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martes, 29 de septiembre de 2020

STEPHEN HAWKING, ENTROPÍA Y RADIACIÓN DEL AGUJERO NEGRO

 


Recordemos la segunda ley de la termodinámica. Sostiene que la entropía de cualquier sistema tiende siempre a aumentar. Recordemos también que los agujeros negros recibieron ese nombre por no dejar escapar de su interior ningún tipo de partícula, ni siquiera los fotones, es decir, la luz.

Pues bien, en 1973, mientras Stephen Hawking se encontraba de visita en Moscú, conversó con los físicos soviéticos Zeldovich y Starobinski sobre agujeros negros. Ambos le convencieron de que, según el principio de incertidumbre, los agujeros negros en rotación deberían crear y emitir partículas, es decir, radiación. Hawking estuvo de acuerdo en sus argumentos físicos, pero albergaba muchas dudas acerca de las matemáticas con que apoyaban sus conjeturas. Se propuso idear un tratamiento matemático mejor, que describió en Oxford a finales de aquel mismo año.



En esa época todavía no había hecho los cálculos para encontrar qué cantidad de radiación se emitiría. Aspiraba nada más a probar que los agujeros negros en rotación emitían radiación, tal como habían predicho Zeldovich y Starobinski. Sin embargo, tras realizar el cálculo, descubrió sorprendido que incluso los agujeros negros sin rotación deberían crear y emitir partículas a un ritmo estacionario. En primera instancia creyó que una de las aproximaciones que había utilizado no era válida. Lo que finalmente le convenció de que la emisión era real fue que el espectro de las partículas emitidas era exactamente el que sería emitido por un cuerpo caliente. El agujero negro emitía partículas exactamente al ritmo correcto para impedir las violaciones de la segunda ley.




Desde entonces otros físicos teóricos han repetido los cálculos, a veces de formas diferentes. Todos sin excepción confirman que un agujero negro debería emitir partículas y radiación como si fuera un cuerpo caliente con una temperatura en consonancia con la masa del agujero negro. Cuanto mayor es la masa, menor es la temperatura. La única explicación posible es que lo que pensamos que es espacio vacío, no lo está completamente, porque eso significaría que los campos gravitatorio y electromagnético tendrían que tener un valor exactamente de cero. Sin embargo, el valor de un campo y su ritmo de cambio, con el tiempo son como la posición de una partícula y su velocidad: el principio de incertidumbre implica que cuanto mayor sea la precisión con la que conocemos una de estas magnitudes, menor será la precisión con que puede conocerse la otra.

 

De manera que en el espacio vacío el campo nunca puede estar fijo en un valor exactamente de cero, porque entonces tendría a la vez un valor preciso de cero y un ritmo de cambio también de cero. Así que debe haber una cierta cantidad mínima de incertidumbre, o fluctuaciones cuánticas, en el valor de un campo. Dichas fluctuaciones pueden considerarse como pares de partículas de luz o de gravedad que aparecen juntas en cierto instante, se separan, y luego se juntan de nuevo y se aniquilan mutuamente. Estas son las denominadas partículas virtuales, que a diferencia de las reales, no pueden observarse directamente con un detector de partículas. Sin embargo, sus efectos indirectos, como pequeños cambios en la energía de las órbitas electrónicas y los átomos, pueden medirse y están de acuerdo con las predicciones teóricas con un extraordinario grado de aproximación.




Según la ley de conservación de la energía (1ª ley de la termodinámica), una de las componentes de un par de partículas virtuales tendrá energía positiva, y la otra energía negativa. La de energía negativa está condenada a ser una partícula virtual de corta vida, porque las partículas reales siempre tienen energía positiva en situaciones normales. Por consiguiente, debe tratar de encontrar a su compañera negativa y aniquilarse con ella. Pero el campo gravitatorio en el interior de un agujero negro es tan intenso, que incluso una partícula real puede tener allí energía negativa.

Por lo tanto es posible que la partícula virtual caiga en el agujero negro y se transforme en una partícula real. En tal caso, ya no tiene que aniquilarse con su compañera. Esta última también puede caer en el agujero negro, pero como tiene energía positiva, también es posible que escape al infinito como una partícula real. Para cualquier observador, parecerá que ha sido emitida desde el agujero negro. Cuanto más pequeño sea el agujero negro, menos distancia tendrá que recorrer la partícula con energía negativa antes de convertirse en una partícula real. De esta forma, el ritmo de emisión será mayor, y la temperatura aparente del agujero negro será más alta.

 

La energía positiva de la radiación saliente estaría compensada por un flujo de partículas de energía negativa hacia el interior del agujero negro. Por la famosa ecuación de Einstein E = mc2, la energía es equivalente a la masa. Por consiguiente, un flujo de energía negativa hacia el interior del agujero negro reduce su masa. A medida que el agujero negro pierde masa, el área de su horizonte de sucesos se hace menor, pero este decrecimiento de la entropía del agujero negro está sobradamente compensado por la entropía de la radiación emitida, de modo que la segunda ley nunca se viola. Y esa, amigos, es una excelente noticia que debería tranquilizarnos a todos, porque del buen funcionamiento de las leyes en que se sustenta, dependen la buena marcha y la predecibilidad relativa del universo físico que habitamos. Nuestro profe Bigotini brinda por las leyes de la termodinámica con los bigotes empapados de champán y el corazón rebosante de júbilo.



-El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento te conduce al lado oscuro.

-Vale, pero este autobús, ¿lleva o no lleva al centro?

 

 


viernes, 25 de septiembre de 2020

JOHN H. STRIEBEL Y SU DIXIE DUGAN

 

John H. Striebel nació en Bertrand, Michigan, en 1891. Fue uno de los primeros dibujantes de tiras cómicas y caricaturas, porque comenzó a publicar sus trabajos a la temprana edad de catorce años, adelantándose de esta forma a muchos de sus colegas que aun siendo mayores que él, iniciaron su carrera más tarde. Sus primeras ilustraciones, sátiras políticas en su mayoría, aparecieron en la primera década del siglo, en el modesto South Bend Daily News. El joven Striebel sufragó con ellas sus estudios en la Universidad de Notre Dame de Chicago. Dio por entonces el salto al Chicago Tribune donde dibujó de manera regular, alternando con otras publicaciones como Liberty o la mítica Pantomime, que ostenta el record mundial de números censurados o prohibidos. Fue precisamente en la redacción de Pantomime donde conoció al guionista McEvoy, colaborando con él en el serial Show Girl.

 

Desde entonces fueron inseparables, y en 1929 crearon ambos la serie Dixie Dugan, por la que han pasado a figurar en la historia del cómic en un lugar destacado. Dixie Dugan era una joven heroína hermosa e inteligente, una de esas “novias de América” que encandilaron al público tanto en el cómic como en las pantallas cinematográficas. Durante los primeros años de la serie, Striebel se inspiró para el personaje de Dixie en la imagen de Louise Brooks, conocida como Lulú, rutilante estrella del cine mudo con su característico corte de pelo y su talante de chica libre e independiente. Años después, cuando el estilo de la Brooks pasó un tanto de moda, Striebel modernizó la imagen de Dixie para convertirla en una chica de los cuarenta o los cincuenta, capaz de seducir por ejemplo a los soldados que desembarcaron en Normandía, o a los que más tarde lucharon en Corea. La frescura de los guiones de McEvoy y los atractivos dibujos de Striebel, lograron el milagro de que la dinámica Dixie Dugan no envejeciera nunca.

John H. Striebel falleció en 1962, a los setenta años. Os dejamos una selección de sus tiras y sus ilustraciones.






















martes, 22 de septiembre de 2020

JOSEPH COTTEN. LA SOBRIEDAD DE UN ACTOR MAYÚSCULO

 


Orson Welles vio a Joseph Cotten actuar en el teatro, y desde entonces supo que era el actor que necesitaba para dar la réplica a su propio personaje en la aclamada Ciudadano Kane. Cotten era sobrio y contenido, todo lo contrario que Welles, quizá por eso le admiró tanto. Ese fue su debut ante las cámaras. Despues de CK protagonizó o participó en un puñado de grandes películas. Fue el heroico salvador de Ingrid Bergman en Luz que agoniza, aquel inolvidable drama de Cukor. Fue el ambiguo marido en La sombra de una duda, una de las mejores cintas de Hitchcock. Fue el hermano bueno en Duelo al sol, ese peliculón de Vidor en el que Jennifer Jones prefiere al final a Gregory Peck, el hermano golfo, intenso melodrama en el que lloraron hasta las butacas de los cines. Fue el rico hacendado sin tiempo para ocuparse de su esposa, otra vez Ingrid Bergman y otra vez Hitchcock, en Atormentada. Fue junto a Marilyn Monroe, el marido mentalmente inestable en Niágara de Hathaway…

Repitió con Welles en El cuarto mandamiento y más tarde en El tercer hombre, aunque el filme esta vez no fue dirigido por su amigo, sino por Carol Reed. Es imposible olvidarle en aquel paseo arbolado, esperando a Alida Valli, y viendo incrédulo cómo pasa de largo mientras termina la película con un fundido a negro.

Hoy os invitamos a visionar (clic en la ilustración) un breve video con música e imágenes de aquel actor sobrio y mayúsculo.

 

 

Próxima entrega: Orson Welles

 

 


sábado, 19 de septiembre de 2020

LA EDUCACIÓN DE LOS JÓVENES ROMANOS

 


La vida era muy dura en la Roma republicana. Lo era ya desde el mismo nacimiento. Si un niño nacía disminuido o presentaba alguna tara física, su padre, el pater familias, tenía derecho a deshacerse de él, y lo cierto es que a menudo lo hacía, generalmente por asfixia. Otro tanto podía ocurrir si nacía una hembra, sobre todo si ya había más niñas en la familia. Los hijos varones eran útiles para labrar la tierra o guerrear, pero muchas veces las hijas se consideraban una carga. Además, los varones se encargaban de cuidar las tumbas de sus ancestros, y las supersticiosas ideas religiosas de aquellos romanos primitivos, aseguraban que esos cuidados resultaban imprescindibles para alcanzar el paraíso.

 

La mortalidad infantil debía ser bastante elevada. Si el niño nacía sano, a los ocho días del parto era oficialmente recibido por la gens, la gente, una unidad familiar más amplia formada por el conjunto de los parientes, en una vistosa ceremonia. Sobrevivir el primer año era ya toda una victoria, y en cuanto los niños comenzaban a caminar, se iniciaba su educación en el seno de la familia. Las chicas aprendían a hilar y a tejer, y eran iniciadas en las labores de intendencia de la casa. Las más afortunadas, pertenecientes a las familias más ricas, quizá aprendían algo de música. En general no realizaban demasiadas tareas pesadas, pues abundaba la mano de obra esclava en consonancia con las continuas conquistas de pueblos sojuzgados. Muy pocas, acaso sólo las destinadas a casarse con personajes notables, aprendían también a leer y a escribir, pero en conjunto el papel de la mujer entre los romanos era de completa subordinación. Pasaban del dominio paterno al del marido, y más tarde eran tuteladas por los hijos varones. El marido cenaba recostado en el triclinio, la esposa sentada en el borde del diván para ofrecerle los manjares.


 

Los chicos a los seis o siete años comenzaban a estudiar en casa. Les instruían sus propios padres, o bien los esclavos griegos entre la gente pudiente. Las matemáticas se limitaban a contar y a las operaciones más elementales, jugando con la base decimal de sus números. La geometría permaneció desconocida hasta la llegada de los griegos. La escritura se realizaba al principio sobre tablillas pulidas con ayuda de punzones de punta metálica que se mojaban en tintas hechas con ciertas raíces. Más tarde se extendió la fabricación de pergaminos y rollos de lino. Las lecturas eran monótonas: leyes, textos religiosos y leyendas históricas. La poesía primitiva apenas merecía tal nombre. Era más bien la entonación sacra y conmemorativa, condensada en volúmenes con títulos como Fastos consulares, Libros de los magistrados, Anales máximos



Los griegos llegaron para remediar estas miserias poéticas. El primero de quién tenemos noticia fue Livio Andrónico, un esclavo griego capturado durante el saqueo de Tarento, que tradujo la Odisea al latín y la recitó durante los juegos de 240 a.C. para jolgorio y regocijo de la concurrencia. Livio Andrónico pasa por ser el primer gran comediante de la romanidad, pues él mismo actuó recitando y cantando todos los papeles de la tragedia, que duró varias horas. Los romanos se divirtieron tanto con él, que reconocieron a los poetas como una categoría de ciudadanía, y se les concedió agruparse en un gremio con sede en el templo de Minerva del monte Aventino.

Nuestro profe Bigotini, que también tiene sus puntas y collares de poeta, a falta de monte Aventino, se sube en una banqueta y se arranca a recitar los hexámeros homéricos. Rara vez termina una estrofa, porque le da la tos, y además tiene vértigo.

 

Canta, oh musa, la cólera de Aquiles…

 

 

 


miércoles, 16 de septiembre de 2020

GEOFFREY CHAUCER, EL PRIMER RENACENTISTA INGLÉS



eoffrey Chaucer nació probablemente en Londres, y probablemente en 1343, aunque ninguna de las dos cosas puede asegurarse. Sus orígenes fueron muy humildes. Su padre y su abuelo eran bodegueros, y su mismo apellido, Chaucer, parece derivar del normando chausseur, con el significado de zapatero. En aquel tiempo los apellidos que designaban oficios eran propios de villanos y gentes rústicas. Sin embargo, al parecer en el momento de su nacimiento, la familia se encontraba en buena posición, pues unos pocos años antes está documentado el cobro de una indemnización de 250 libras por parte de su padre, debido a que fue víctima de un rapto para obligarle a casarse. Una historia muy rocambolesca, pero sin duda real, a la luz de los documentos que recogen la sentencia. La inesperada fortuna de John Chaucer, sumada a un ventajoso matrimonio con la hija de un importante funcionario de la casa de la moneda en la Torre de Londres (el hombre debía ser todo un seductor), y añadida a una herencia posterior, le convirtieron en un burgués rico, y en 1349 se sabe que era ya propietario de al menos veinticuatro comercios en la capital inglesa.

Así que el pequeño Geoffrey, a pesar de su humilde cuna, se crió como un príncipe. En 1357 era paje de la condesa del Ulster. Él, al igual que su padre, fue un joven apreciado, como lo prueba el dato de que al ser hecho prisionero de los franceses en la Guerra de los Cien Años, el mismo rey inglés Eduardo III, se rascó el bolsillo, pagando 16 libras por su rescate ante los ruegos de la condesa y de su marido, Leonel de Amberes.
Geoffrey ejerció como funcionario y hombre de confianza de la corona en diversos cometidos, unas veces llevando embajadas entre príncipes, y otras atendiendo acaso a negocios menos confesables. Se sabe que viajó por Francia, Flandes y España, siendo muy probable que hiciera el Camino de Santiago como peregrino.

Se casó con Phillippa Roet, dama de compañía de la reina. Su cuñada Catalina contrajo matrimonio con Juan de Gante. Un hijo de Chaucer, Thomas, fue Mayordomo mayor de cuatro reyes, y presidió la Cámara de los Comunes. Una hija, Alice, se casó con Guillermo de la Pole, y en definitiva, como le gustaría decir a Groucho Marx, sus descendientes ascendieron mucho, hasta el punto de que uno de sus tataranietos, llegó a ser designado heredero al trono por Ricardo III. Si recordáis el famoso drama de Shakespeare, al rey Ricardo se le torcieron un poco las cosas, no encontró ni siquiera caballo para cambiar por él su reino, y consecuentemente, ese descendiente de Geoffrey Chaucer nunca llegó a ocupar trono alguno, pero le faltó muy poco.

Pero, familias aparte, y volviendo a nuestro protagonista, Chaucer estudió leyes, sirvió al rey Eduardo, viajó mucho, conoció mundo y alternó con príncipes y también con grandes poetas como Jean Froissart o como Francesco Petrarca, a quien conoció en Milán cuando asistió a la segunda boda de su cuñado Leonel de Amberes con Violante Visconti. Viajó por Picardía y visitó Génova y Florencia, donde conoció y trató a Boccaccio. Todos esos contactos le introdujeron en la lírica italiana, convirtiéndole en el primer poeta y literato en lengua inglesa que puede calificarse propiamente como renacentista.
Chaucer fue nombrado contralor de las aduanas del puerto de Londres, una bicoca muy bien pagada. Fue miembro del Parlamento por Kent, maestro de obras del rey, guardián de la posada real y comisario guardabosques. No tenemos seguridad de hasta qué punto todos estos cargos estaban retribuidos o eran meramente honoríficos, pero lo cierto es que se forró con ellos, lo que explicaría el éxito de sus hijos y descendientes. Todo indica que falleció en octubre de 1400, siendo enterrado en la Abadía de Westminster.

En cuanto a su obra literaria, su primera conocida fue El libro de la duquesa, una elegía a la difunta Blanca de Lancaster, aunque es muy posible la existencia de obras anteriores hoy desaparecidas, como parece indicar el hecho de que Eduardo III le concedió un galón de vino diario durante el resto de su vida, el tipo de recompensa que solía reservarse a los artistas y poetas.
Otras obras tempranas fueron Anelida y Alcite, La casa de la fama, Parlamento de las aves y La leyenda de las buenas mujeres. Troilo y Crésida es quizá su obra poética en la que mejor se aprecia la influencia italiana. También destacó como traductor, siendo célebres sus versiones de la Consolación de la filosofía, de Boecio, y del Roman de la rose, de Guillaume de Lloris. Estas obras eran ya ampliamente conocidas del público culto inglés. Sin embargo, otro puñado de traducciones realizadas por Chaucer de obras menos célebres, es posible que tuvieran la torcida intención de hacerlas pasar por suyas. No juzguemos esto con demasiada severidad. En su época y hasta en los siglos siguientes, la imitación e incluso el plagio, no se miraban con la óptica de nuestros días. Muchos autores insignes recurrían a versionar trabajos de otros, embelleciéndolos con añadidos que los hacían más gratos a sus lectores.

Pero sin duda la obra más célebre y emblemática de Geoffrey Chaucer son los Cuentos de Canterbury, una colección de relatos que van refiriendo los viajeros que peregrinan a la famosa catedral. En ellos se aprecia una clara influencia de Boccaccio y su Decamerón, mezclada con rasgos más puramente ingleses, muy originales y en alguna medida, precursores del teatro isabelino y de la gran poesía renacentista en lengua inglesa. Los cuentos, que Biblioteca Bigotini quiere poneros hoy al alcance de un clic (hacedlo en la ilustración) son muy desiguales. Los hay cargados de profundas reflexiones religiosas, y los hay también satíricos, con situaciones cómicas y en ocasiones no carentes de cierto erotismo un tanto brutal, eso sí, y bien alejados de la sutileza de un Boccaccio. No obstante, los Cuentos son por derecho propio la obra si no cumbre, al menos inaugural del Renacimiento literario anglosajón. Tienen también la virtud de fijar en buena medida el lenguaje, lo que llamarían los lingüistas el inglés estándar. Es motivo suficiente por el que Geoffrey Chaucer merece figurar en el frontispicio de la literatura europea.
Disfrutad con esta versión digital que os proponemos.

¡Con qué facilidad invade la piedad los corazones nobles! Geoffrey Chaucer.




sábado, 12 de septiembre de 2020

ANISAKIS, UN GUSANO DE CUIDADO



Anisakis simplex es un gusano parásito del género nematodo, una especie animal con cientos de miles de años de antigüedad, que en sólo unos años ha irrumpido bruscamente en nuestras vidas a través del consumo de pescado. En efecto, el ciclo biológico natural del anisakis pasa por la parasitación de peces, crustáceos y mamíferos marinos, en cuyos tubos digestivos se aloja. Lo que ha cambiado en los últimos años es que los seres humanos hemos irrumpido en el ciclo vital del parásito a través del consumo de pescado y marisco, ejerciendo en dicho ciclo el papel de los mamíferos marinos, cuyas anatomía y fisiología resultan muy similares a las nuestras. Aunque el parásito estaba más o menos confinado a las aguas frías del Mar del Japón, donde se le conocía desde hace tiempo, la industrialización de la pesca que hemos vivido en las últimas décadas, ha hecho que la infestación se extienda a prácticamente todos los mares del planeta.


El complejo ciclo vital de anisakis, lo conduce a través de varios hospedadores. Los huevos, depositados en los fondos marinos, son devorados por pequeños peces y crustáceos, en cuyo interior emergen los embriones. Estos crustáceos infestados son devorados por pulpos o por peces de mayor tamaño. El nematodo se aloja en las paredes intestinales,  para madurar, y alcanzar el periodo larvario. Habitualmente parasitan el interior de las vísceras, aunque ocasionalmente pueden también alojarse en los músculos o bajo la piel. El ciclo vital se completa cuando un mamífero marino (por ejemplo una foca) se alimenta del pez infestado. El nematodo se aloja en el intestino del mamífero, se alimenta de la comida que este ingiere, se transforma en adulto, se aparea y desova, soltando los huevos en los fondos marinos junto con las heces del mamífero al que parasita. Los pequeños peces y crustáceos se alimentan de las heces, ingiriendo a la vez los huevos, y de esta manera se completa el ciclo. Como los mamíferos marinos son básicamente similares a nosotros, las especies de anisakis pueden infestar a humanos que comen pescado crudo o escasamente cocinado. Entre las especies piscícolas que con mayor frecuencia contienen el parásito, y consecuentemente afectan a nuestra salud, se encuentran: la sardina, el arenque, la merluza, el bacalao, el salmón, el pez espada, el rape, el abadejo, la caballa, el boquerón… Puede decirse que no existen ya prácticamente pescados libres de la plaga, salvo que sean de origen fluvial o procedan de piscifactorías. Otro tanto puede decirse de especies como calamares, sepia, pulpo, crustáceos marinos de todo tipo, y mariscos en general.


Las primeras investigaciones identificaron erróneamente una sola especie de anisakis. Hoy conocemos una gran variedad de especies diferentes, cada una de las cuales tiene preferencia por unos hospedadores determinados. Los anisákidos comparten los rasgos comunes de todos los nematodos; cuerpo vermiforme, sección redondeada y falta de segmentación. La cavidad corporal es estrecha. La boca se encuentra en el polo anterior, rodeada de una especie de barbas o pestañas que utilizan como sensores y para alimentarse. La piel de estos parásitos segrega una capa envolvente que le protege de los jugos digestivos de sus hospedadores. En la fase en la que infestan a peces, los anisakis tienen forma de muelle. Si se desenroscan miden unos 2cm. En su huésped final, los anisákidos son más largos, gruesos y robustos.
Los anisákidos plantean a la salud humana dos problemas diferentes: el primero a través de la infestación por los propios gusanos, al comer pescado no elaborado, conocida como anisakiasis; y el segundo por reacciones alérgicas a las sustancias químicas de los gusanos, es decir, alergia alimentaria al anisakis. 


La anisakiasis es la enfermedad ocasionada por la infestación. Aparece con frecuencia en áreas del mundo en las que el pescado se come crudo o ligeramente salado o condimentado. Las áreas con mayor nivel de prevalencia (y por lo tanto de mayores riesgos) son: el Japón (tras consumir sushi), donde hasta hace poco se contabilizaban el 95% de los casos de esta enfermedad, los países escandinavos (por el hábito de ingerir hígado de bacalao), Holanda y la costa báltica de Alemania (por el gran arraigo del consumo de arenques ahumados), y el litoral Pacífico de Suramérica (por la tradición del ceviche). España ha pasado también a formar parte de la relación, debido al importante consumo de pescado por habitante, que incluye algunas formas de preparación poco cocinadas. Horas después de la ingestión de las larvas del parásito, pueden aparecer dolor abdominal, náuseas y vómitos. A veces, se llegan a expulsar las larvas por medio de la tos. Si las larvas pasan al intestino, puede producirse una severa respuesta eosinofílica y granulomatosa, incluso varias semanas después de la infestación. Esta reacción causa síntomas similares a los de la colitis ulcerosa, y puede llegar a ser grave.


En 1995 se describió en España el primer caso de alergia a anisakis, y desde entonces se han descrito centenares de casos de alergia al parásito, habiéndose convertido en un antígeno más a incluir en las baterías habituales de pruebas para el estudio de alergia alimentaria. Las manifestaciones clínicas varían desde urticaria y/o angioedema que está presente en todos ellos, hasta casos de shock anafiláctico grave. Afortunadamente la mayoría de los casos presentan clínica exclusiva de tipo cutáneo, urticaria o angioedema, otros pueden asociar síntomas respiratorios, digestivos, y los más graves mareo y pérdida de conciencia. Los primeros síntomas aparecen en las primeras horas. En la gran mayoría de casos el tratamiento es sintomático. La única indicación quirúrgica es la eventual producción de obstrucción intestinal, que puede requerir cirugía de urgencia, aunque existen casos en los que el tratamiento con abendazol (evitando la cirugía) ha resuelto la obstrucción.


A pesar de que se han intentado varias estrategias para inactivar las larvas antes de su consumo, la congelación rápida a temperatura inferior a -20 ºC, durante al menos 48 horas y la cocción a temperaturas superiores a 60ºC, durante al menos 2 minutos (en el interior de las piezas), parecen seguir siendo las medidas más eficaces para prevenir la parasitación.
En el Real Decreto 1420/2006, de 1 de diciembre, se fija la obligatoriedad, para los establecimientos que sirven comida en todo el territorio español, de someter todos los pescados que se vayan a servir en crudo o casi crudos a un ciclo de congelación de 24 h. a una temperatura igual o inferior a -20°C. Esto incluye productos de la pesca que han sido sometidos a un proceso de ahumado en frío en el que la temperatura central del producto no ha sobrepasado los 60°C. Igualmente estarán obligados a garantizar la congelación en las mismas condiciones si se trata de productos de la pesca en escabeche o salazón, cuando este proceso no baste para destruir las larvas.

Bueno, pues ya sabéis. Cuidado con el gusano, pero que la natural precaución no os prive de disfrutar de unos alimentos completos y saludables además de exquisitos. En nuestro país gozamos de una tradición gastronómica envidiable, tanto en la costa como en el interior. Con cuidado, de acuerdo, pero alimentaos bien.

De todos los habitantes de los fondos oceánicos, el más ruidoso y escandaloso es sin duda el congrio, porque se empeña en llamar a sus hijos congritos.  Comandante Jacques Cousteau (oceanógrafo), durante una charla informal en el bar del casino de Mónaco.



miércoles, 9 de septiembre de 2020

JAMES MAXWELL Y SUS CUATRO ECUACIONES



James Clerk Maxwell nació en Edimburgo en 1831. Su padre, un prestigioso abogado, ostentaba el título de baronet. Su infancia transcurrió en la gran hacienda familiar, y ya desde niño mostró James gran curiosidad por una multitud de materias, especialmente por el dibujo. A los diez años comenzó sus estudios en la Academia de Edimburgo, y a los trece obtuvo la medalla escolar de matemáticas. Fascinado por la geometría, a los catorce escribió su primer artículo científico sobre conos y elipses, “Oval Curves”, donde perfeccionó las observaciones realizadas por Descartes sobre el particular. Como no tenía aun suficiente edad para presentar su trabajo en público, lo hizo por él James Forbes, su profesor de filosofía natural, nada menos que en la Universidad de Edimburgo, institución a la que el joven Maxwell ingresó a los dieciséis años. A pesar de su juventud, o acaso precisamente por ella, se había hecho célebre entre sus compañeros y sus profesores. A los dieciocho presentó varios artículos científicos en la Royal Society.

A los veinticinco comenzó a ejercer la docencia en el Marischal College de Aberdeen. Era más joven que algunos de sus alumnos, y tenía quince años menos que el siguiente profesor de menos edad. Fue nombrado jefe de departamento, y tuvo la iniciativa de impartir fuera de su horario, clases dirigidas a los trabajadores de la escuela y a los obreros de las industrias locales, lo que le convirtió en el sabio más popular de Escocia. En 1858 se casó con Katherine Mary Dewar, la hija del rector, que le ayudaba en el laboratorio, y en 1859 obtuvo el premio Adams, dotado con 130 libras, que entonces eran una fortuna, por su trabajo sobre los anillos de Saturno, considerado por los especialistas una memorable aplicación de las matemáticas a la astronomía. Las conclusiones de Maxwell en esta materia se vieron confirmadas recientemente por los vuelos de la sonda Voyager. En 1860 se mudó a Londres con su esposa y ocupó en el prestigioso King’s College la cátedra de filosofía natural.


Durante su estancia en el King’s College recibió la medalla Rumford que concede la Royal Society, por sus trabajos sobre el color. A Maxwell se atribuye por entonces la primera fotografía en color realizada en el mundo. Estudió también la viscosidad de los gases, el electromagnetismo, la velocidad de la luz, y en matemáticas estableció las bases de lo que más tarde se llamaría análisis dimensional, el germen de sus famosas cuatro ecuaciones diferenciales, las ecuaciones de Maxwell, que hasta el tiempo presente siguen representando el modelo aun no superado de los fenómenos electromagnéticos (la unificación de los campos eléctricos y magnéticos) que rigen el funcionamiento de todo cuanto nos rodea, desde los microscópicos átomos hasta el insondable universo.

Las cuatro ecuaciones de Maxwell pueden resumirse en la siguiente tabla:



Sus ideas, desarrolladas mas tarde por Gauss o Faraday, entre otros, constituyen la base de la física del siglo XX. Al decir de muchos expertos, James Clark Maxwell, fue un científico del siglo XX que vivió en el XIX. Sucedió a Newton y precedió a Einstein en la cúspide de la física teórica.
Maxwell falleció en Cambridge en 1879, a los cuarenta y ocho años, la misma edad a la que había muerto su madre, y como consecuencia de un cáncer gástrico, la misma enfermedad que ella. Desde Bigotini, le dedicamos nuestro recuerdo y nuestro homenaje.

Si te quieren por lo que eres, te quieren. Si te quieren a pesar de lo que eres, te adoran. Victor Hugo.