris, que heredó desde entonces la importancia cultural de Babilonia, ya decadente. Como macedonio apasionado y helenófilo, Seleuco habría querido transformar su imperio en una especie de Nueva Macedonia. Es muy creíble que esa extrema helenofilia que heredaron sus sucesores, causara la separación del país de los partos. En cualquier caso, provocó un conflicto entre los seléucidas y los judíos en Palestina, cuando estos fueron arrebatados a los ptolomeos. Este conflicto condujo precisamente a la separación del reino judío en 168, que también sufrió a su vez, su propio proceso de helenización. De él prometemos ocuparnos en una próxima entrega. De momento, el viejo Bigotini se cansa ya de deponer su testimonio histórico. Dejémosle descansar mientras contempla como en un éxtasis un hermoso retrato de Cleopatra, personaje por el que siente, como César y Antonio, profunda pasión.



La talla de las estatuas disminuye cuando te alejas de ellas. La de los hombres disminuye cuando te acercas.



domingo, 21 de enero de 2018

LESLIE HOWARD. TODO UN CABALLERO



En Lo que el viento se llevó, Rhett Butler, el personaje macho-alfa que interpretaba Gable, no acertaba a comprender cómo Scarlett O'Hara, después de haber estado entre los brazos de un tío como él, podía seguir enamorada de una especie de atildado mariquita como el que interpretaba Leslie Howard. Pero es que aquel caballerito inglés (más bien sureño en la película) tenía también su atractivo, era un tipo dulce y delicado que sabía cómo tratar a una dama, ya lo creo.
Leslie Howard era además un magnífico actor shakesperiano, que contaba con muchos más recursos que su mirada lánguida. Poseedor de una dicción perfecta, Howard se hizo literalmente el amo, no sólo en los escenarios londinenses, sino en aquel Hollywood del incipiente sonoro, en el que la voz y sus matices cobraron una importancia extraordinaria. Su admirable trabajo en Cautivo del deseo (1934) fue capaz de eclipsar incluso a una actriz tan eminente como Bette Davis, su partenaire en el filme.
Hoy os ofrecemos el enlace para recordar uno de los mejores trabajos de Leslie Howard, y una de las películas más representativas de su filmografía. Se trata del trailer oficial de Romeo y Julieta, dirigida en 1936 por George Cukor, que contaba con la presencia de la encantadora Norma Shearer dando la réplica a Howard, que compuso un Romeo inolvidable. Haced clic en la carátula y vivid unos minutos de nostalgia.

Próxima entrega: Clark Gable




martes, 16 de enero de 2018

¿QUIÉN LE PONE EL CASCABEL AL GATO DE SCHRÖDINGER?


Publicado en nuestro anterior blog en octubre de 2012

Erwin Schrödinger
En un reciente post dedicado al principio de incertidumbre de Heisenberg, dejamos claro (o al menos, esa era mi intención) que la posición y la velocidad de una partícula no pueden conocerse simultáneamente con precisión. Mientras que algunos teóricos como Paul Dirac o Niels Bohr apreciaron inmediatamente su significado, hubo muchos físicos experimentales que se empeñaron en diseñar experimentos que demostraran que con la técnica adecuada, este inquietante principio podía quedar desacreditado. Naturalmente todos los intentos resultaron inútiles. La razón fundamental es que el principio de incertidumbre presenta implicaciones de tan largo alcance, que rebasan el ámbito de la física experimental.

Para una mente tan preclara como la de Bohr, las intrigantes relaciones de la incertidumbre significaron un paso decisivo para profundizar en su idea de complementariedad entre la teoría ondulatoria y la teoría corpuscular. En efecto, ambas son necesarias para comprender el mundo cuántico, y hoy admitimos sin empacho conceptos como que la luz se comporta a la vez como un flujo de partículas (fotones) y una onda de características similares al sonido. En una conferencia celebrada en Como (Italia) en 1927, Bohr presentó su idea de complementariedad y lo que se conoce como interpretación de Copenhague: mientras en la física clásica concebimos que un sistema de partículas funciona como un mecanismo de relojería, independientemente de que sean observadas o no; en física cuántica el observador interactúa con el sistema en tal grado, que el sistema no posee una existencia independiente del observador. En otros términos, el mero hecho de observar un fenómeno, lo modifica. El observador forma parte del experimento, y no existe ningún mecanismo que funcione con absoluta independencia de que se le observe o no.


En un experimento ya clásico, si hacemos pasar un haz de electrones (valen también fotones o cualquier otro tipo de partícula) por una rendija, para que se proyecten en una pantalla, obtendremos la imagen que cualquiera sería capaz de predecir de los electrones impactando en la zona de pantalla correspondiente a la rendija. Sin embargo, cuando hacemos pasar el haz por una plancha con dos rendijas, la imagen obtenida no es ni mucho menos la del doble impacto que parece razonable, sino más bien la de una nube de impactos del tipo exacto de una nube probabilística, lo que se corresponde con la naturaleza doble (ondulatoria y corpuscular) del fenómeno cuántico.


Este desconcertante resultado, mezclado con la dependencia del observador que acompaña a todo fenómeno cuántico, llevó al físico alemán Erwin Schrödinger a proponer el siguiente problema teórico:
Es posible montar un experimento de forma que exista una probabilidad exacta del 50% de que uno de los átomos de una muestra de un material radiactivo se desintegre en un cierto tiempo, y que un detector registre la desintegración que se produce. Imaginemos ese dispositivo en una caja dentro de la cual hay un gato vivo y un frasco con veneno, preparado todo de tal forma que si ocurre la desintegración radiactiva, el frasco se rompe y el gato muere. En el “mundo convencional” existen un 50% de posibilidades de que el gato resulte muerto, y sin necesidad de mirar dentro de la caja, podemos decir tranquilamente que el gato estará o vivo o muerto. Pero atención… Ahora nos topamos con lo más extraordinario del universo cuántico: como consecuencia de la teoría, ninguna de las dos posibilidades (recordad, 50%, cara o cruz) abiertas al material radiactivo, y por lo tanto al gato, adquiere categoría real salvo que sea observada. Es decir, la desintegración atómica ni ha ocurrido ni ha dejado de ocurrir; el gato ni ha muerto ni ha dejado de morir en tanto no miremos dentro de la caja para ver lo que ha pasado. Los teóricos que aceptan la versión ortodoxa (interpretación de Copenhague) de la mecánica cuántica nos dicen que el gato existe en cierto estado indeterminado, ni vivo ni muerto, hasta que un observador mire dentro de la caja para ver cómo marchan las cosas. Nada es real salvo si se observa.

Dios no juega a los dados, exclamó Einstein, y pasó prácticamente el resto de su vida tratando sin éxito de encontrar el mecanismo subyacente que haga posible la genuina y sustancial realidad de las cosas. La búsqueda del gato de Schrödinger ha sido la búsqueda de la realidad cuántica. No conocemos aun a dónde nos conducirá el final de esta búsqueda. Ahí tenemos la teoría de cuerdas, la de supercuerdas y distintas interpretaciones e intentos de hallar lo que algunos, con Hawking a la cabeza, llaman la teoría del todo. Isaac Newton, estudiando hace más de tres siglos la naturaleza de la luz, puede que no fuera consciente de ello, pero ya había iniciado el camino que conducía al gato de Schrödinger. El camino es largo. Tal vez, como Alicia, la heroína de Lewis Carroll, encontréis en el camino de Wonderland a aquél otro enigmático gato de Cheshire, de sonrisa tan ambigua como inquietante.


¿Para qué vas a fatigarte dialogando, si puedes arreglarlo a hostias?  Rocky Pragmáticus.



sábado, 13 de enero de 2018

HEINRICH BÖLL. IRONÍA Y TOLERANCIA


Heinrich Theodor Böll, nació en Colonia en 1917. Su familia, de clase trabajadora, no pudo pagarle los estudios superiores, por lo que el joven Heinrich tuvo que alistarse en un campo de trabajo nazi, como único medio de conseguir una plaza en la Universidad. A punto de iniciar sus estudios de filología alemana, fue movilizado, y formando parte de la Wehrmacht, combatió en Francia, Hungría, Rumanía y la Unión Soviética. En 1945, ante el empuje imparable del ejército rojo y la inminente derrota, inició como muchos otros miles de soldados alemanes, la apresurada retirada desde el este, para ser hecho prisionero por las tropas estadounidenses, lo que consiguió finalmente, permaneciendo durante algún tiempo detenido en campos de Francia y Bélgica. A partir de su regreso a Colonia, comenzó a escribir, publicando en 1949 su primera novela, El tren llegó puntual, que obtuvo un éxito inmediato.

Entre sus novelas destacan La casa sin amo (1954), Diario irlandés (1957), Los silencios del doctor Murke y otras sátiras (1958), Opiniones de un payaso (1963) y El honor perdido de Katharina Blum (1974). A través de una fina ironía, Böll abominó de todos los extremismos desde una posición católica. Siempre crítico con el nazismo y las posturas xenófobas de algunos de sus conciudadanos alemanes, supo granjearse la admiración de miles de lectores de todo el mundo. A pesar de no haber recibido formación académica, fue miembro de la Academia Alemana de las Letras. Obtuvo el Nobel de literatura en 1972. Falleció en Langenbroich en 1985.
Biblioteca Biogotini os ofrece el enlace (clic en la ilustración) para acceder a la versión digital de Aquellos días en Odessa, una narración brevísima de sus recuerdos de guerra, donde podréis apreciar el estilo claro y la limpia prosa de Heinrich Böll. Que lo disfrutéis.

El malo descansa algunas veces. El necio jamás.




miércoles, 10 de enero de 2018

CÓMO SURGEN LAS ESPECIES


Publicado en nuestro antiguo blog en abril de 2012

El viejo Darwin nos mostró el camino. Él acuñó el principio de la evolución de las especies a través de la selección natural. Todo el mundo con una mínima formación y un poco de sentido común, parece comprender de qué se trata. Sin embargo, ¿de verdad estamos seguros de entenderlo?

Hay una explicación rudimentaria que más o menos viene a decir lo siguiente:

1.- Los seres vivos, obedeciendo a su instinto, tienden a reproducirse.

2.- Cada nuevo ser vivo, es esencialmente semejante a sus dos progenitores (esto en el caso de la reproducción sexual, que es la fórmula idónea para que surja la variedad entre la descendencia).

3.- En ocasiones, bien por puro azar, o bien por diversas causas, se producen variaciones (hoy en día sabemos que son mutaciones o recombinaciones genéticas), que hacen que el nuevo ser vivo presente rasgos diferentes, ya sea en aspectos puramente físicos, o de comportamiento (conductuales).

4.- Las condiciones del medio natural pueden penalizar estos nuevos rasgos, haciendo que el individuo fallezca en edad temprana sin alcanzar la edad reproductiva. Pero en determinados casos y condiciones, los nuevos rasgos pueden favorecer la supervivencia del individuo y/o su atractivo sexual, de manera que los transmitirá a su descendencia, y se perpetuarán a través de sucesivas generaciones. (Este punto es  el que se conoce como supervivencia de los más aptos).

Bueno, pues así es como funciona. Todo esto es completamente exacto, palabra por palabra. Sin embargo, para que se produzca la evolución de las especies hace falta algo más. Naturalmente, hace falta que surjan nuevas especies. Fijémonos en los puntos 2 y 3: cada ser vivo es semejante a sus progenitores, aunque puede ocurrir que presente algunos rasgos diferentes. Ahora demos por hecho el último párrafo del punto 4, es decir, supongamos que sus nuevos rasgos o habilidades hacen al individuo más apto para la supervivencia y la reproducción. Pues bien, este individuo (o individua) deberá reproducirse con otro del sexo opuesto. ¿Tendrá que esperar a que nazca un ejemplar del sexo opuesto que también presente sus nuevos rasgos? Pues que espere sentado/a, porque las mutaciones son bastante improbables. El individuo, por muy longevo que fuera, moriría sin haber encontrado a su media naranja.
No, el nuevo ser vivo, de hecho cualquier ser vivo, todo ser vivo por definición, pertenece a la misma especie que sus progenitores, y por lo tanto es perfectamente capaz de cruzarse con ellos, con sus hermanos/as, o con sus primos/as y tener descendencia fértil. Así y no de ninguna otra manera, es como se las arregla para transmitir su acervo genético.
Cuidado porque aquí es fácil caer en una especie de trampa filosófica que en su día explotaron los detractores del evolucionismo, y que puso en serios aprietos a evolucionistas como Wallace, Huxley o el propio Darwin: si partimos de la premisa indiscutible de que cualquier hijo pertenece a la misma especie que sus progenitores, y viceversa, ¿en qué punto comienza una especie nueva? O en otras palabras, si tuvo que existir una primera jirafa, ¿qué eran sus padres, otra cosa? Ya veis que se trata de un razonamiento circular del que se sale difícilmente. El problema de Darwin y sus contemporáneos era que aun no se conocía la genética. Efectivamente, como ya hemos dicho aquí alguna vez, los protagonistas de la evolución no somos los individuos, sino los genes. Es el acervo genético concreto el que define a las poblaciones, y por supuesto, a las especies.
¿Qué hace falta pues para que surja una nueva especie? Muy sencillo, dos cosas o la combinación de ambas: tiempo y distancia.

Si nos inclinamos por la opción del tiempo, conviene tener paciencia, porque hace falta mucho tiempo. Muchas generaciones, y sucesivas mutaciones/recombinaciones, para llegar a un individuo varios miles o incluso millones de años más tarde, que no sea ya capaz de cruzarse con sus antepasados de antaño, y tener (fijaos bien en la cantinela, porque es muy importante) descendencia fértil. Es este un principio imposible de probar experimentalmente, claro está, porque cuando el nuevo ser vivo haya alcanzado un grado de diferenciación que lo convierta en incapaz de cruzarse con sus remotos antepasados, estos habrán desaparecido ya hace milenios.

Mucho más eficaz y probable en términos evolutivos es la opción de la distancia. Cuando dos poblaciones de la misma especie (dos bandadas de pinzones, dos manadas de équidos, dos grupos familiares de simios antropoides, etc.) toman caminos distintos y divergentes, se produce el aislamiento poblacional, condición previa y cuasi imprescindible para el fenómeno de la especiación. La población aislada encontrará un hábitat distinto, es posible que también encuentre nuevos alimentos, un clima diferente… En definitiva, una serie de condiciones ambientales nuevas que presionarán en el sentido de favorecer la supervivencia y capacidad reproductiva de aquellos que por sus características físicas y/o de comportamiento, se adapten de manera más exitosa al nuevo medio. Su acervo genético se irá transmitiendo generación tras generación a sus sucesivos descendientes, hasta que más tarde o más temprano llegue el momento en que la población de pinzones de una de las Islas Galápago sea ya una especie distinta de otra que vive en la isla vecina. Unos se alimentarán de semillas y tendrán el pico muy grueso para poder triturarlas, porque generación tras generación, la selección natural ha favorecido la supervivencia de aquellos que tenían el pico más fuerte. Los de la isla vecina serán insectívoros, y tendrán el pico largo y afilado, para encontrar el sustento en las cavidades de los árboles. Si tomamos un macho de una isla y una hembra de la otra, no serán capaces de tener descendencia, aunque hace sólo unos milenios (muy poco tiempo en términos evolutivos) pertenecieron ambos a la misma especie de pinzón común que migró a las Galápago desde el continente americano.


Viajemos ahora hasta las inmensas estepas de Asia Central. Veamos a la gran manada de équidos separarse en dos grupos que marcharán cada uno por su lado, siguiendo cada uno a su líder. Con el tiempo el aislamiento poblacional dará lugar también a dos especies distintas: caballos y asnos. Esto no ha ocurrido hace demasiado tiempo. Sucedió cuando los grandes mamuts poblaban aquellas heladas praderas. Oye, espera un momento, parece que ese asno está montando a una yegua… Pero no. Ya sabes lo que ocurrirá. Dentro de unos meses la yegua dará a luz a un potrillo o potrilla de mula. El problema es que los mulos no son fértiles. Parecía que la puerta estaba entreabierta, pero lo cierto es que se cerró para siempre. Caballos y asnos son ya especies distintas, incapaces de tener descendencia fértil.

En el África oriental dos grupos familiares de simios antropoides caminan en direcciones opuestas. Unos se adentrarán en la espesa selva y haciendo valer sus habilidades trepadoras, prosperarán alimentándose de frutos y vegetales. Los otros habitarán las desoladas sabanas, con el tiempo adquirirán una postura erguida y formarán bandas de cazadores que llegarán a disputar las presas a los chacales y la carroña a las hienas. Después aprenderán a fabricar herramientas y a comunicarse mediante sonidos articulados…


Así es como se produce la especiación. Una advertencia: no os dejéis engañar por las apariencias. Hay caballos de tiro que pueden pesar una tonelada, y hay caballitos pequeños, los poneys, muy populares entre la chiquillería. Ambos son caballos. Pertenecen a la misma especie y, por lo tanto son capaces de cruzarse y tener descendencia fértil. Fijaos en los perros. Existen centenares de variedades diferentes de perros, son todos completamente dispares, y a pesar de eso, todos son miembros de la misma especie, canis lupus. Un macho de la variedad chihuahua es perfectamente capaz de unirse a una hembra de San Bernardo, dando lugar a descendencia fértil. Repito, las apariencias engañan. Por cierto, ya veis que empleo el término variedad. Además de ser más correcto desde el punto de vista científico, es más adecuado que el de raza y mucho menos conflictivo.

Para terminar, dejadme que destruya otro mito muy extendido. Mucha gente piensa que a base de selección natural y de supervivencia de los más aptos, las especies modernas, las actuales, son de alguna manera, más acabadas y adaptadas al medio que sus antecesoras. Hay quien cree que las especies extinguidas se extinguieron porque eran defectuosas o menos perfeccionadas que sus sucesoras. Pues bien, nada más equivocado. Las especies de cualquier tiempo estaban perfectamente adaptadas, y eran todas ellas sin excepción, maravillosas máquinas biológicas. Si desaparecieron fue sencillamente porque fueron sustituidas por otras o porque se produjeron catástrofes naturales (erupciones volcánicas, impactos de meteoritos) que acabaron con ellas. Lo mismo ocurrirá fatalmente con todas y cada una de las especies actuales, incluidos nosotros mismos, por supuesto. Ese día llegará tarde o temprano. Rezad cada noche para que no llegue la mañana siguiente.

La enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia.



domingo, 7 de enero de 2018

JOSEPH PRIESTLEY. OXÍGENO PARA LA VIDA Y AIRE PARA LAS IDEAS


Nacido en 1732, el británico Joseph Priestley, fue uno de los más destacados científicos de su generación, disputando al francés Antoine Lavoisier el honor de ser el descubridor del oxígeno. En cualquier caso, a Priestley debemos el reconocimiento de este elemento como fundamental en la biología de los organismos vivos.
Fue el descubridor del agua carbonatada y de distintos gases (que él denominó “aires”), entre los que se encontraba el que llamó aire desflogistizado, que más tarde se demostró como oxígeno. Cuando se produjo en Europa la revolución química, con Lavoisier al frente, quedaron desechadas por obsoletas las viejas teorías del flogisto. No obstante, Priestley continuó tercamente aferrado a ellas, lo que le valió grandes críticas por parte de sus colegas europeos. Como filósofo, nuestro hombre intentó buscar coincidencias entre el racionalismo científico que ya se extendía como un reguero de pólvora entre las inteligencias de su tiempo, y una visión cristiana del universo y la naturaleza. Como teólogo Joseph Priestley abogó siempre por la tolerancia religiosa. Fue uno de los muy escasos unitaristas ingleses, que preconizaban la reunificación del catolicismo y las iglesias reformadas.

Sus ideas revolucionarias le llevaron a apoyar públicamente la independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa. Su casa de Birminghan fue asaltada por una multitud azuzada por sus enemigos políticos, y Priestley se vio obligado a abandonar las islas, para trasladarse a Pensilvania, donde falleció en 1804, cuando contaba 72 años.
Se interesó también por la pedagogía. Publicó una gramática inglesa muy notable, y una enciclopédica Historia de la Electricidad, que fue texto fundamental en esta materia durante varias décadas. Joseph Priestley fue lo que se dice un completo polígloto, ya que además del latín, el griego y el hebreo, que aprendió en su etapa escolar, fue capaz de aprender y dominar el portugués, el francés, el alemán, el italiano, el árabe y el caldeo. Como filósofo, siempre expresó su admiración por la obra de Isaac Watts y de John Locke.

En Bigotini brindamos fervorosamente por la memoria de Joseph Priestley, gran científico y gran hombre de su tiempo.

Si Mahoma no va a la montaña... será porque prefiere la playa.


jueves, 4 de enero de 2018

HEINRICH KLEY. EXPRESIONISMO GRÁFICO


Nacido en Karlsruhe en 1863, Heinrich Kley, fue sin duda el gran ilustrador germánico de la primera mitad del siglo XX.
Dotado de un talento fabuloso, Kley comenzó siendo un dibujante académico. Se formó en la prestigiosa escuela muniquesa, y sus primeros trabajos fueron grabados de tema histórico. También en esa primera época juvenil destacó en el retrato, género que llegó a dominar con virtuosismo.


Pero su verdadera vocación era la sátira gráfica, y ese fue el camino que emprendió, dibujando para prestigiosas revistas como Jugend o Simplicissimus. En ellas desarrolló un intenso trabajo, llegando a ser acaso el más importante ilustrador alemán del periodo de entreguerras. Kley interpretó como nadie el expresionismo alemán, creando un mundo particular en el que abundaron los seres mitológicos y los animales semihumanizados. Nuestro hombre no rehuyó el desnudo, llegando en ocasiones a la franca obscenidad, lo que también le granjeó buen número de detractores.
El dibujante americano Joe Grant mostró algunos dibujos de Kley a Walt Disney, su jefe. Esos dibujos sirvieron de inspiración a Disney para muchos personajes de Fantasía (1940). Por cierto que el magnate de la animación se convirtió desde entonces en el principal admirador del dibujante germano. Buscó y coleccionó sus originales, de los que llegó a poseer una importante cantidad.
Heinrich Kley falleció en Munich en 1945. Presentamos aquí un ramillete muy representativo de su trabajo y de su particular estilo. Deleitaos con su arte prodigioso.