Translate

lunes, 19 de septiembre de 2016

EL COTTON CLUB



fui su sparring durante un par de temporadas
Jamás debí poner un pie allí.
El Cotton Club era el más célebre local de jazz de Harlem y de toda la Gran Manzana. Me convenció el bueno de Jack Johnson. Jack había sido campeón de los pesados, el famoso gigante de Galveston. Yo fui su sparring durante un par de temporadas, cuando él no era más que un negrito tejano que aun no se afeitaba y soñaba con la gloria. Perdí el contacto con él cuando una legión de tipejos con acento siciliano y bultos en la chaqueta, se hicieron cargo de lo que ellos llamaron su carrera. Quince años después, aunque ya tenía barba cerrada y la mayor barriga de Harlem, Jack seguía siendo el mismo niño grande de siempre. Escasamente consciente de haber sido víctima de los sórdidos manejos de aquellos mafiosos, y quizá también un poco sonado, pasaba el tiempo malgastando sus ahorros y paseando en su cochazo a las zorritas que le sacaban la pasta. Jack, que había abierto el local, figuraba oficialmente como su gerente, pero todos sabían que el verdadero dueño del negocio era en realidad Owney Madden, un gangster que había hecho fortuna como contrabandista durante la Ley Seca.

paseando en su cochazo a las zorritas que le sacaban la pasta

parecía derramar polvo de estrellas
Madden cumplía condena en Sing Sing, pero tenía untado al alcaide, y vivía en la prisión como un príncipe. Desde allí dirigía el club y movía los hilos necesarios para seguir siendo el rey del wisky clandestino. Hasta celebraba en el presidio fiestas con sus chicas, las bailarinas y las strippers. El Cotton Club era uno de esos locales elegantes que se habían puesto de moda. El suelo estaba cubierto por auténticas alfombras persas de importación, confeccionadas en Portland por una pareja de húngaros.
El primer día que entré en el Cotton Club, Jack me dio uno de sus famosos abrazos de oso y me dijo: ven blanquito, voy a darte la mejor mesa. ¿Qué te parece la chabola, amigo? Es un local muy elegante, Jackie, le contesté, para mí será un honor que me echéis a la calle a patadas. Jack soltó una carcajada. De repente me quedé mudo y comenzaron a temblarme las piernas. Allí estaba ella. Era Bessie Parker, la chica de la que me enamoré siendo un mocoso de pantalón corto, y que no había podido apartar ni un sólo día de mi imaginación. Estaba espléndida enfundada en aquel vestido verde con lentejuelas, que parecía derramar polvo de estrellas a su paso. Aun seguía embobado cuando terminó su número y vino a sentarse a mi mesa. Sus manos se posaron sobre las mías como dos palomas blancas.

la recordé junto a mí en un cine de sesión continua
Tienes... el pelo rojo, acerté a balbucir. No es más que un tinte, cariño, dijo riendo. Si no te gusta, mañana mismo volveré a ser la chica rubia que conociste. ¡Oh, no, no es eso!, exclamé. Estás...estás preciosa Bessie... E hipnotizado por aquellos ojos del color de los almendros en el remoto atardecer de mi casi olvidada niñez, la recordé junto a mí en un cine de sesión continua. Mi mano furtiva sobre el respaldo de la butaca, buscando el primer contacto, y un instante después, nuestros labios temblando con la emoción del primer beso... Como si pudiera adivinar mis pensamientos, esquivó mi mirada. Luego la conversación adquirió un tono más prosaico. Ya se que eres un gran poli. Bueno, ya no lo soy, me defendí. Ella insistió: no seas tan modesto, cariño. Leí en los periódicos cómo atrapaste el año pasado al asesino de esa pobre chica de Montana, Nieves Nosecuántos. Morales, Nieves Morales... Bueno, después de todo no tuvo ningún mérito imaginar que llamándose así, el asesino fuera el tipo que conducía la máquina quitanieves, ¿no te parece?... Y Bessie me obsequió con una risa que le brotó del corazón como un torrente. Casi había olvidado tu risa. Es encantadora, le dije. Entonces, como si hubiera puesto el dedo en alguna escondida llaga, pretextó una excusa y se marchó después de hacerme prometer que volvería la noche siguiente.

se entregaba con una pasión sin límites
Después de aquella noche en el Cotton Club, hubo muchas otras noches. Hubo muchas otras risas y muchos otros besos. También hubo mucho sexo. Un sexo de una intensidad febril y desesperada, pero sin palabras. Sin preguntas ni respuestas. Lamentablemente, no era la misma Bessie que un día conocí. La hubiera querido solo para mí, pero cada vez que intentaba sacar el tema, ella lo rehuía. En la cama se entregaba con una pasión sin límites, pero su alma se me escapaba entre las manos como ese pez resbaladizo que en vano pretendes atrapar. ¡Hagamos planes para mañana, para la próxima semana!, proponía. Como aquella vez que... El pasado no existe, dijo con profunda amargura. Pero el pasado existía, y se interponía entre nosotros con la terquedad de una mula y la contundencia de la Gran Muralla China. Cada despedida era tan dolorosa como si nos arrancasen un miembro. Cada reencuentro era un estallido de felicidad. A menudo le mostraba mi descontento con aquella situación. Bessie, con fingida displicencia, me tentaba ofreciéndome otras chicas. Nancy y Lupe son mucho mejores que yo en la cama, mentía. Si quieres podemos organizar una fiesta de pijamas sin pijamas, ¿qué me dices, querido? Yo no contestaba y ella reía sin demasiada convicción.

podemos organizar una fiesta de pijamas sin pijamas

sus rodillas se doblaron y sólo entonces comprendí...
No quiero volver a verte, Bessie, le dije una vez. Se lo repetí muchas otras veces. Me apartaba de ella convencido de que lo mejor era que todo acabara entre nosotros. Resistía unos días, a veces unas semanas... pero sin poder evitarlo, regresaba siempre a sus brazos.
Una noche hubo un tiroteo en el Cotton Club. Al parecer los pistoleros de una banda rival tenían cuentas pendientes con Owney Madden, que ni siquiera estaba allí. En las calles de Harlem chirriaban a coro los grillos de las cálidas noches de verano. Podía haber sido una noche de sueño, pero lo fue de pesadilla. Sobre el escenario, Miles Davis arrancaba a su trompeta aquellas mágicas notas imposibles. Bessie pastoreaba entre bambalinas el familiar rebaño de coristas, bailarinas y Lolitas de alquiler. Yo mantenía tercamente la vista y el pensamiento sumergidos en la turbia profundidad de un bourbon con hielo. De pronto se abrieron las bocas del infierno. Todo duró apenas unos segundos. Media docena de ametralladoras comenzaron a escupir fuego. Las luces parpadeaban. Gritos, lamentos, mesas volcadas... Saqué mi pistola, pero los disparos habían cesado y los matones debían estar ya en la calle. No eran asunto mío. Bessie sí lo era. La busqué desesperadamente, y la hallé junto a la puerta verde que conducía a los camerinos. Ya pasó todo, traté de tranquilizarla, y la rodeé con mi brazo. No contestó. Sus rodillas se doblaron y sólo entonces comprendí que estaba herida.

allí de pie, contemplando su cadáver
Bessie Parker estaba muerta. Era en mis brazos liviana como una pluma. Estaba tan aturdido que ni siquiera temblé. Con la mayor suavidad de la que fui capaz, deposité su cuerpo exánime sobre un catre plegable de su camerino. Quise llorar pero no pude. Durante un tiempo interminable permanecí allí de pie, contemplando su cadáver, sus rizos rubios rozando el suelo, sus pechos blanquísimos, su piel transparente como la porcelana china. Sentí en el hombro la enorme manaza de Jack Johnson. Vámonos muchacho, me dijo, ya no puedes hacer nada por ella. Sus palabras se confundieron con las sirenas de la policía y de las ambulancias. Salimos al calor de la noche y Jack me ofreció un cigarrillo. Creía que ya no fumabas, le dije. Eso creía yo también, me contestó, y marchamos calle abajo camino de ninguna parte, mientras a nuestra espalda estallaba como un grito mudo, el clamoroso silencio de las noches sin luna y los días sin consuelo.

-Peláez, ¿ha llegado ya el informe de balística?
-Si jefe.
-¿Y qué dice?
-Dice que somos gilipollas. La víctima murió de un hachazo.


sábado, 17 de septiembre de 2016

IBN AL-NAFIS. UN PRECURSOR EN EL ISLAM


En anteriores entregas de nuestra serie protagonistas de la ciencia dedicadas a Miguel Servet y William Harvey (haced clic en sus nombres para enlazar), tratamos el descubrimiento de la circulación menor o pulmonar de la sangre, que se ha atribuido a ambos. Pues bien, el verdadero mérito lo tiene en realidad Ibn Al-Nafis, médico sirio nacido hacia 1210 en Damasco. Su nombre completo era Ala-as-din abu al-Hassan Ali ibn Abi-Hazm al-Qarshi al-Dimashqi, galimatías casi irreproducible para los occidentales. Además de estudiar medicina, Al-Nafis adquirió conocimientos de teología, jurisprudencia y literatura. Comenzó a ejercer como médico en su Damasco natal, para trasladarse después a Egipto, donde dirigió dos hospitales y fue nombrado médico personal del sultán.


Ibn Al-Nafis escribió un comentario a Avicena donde hacía diferentes observaciones sobre anatomía y fisiología. Fue en este texto donde, refutando la extendida opinión de Galeno, Al-Nafis describió, apoyándose en su propia experiencia, la circulación pulmonar que consigue la oxigenación de la sangre para volver a incorporarse al circuito arterial. Ahora bien, este escrito debió tener muy escasa difusión, perdiéndose su conocimiento al menos en Europa. Tuvieron que transcurrir casi ocho siglos hasta que en 1924, un médico y erudito egipcio rescató el manuscrito en una biblioteca universitaria de Berlín. Así que ni nuestro paisano Servet ni el inglés Harvey obraron de mala fe. Simplemente Servet fue el primero en dar a la imprenta la evidencia de lo que ya iban intuyendo muchos anatomistas del Renacimiento, y años después Harvey realizó una descripción detallada con sólidas bases fisiológicas de la circulación pulmonar.

No obstante, a Ibn Al-Nafis corresponde el mérito y la primicia del descubrimiento. Vaya el homenaje y el reconocimiento que desde este modesto foro hacemos a su memoria.

Perdona siempre a tu enemigo. No hay nada que le enfurezca más. Oscar Wilde.



martes, 13 de septiembre de 2016

VENUS PALEOLÍTICAS. EL ORIGEN DEL MUNDO


La historia de la especie humana abarca lo que los geólogos llaman la Era Cuaternaria, que corresponde aproximadamente a los últimos cuatro millones de años. Un periodo que aun siendo muy prolongado si lo comparamos con lo efímero de nuestra existencia individual, constituye apenas una minúscula fracción de la historia de nuestro planeta. Para la ciencia histórica, este periodo corresponde a la totalidad de la Prehistoria. Convencionalmente los historiadores dividen la cronología humana desde la aparición en el continente africano de los primeros homínidos, en cuatro edades sucesivas: el Paleolítico, que es la que tiene abrumadoramente mayor duración, abarcando desde los orígenes hasta hace sólo unos 10.000 años; el Neolítico, cuya cronología es variable según las diferentes zonas geográficas, y se caracteriza por la aparición de la agricultura, la ganadería y los primeros asentamientos poblacionales; la Protohistoria, que cuenta ya con la existencia de lo que entendemos como civilizaciones y el desarrollo de la metalurgia; y por último la Historia propiamente dicha, que suele datarse a partir de la invención de la escritura y aparición de los primeros documentos.


Durante la mayor parte del Paleolítico (los periodos inferior y medio), como ya hemos señalado en otros artículos, debido a que la población humana no consiguió alcanzar una masa crítica, un tamaño mínimo que permitiera la transmisión de conocimientos y en definitiva, el progreso, apenas podemos registrar cambios significativos. En el último periodo, el Paleolítico superior, los prehistoriadores distinguen clásicamente tres etapas caracterizadas por sus industrias de utensilios de piedra y otros materiales imperecederos: Auriñaciense, Solutrense y Magdaleniense. Las primeras manifestaciones artísticas ya sean mobiliarias o parietales, salvo alguna rara excepción, no se encuentran hasta el Paleolítico superior, sobre todo a partir del Solutrense. Es también a partir de ese periodo, cuando esos objetos y representaciones adquieren niveles de factura y calidades apreciables.


En cuanto a la imagen de la mujer, ya desde el Auriñacense encontramos algunas representaciones parietales de vulvas, reproducidas tan toscamente, que pueden prestarse a confusión con huellas de pezuñas en algunos casos o simples triángulos en otros. Es a partir del Solutrense, como apuntábamos, cuando aparecen ya representaciones femeninas inequívocas, de forma muy acusada en el arte mobiliario (relieves y tallas en piedras, astas o huesos). El gran prehistoriador Henri Delporte, dató y clasificó hasta 170 figuraciones femeninas en el continente europeo. De ellas 60 corresponden al grupo renano-danubiano, 41 al ruso, 29 al siberiano, 27 al pireneo-aquitano y 13 al itálico. La variedad de estilos es considerable, lo que resulta lógico al tratarse de objetos separados por decenas de miles de años. Sin embargo, en un amplio porcentaje de ellos se aprecia una marcada hipertrofia de rasgos sexuales como pechos, nalgas y vulvas. Muchas estatuillas presentan rasgos esteatopígicos parecidos a los ideales de belleza persistentes actualmente entre algunos pueblos primitivos como pigmeos y hotentotes.


Es evidente que los primeros balbuceos iconográficos de la humanidad, confirieron al sexo y a la fecundidad una magia positiva. La primitiva diosa madre, fecunda, educadora, que amamanta y alimenta, se confunde en el imaginario primitivo con la madre tierra. Sorprende que en el grupo pireneo-aquitano, que engloba las zonas astur-cantábrica, ibérica y el Sur de Francia, se contabilicen menos figuraciones femeninas que en otros grupos geográficos, cuando esta región hispano-francesa es acaso la más rica y exuberante en manifestaciones artísticas. El profesor Gómez-Tabanera apunta con gran acierto a este respecto, que acaso el arte franco-cantábrico, a todas luces más elaborado y sutil que el del resto de Europa, había ido ya un paso más allá en la simbología. Admitido esto, las numerosas representaciones de ciervas personificarían una deidad asimilable a la Artemisa del Mediterráneo protohistórico.

Lo anterior nos introduce en el terreno de lo religioso. Es evidente a todas luces en el ámbito mediterráneo y por extensión en la Europa meridional, el culto primitivo a una deidad femenina. Es la diosa madre de la fecundidad, pero también ella misma (o su hija en algún caso como parte de sí misma) es la doncella cazadora y guerrera. Es Isis, Démeter, Gea, Artemisa, Atenea... Es Perséfone, que muere cada invierno para renacer la primavera siguiente con el florecimiento de los pastos y el regreso de la caza para las primitivas sociedades cazadoras, o con la llegada de la cosecha nueva para las posteriores sociedades agrícolas. La venus paleolítica es Potnia Theron, la señora de los animales del mundo paleolítico euroasiático. Pero no olvidemos que Potnia Theron es también la señora de la muerte. De acuerdo con las tradiciones milenarias pre-indoeuropeas la diosa de la vida y de la muerte, la Gran Diosa Blanca (que a menudo tiene el rostro negro) es Mari, que estuvo presente después entre los pelasgos, y se rodeaba de serpientes, toros y otros símbolos fálicos en la Creta minóica.

Gustave Courbet. El origen del mundo

El cristianismo, que para hacerse popular incorporó en gran medida las tradiciones paganas preexistentes, nos presenta también una María (Mari) multiforme, que es madre y a la vez doncella. Es reina protectora, pero también se la invoca en la guerra. En Aragón es nada menos que capitana de la tropa. No es casual que en Portugal, España, Francia, Italia... no haya una sola, sino muchas Marías. La diosa virgen y madre totémica recibe un nombre diferente y posee unos atributos particulares en cada pueblo. En todos los casos ha sellado un pacto con los habitantes del lugar, con sus fieles que la cubren de flores cada primavera, como se hacía hace diez mil años. Quizá hace veinte mil. Como de forma lúcida expresó Gustave Courbet en su óleo El origen del mundo, que causó tanto escándalo en el XIX, todo comienza en la rosada vulva. Origen y destino. Alfa y omega. Así lo entendieron ya nuestros antepasados paleolíticos, y así ha sido siempre.

En el sexo, como en el bridge, si no tienes una buena pareja, más vale que tengas una buena mano. Mae West.



sábado, 10 de septiembre de 2016

EL CINE FAMILIAR Y LOS NIÑOS PRODIGIO




Básicamente un niño prodigio es alguien que sabe lo mismo de niño que de adulto. Lo de los niños prodigio no fue un nuevo fenómeno de los treinta y los cuarenta. Ya en la primera etapa muda, la pandilla de traviesos chiquillos callejeros había producido ríos de dólares. Y es que en Hollywood siempre está todo inventado. Cierto es que la aplicación estricta, y por algunas productoras incluso entusiasta, del nuevo código moral, trajo consigo el auge de películas familiares. Un cierto aire de mojigatería impregnó la industria cinematográfica.
Cada firma quería tener su propio niño encantador en plantilla. Algunos como Mickey Rooney o la misma Judy Garland prolongaron su etapa juvenil hasta edades casi provectas. Otros talentos, como los niños Cooper o Bartholomew, fueron mucho más efímeros. Pero en materia de niños prodigio, Shirley Temple se lleva la palma. No sólo actuaba, sino que cantaba y bailaba como una profesional. Una verdadera mina de oro, vamos. Según confesó ella misma años más tarde, dejó de creer en Santa Claus, cuando una vez que se sentó en sus rodillas, el vejete se quitó la barba postiza y le pidió un autógrafo. Y es que la pequeña Shirley arrasó literalmente.
Haced clic en su imagen para visionar una brevísima escena musical correspondiente a una de sus primeras películas. Los productores y directores también la adoraban, porque con ella ante las cámaras casi nunca debía repetirse una toma. Todo un prodigio.

Próxima entrega: Yo Tarzan



miércoles, 7 de septiembre de 2016

TEORÍA DE JUEGOS, SIMULACIÓN Y ESTRATEGIA


Los juegos de estrategia son conocidos desde la más remota antigüedad. Unos son sencillos como el juego de tres en raya, otros como el ajedrez, pueden complicarse extraordinariamente. Con un poco de práctica, y siempre que se defina una buena estrategia, es imposible perder en el tres en raya. Suponiendo que ninguno de los contendientes cometa un error, el juego podría prolongarse indefinidamente. La teoría de juegos se define como el estudio matemático de las diferentes estrategias en los diversos juegos. ¿Cuál es la mejor estrategia para ganar el célebre juego infantil de piedra, papel o tijera. Si decidimos apostar por piedra con una frecuencia superior a las otras dos opciones, nuestro oponente puede detectarlo y elegir con mayor frecuencia la opción papel. A no ser que seamos capaces de descubrir una pauta en las elecciones del adversario, la mejor estrategia a largo plazo, al menos la menos mala, será elegir cualquiera de las opciones al azar. Adoptando esta estrategia aleatoria, ganaremos, empataremos o perderemos con la misma probabilidad.


Lo anteriormente descrito es lo que suele denominarse equilibrio. John von Neumann y John Nash, acaso los más importantes expertos en teoría de juegos, demostraron en su momento que en una amplia variedad de juegos de estrategia, la mejor que puede adoptarse a largo plazo es aquella que garantice el equilibrio.
En el terreno filosófico, el célebre dilema del prisionero es el ejemplo más extendido de la aplicación práctica de la teoría de juegos a la resolución de problemas reales que se presentan continuamente en gran cantidad de ámbitos, desde la política o la economía (recuérdese la experiencia fracasada en 2015 del ex ministro griego Varufakis), a la biomecánica o la inteligencia artificial.


De manera que la teoría de juegos va mucho más allá de los simples juegos. Sin embargo, y sin abandonar el territorio lúdico, parece evidente que los juegos presentan todavía grandes retos. El canadiense Jonathan Schaeffer y sus colaboradores desarrollaron en 2007 una estrategia infalible para el juego de las damas. El programa de ordenador que diseñaron no pierde jamás. Otra cosa muy diferente es el ajedrez. Cierto que ya existen programas muy complejos que han demostrado ser capaces de derrotar a grandes campeones, pero lo que se dice una estrategia perfecta dista mucho aun de ser una realidad. La estrategia perfecta en ajedrez es todavía un sueño remoto. Ello se debe a la enorme cantidad de combinaciones posibles que pueden desarrollarse en una sola partida. ¿Cuál es esa cantidad de combinaciones? A los lectores habituales de nuestro blog, acostumbrados ya a otros muchos datos asombrosos, seguramente no les extrañará saber que un cálculo aproximado indica que la cantidad de movimientos posibles en una partida de ajedrez, supera al número de átomos existentes en el universo.

Si no tienes necesidad de jugar, mejor será que no juegues. Si tienes auténtica necesidad de jugar, no juegues por nada del mundo.



domingo, 4 de septiembre de 2016

JUAN DE ARGUIJO. BARROCO EN ESTADO PURO


Este poeta sevillano, nacido a la sombra de la Giralda en 1567, reúne en su obra y su persona las más genuinas esencias del Barroco literario español. Juan de Arguijo procedía de una familia noble y rica. Fue cortesano de Felipe III, y a su faceta poética añadió la de la música. Fue un notable vihuelista, y también se distinguió por su mecenazgo a diferentes artistas de su tiempo. Como puede verse, Arguijo fue hombre polifacético. Muy pronto adquirió merecida fama de pródigo, dilapidando la fortuna familiar en saraos y otras muy diversas disipaciones. Lo que se dice un bon vivant de su tiempo. Casi todos los datos que se poseen acerca de su biografía, provienen de un volumen, obra del poeta sevillano Antonio Ortiz Melgarejo, titulado Sales españolas o agudezas del ingenio nacional, que se publicó en 1902.


Juan de Arguijo solía firmar sus poemas con el sobrenombre de Arcicio. En lo literario, como casi todos sus colegas de la escuela sevillana, fue decidido partidario del clasicismo, que defendió con vehemencia contra el culteranismo imperante en la España poética de su tiempo, liderado por Góngora. Arguijo fue sobre todo un gran sonetista, predominando en sus versos los temas mitológicos, de los que puede considerarse un gran conocedor. Algunos de sus sonetos presentan una perfección métrica que puede calificarse de casi matemática. En su faceta de mecenas favoreció y ayudó a poetas de la talla de Rodrigo Caro y hasta del mismo Lope de Vega, que se alojaba en su casa y a su costa cada vez que visitaba Sevilla. Juan de Arguijo constituyó en el siglo XVIII, un modelo a seguir por parte de los iniciadores de la nueva corriente poética neoclasicista emergente.

Hoy en Biblioteca Bigotini presentamos la versión digital de sus Sonetos completos. Corresponden a la edición de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, fiel a la publicada en Sevilla en el XIX. Haced clic en la portada y disfrutad la pureza clasicista del más genuino Barroco, y la perfección de los versos de Juan de Arguijo.

¡Que le den el diez por ciento de mis cenizas a mi promotor artístico! Groucho Marx.



jueves, 1 de septiembre de 2016

ANÁLISIS Y BIOSENSORES. AFINIDAD BIOMOLECULAR


Los biosensores son herramientas, métodos o dispositivos que permiten analizar biomoléculas en diferentes muestras de fluidos o tejidos, tales como sangre, orina, saliva, lágrimas, semen, líquido cefalorraquídeo, cabellos o células. Los especialistas en análisis clínicos establecen una serie de patrones de datos, basados en la observación de los pacientes, la estadística, la experiencia y diversos signos objetivables y/o cuantificables. Aparte de las múltiples pruebas analíticas, los biosensores que pueden hallarse en el mercado y nos resultan más familiares son los autoanalizadores de glucosa que utilizan muchos diabéticos, y los extendidos test de embarazo. Ambos permiten de forma tan sencilla que requiere un mínimo de entrenamiento, conocer datos cruciales como el índice de glucemia o los niveles hormonales que determinan la existencia o ausencia de embarazo, y todo ello sin necesidad de acudir a un centro sanitario o disponer de un complejo laboratorio.


Esquemáticamente cualquier biosensor consta de tres bloques bien diferenciados. En primer lugar está la superficie sensora, que recibe la muestra biológica depositada en ella, por ejemplo una gota de sangre o una pequeña cantidad de orina. A continuación hay un transductor, acaso la parte que exige una mayor complejidad técnica, que convertirá la información biológica en una señal química, eléctrica, lumínica... Por último está el dispositivo que recoge la señal propiamente dicha, y que a través de un lector numérico, una luz, un cambio de color o cualquier otro signo, podrá interpretar el médico o el mismo usuario.

El primer bloque, la superficie sensora, es muy importante. En él hay moléculas que literalmente son capaces de atrapar otras moléculas, mediante afinidades químicas. El mecanismo es el que habitualmente utilizan los enzimas en las reacciones que se producen normalmente en biología. Cada sustancia encaja a la perfección en una proteína determinada. Ella y sólo ella, puesto que es la única que posee la forma adecuada para acoplarse en el locus preciso de la proteína, tal como puede apreciarse en la ilustración. Entre otras fuerzas capaces de unir las moléculas, están las fuerzas iónicas. Las que tienen carga positiva buscan su encaje con la carga negativa con tendencia al enlace estable. Además las formas de ambas moléculas son, por así decir, complementarias.


Existe siempre el riesgo de que determinadas moléculas parecidas a las que se pretenden detectar, ocupen temporal o permanentemente el locus enzimático destinado a encajar. En estos casos podrían producirse falsos positivos, con lo que los resultados del análisis adolecen de escasa fiablilidad. Si los enzimas utilizados en la superficie sensora son inespecíficos, corremos el riesgo de que los resultados no sean todo lo fiables que sería deseable. Crecientemente se requiere para perfeccionar los métodos, que los sensores sean más específicos, es decir, sean capaces de diferenciar entre miles de parámetros distintos sin dar lugar a equívocos. Es imprescindible también que los biosensores sean muy reproducibles, o lo que es lo mismo, que midan siempre igual de bien, de manera que se produzca el mínimo numero posible de falsos positivos. En definitiva, el progresivo perfeccionamiento y mejora de los biosensores conducirá a una mayor eficacia en la detección y tratamiento de enfermedades y de diversos trastornos. La tendencia apunta a la creciente personalización de las pruebas, de tal forma que puedan diseñarse biosensores específicos no sólo para detectar la presencia de determinadas sustancias, sino para adaptarlos a las características individuales, a la bioquímica personal de cada paciente. El conocimiento de los genomas de cada persona contribuirá sin duda a este objetivo en un futuro que esperamos no sea demasiado lejano.


No parece descabellado pensar que llegará un día en que cada persona pueda disponer de un bioanalizador adaptado a sus características individuales. Con una gota de sangre podría obtenerse de esta forma una importante información sobre potenciales procesos patológicos, lo que facilitaría en gran medida su prevención y control.

Papá Noel perdió un reno y tuvo que someterse a diálisis. Padecía insuficiencia renal.