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sábado, 10 de agosto de 2019

DEANNA DURBIN. UNA VOZ Y UNA SONRISA




La carrera cinematográfica de esta británica nacida en Canadá sólo duró doce años, pero entre 1936 y 1948 Deanna Durbin conquistó al público del mundo entero con su melodiosa voz de mezzo soprano, su tierna sonrisa y su imagen juvenil, en musicales y en comedias.
Un cazatalentos de la MGM la descubrió en un concurso escolar, y desde entonces no cesó de enlazar éxito tras éxito en las pantallas americanas y europeas. En España se la conoció un poco tarde, porque durante los primeros años de su trayectoria, el horno nacional, primero bélico y luego posguerrista, no estaba precisamente para bollos. La Durbin adolescente debutó ante las cámaras en un corto que coprotagonizó junto a otra muchacha destinada a convertirse en una leyenda en Hollywood, Judy Garland. Las siguientes producciones en las que participó, un par de comedias insustanciales fabricadas ex profeso para destacar su talento, lograron el milagro de evitar la bancarrota de la Universal, productora a la que la joven Deanna siguió siendo fiel durante el resto de su efímera trayectoria.

En 1938 fue premiada junto a Mickey Rooney con un oscar especial de la Academia, que destacaba la contribución de ambos a encarnar en la pantalla el espíritu de la juventud americana. A los 25 años se convirtió en la segunda estrella mejor pagada, sólo por detrás de la mítica Bette Davis. Se formaron largas colas a la puerta de los cines para ver la película en la que Deanna Durbin daba su primer beso, acontecimiento que se publicitó de costa a costa. Para hacerse una idea cabal de la fama que llegó a adquirir, baste decir que fue admirada por personajes tan dispares como Winston Churchill y Benito Mussolini, o que la pequeña Anna Frank guardaba en su escondite como un tesoro, una foto de la estrella. Grabó decenas de discos y hasta se vendieron muñecas con su imagen.
Al margen de lo profesional, su vida sentimental fue intensa. A los 28 años se casó por tercera vez, tuvo a su segundo hijo y se retiró definitivamente del cine para vivir en Francia, la patria de su marido, durante el resto de su existencia.
Como homenaje al juvenil y fugaz brillo de Deanna Durbin, os dejamos el enlace (clic en la imagen) con una simpática escena en la que la estrella entona un Aleluya de Mozart muy al gusto hollywoodiense, acompañada de una gran orquesta dirigida por el maestro Stokowski. Espero que os guste.

Próxima entrega: Esther Williams


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